Noventa y nueve años tenía Abraham cuando Yavé se le apareció y estableció una alianza con él. Su esposa, Sara, no había podido darle un hijo, sin embargo, mujer sabia y comprensiva, permitió que engendrara a su esclava, Agar, naciendo así un hijo de ambos: Ismael, a quien Yavé convertiría en el fundador de muchas naciones. Yavé hizo posible, además, que Abraham tuviera un hijo con Sara: Isaac. Pero Yavé le pidió algo especial: que le sacrificara al hijo amado que había tenido tras años de esterilidad. Viendo Dios la disposición de Abraham de cumplir su palabra, lo redimió de la petición. Isaac, a su vez, tuvo dos hijos gemelos: Ezaú y Jacobo. Ezaú era cazador diestro y hombre de campo, Jacobo era un muchacho mesurado que permanecía en su casa. Un día, Ezaú, quien era el primogénito, llegó a su casa con mucha hambre y le pidió a su hermano un plato de lentejas que él tenía. Jacobo le dijo que se lo daba a cambio de los derechos de la primogenitura. Ezaú aceptó y así entregó sus privilegios. Jacobo fue llamado Israel “La Fuerza de Dios”, porque había peleado con él y le había ganado. Israel tuvo los doce hijos que hacen las tribus de Israel. Las lentejas son vistas, desde esta historia, como una paradoja: no valen gran cosa, o valen todo si es que hay hambre. Por lo demás, la familia comía bien. Abraham murió a los 175 años; Sara, su esposa, a los 127. Ismael vivió 137 e Isaac vivió 180 años. Jacobo vivió 147 años.
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