Ese fue el espacio  elegido para convertirlo en la Plaza Mayor : el que se encontraba en las inmediaciones  de uno de  los legendarios cerros de la ciudad prehispánica, Bakluumchan era su nombre en maya y se entiende  como: “serpiente que rodea la tierra”. Gobernaba un vasto imperio que incluía España el “Emperador Semper Augusto” Carlos I de España y V de Alemania, cuyos ordenamientos emitidos en 1523 fueron acatados por el conquistador y fundador Montejo  :  “..y cuando hagan la planta de lugar , repártanlo por sus plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la Plaza Mayor”. En el año del Señor de 1556 el Emperador abdicó la corona de España en favor de su hijo Felipe. Su Majestad Católica Felipe II mandó que la Plaza Mayor de toda población española tendría que erigirse “…en forma de cuadro prolongado, que por lo menos tenga de largo una vez y media de su ancho, porque será más a propósito para las fiestas de a caballo y otras”. Cierto, Mérida fue fundada en 1542 bajo el imperio de Carlos I y V, sin embargo es posible que las indicaciones de Felipe II hayan influido para la traza de la ciudad: ni las comunicaciones tenían la velocidad de la época y ni las construcciones. La traza de la ciudad de Mérida se debe en gran parte a don Juan de Sosa y Velázquez quien había participado en trabajos similares en Puebla. Al sur de la Plaza Mayor quedó la casa del Capitán General, don Francisco de Montejo, al oriente la Catedral, al norte “las casas reales” donde vivirían los gobernadores. Al poniente se encontraban los restos del venerado cerro maya del cual se tomaban piedras para la edificación de las casas y los edificios públicos. En el histórico plano de la ciudad levantado por la comisión creada en el Segundo Imperio, integrada  por Moritz Von Hippel, Carlos Ramiro, Francisco de P. Beltrán, Carlos Moya y Agustín Díaz, planteó un eje constituido por la hoy calle 60 llamada entonces Progreso, Sur o Norte de acuerdo a la orientación; y la hoy calle 61 , llamada Central Oriente o Poniente  según el rumbo.

Esa Plaza Mayor de la cual partía la ciudad ha recibido   a lo largo de su historia  ha recibido diferentes nombres: Plaza de la Constitución, en alusión a la Constitución de Cádiz, Plaza de la Independencia, Plaza de Armas , Plaza Mayor, Plaza Grande y el de Plaza Principal que elude los compromisos y se ha legitimado entre la población de tiempo atrás. La Plaza Principal ha tenido diversos usos a lo largo de su historia: corridas de toros, torneos de “palo encebado”, carnavales o mascaradas, paseos o escenario para las bandas de música que animaban a la ciudad. Ocasión hubo que en las fiestas del Corpus Domini se presentarán en La Plaza Principal “gigantes y cabezudos”, costumbre de muchas ciudades europeas y americanas y que hoy nos suena extravagante. Durante la Colonia la Plaza Mayor fue el escenario para la aplicación de las penas corporales que servían de advertencia a toda la población. El caso más relevante en al historia es el martirio al que se le sometió a Jacinto Uc de los Santos, Jacinto Canek, en 1761. Desde los tiempos de la Constitución de Cádiz y a lo largo de todo el período independiente La Plaza Principal ha sido escenario de mítines y aglomeraciones de protestas políticas.

Fue don Joaquín Castillo Peraza , prefecto de Mérida en el año de 1860, quien mandó sembrar el primer jardín de la Plaza Principal. También se trazaron las calzadas y posteriormente se puso la fuente y el enverjado.

El 2 de abril de 1868 fue un día especial en la ciudad: se festejó el triunfo de la República. La Plaza Grande lució  una estatua de la libertad para la feliz ocasión .  La ornamentación de la Plaza Grande empieza bajo el gobierno del Lic. Manuel Cirerol (1870-1872). Don Manuel mandó instalar una fuente de hierro fundido traída  de París que contenía tritones, náyades y delfines que rodeaban a la legendaria “negrita” que presidía la composición. Se dispusieron jarrones y bancas de hierro, se cerró la plaza con un pretil y el enverjado. Los tiempos eran otros y  había que llevarlos de otra manera: un reloj se colocó en el palacio consistorial para prescindir del de la catedral. Las horas pasaban igual, pero ya eran las  de los liberales. Los gobiernos municipales de don Manuel Romero Ancona, don Octavio Rosado y don Teodosio Canto prosiguieron la labor de

don Manuel Cirerol. De la antigua Alameda de Gálvez se trajeron unas bancas de piedra y se instalaron en la Plaza Grande , se embaldosaron las calles centrales y se puso especial esmero en embellecer todo el área. La comisión de ornato del Ayuntamiento, integrada  por Vicente Solís León, David Casares, Olegario G. Cantón, Joaquín Hubbe y quien ha sido uno de los más grandes grabadores de México, Gabriel Gahona, “Picheta”, se había ocupado ya de analizar la posibilidad de pavimentar las calles principales de la ciudad.

En 1884 se instaló en el centro la plaza una torre de fierro de setenta y seis pies que remataba con cinco lámparas que iluminaban solo  tres horas al día. Las avenidas de la plaza se alumbraban con petróleo líquido , llamado en aquel entonces “luz diamante”.

Gobernaba la ciudad el Gral. Guillermo Palomino (1886-1889) cuando se levantó en el centro de la plaza un kiosko de doble planta , en la de arriba tocaban los músicos y en la de abajo había un expendio de cerveza propiedad de don Manuel Ponce Cámara. En vísperas de la llegada de don Porfirio a Yucatán se retiró temporalmente el kiosko que fue finalmente desplazado en tiempos de Salvador Alvarado; se cortaron algunos laureles y se sustituyeron los postes de alumbrado público por unos más modernos; se renovaron los jardines y las bancas y , realmente, la plaza tuvo un nuevo rostro como lo tenía toda la ciudad. Se cuenta que fue don Porfirio quien dijo a su llegada a la ciudad de México: “Vengo de la Ciudad Blanca”.

Para sustituir el antiguo kiosko el gobierno revolucionario mandó construir una plataforma octagonal para la banda de música y se le rodeo de bancas y de los celebres “confidentes” que han sido una suerte de símbolo de la ciudad. El gobierno “preconstitucional” retiró muchos de lo que el antiguo régimen había hecho en la Plaza Grande.

Para algunos la Plaza Grande no llega a ser una muestra de nuestra historia. Quizás su omisión más grave es la ausencia de un solo elemento maya. Aunque dicho esto hay que hacer una natural corrección: muchas piedras que sirvieron para levantar los edificios coloniales posiblemente provenían de algunos templos mayas o de los antiguos cerros, por eso con acierto don Renán Irigoyen Rosado sentenció: “Mérida, la ciudad que bajó de los cerros”. Sin embargo, en 1942, con ocasión del IV centenario de la fundación de Mérida, La Liga de Acción Social puso la primera piedra de un monumento que en el pedestal recordaría a la antigua Tho, seguría con elementos españoles y terminaría con una alusión mestiza. Nunca se hizo nada más. Algo similar había sucedido en 1910 , año en que se puso una primera piedra para un monumento que recordara a los Héroes Nacionales.