Desde los orígenes del arte en occidente se ha presentado una encrucijada: se debe reflejar la realidad o lo que se interpreta de ella.  Apenas escrito esto hay que precisar: esta fue una discusión de siglos. Hoy parece estar claro:  la realidad no existe , lo que existe es lo que interpretamos. Quizás desde Shopenhauer se liquidó esta vieja disputa. Los griegos y los hombres del Renacimeinto se preocuparon por reflejar la realidad. Para los griegos el asunto tenía un valor adicional: el cuerpo humano estético era reflejo de un alama sana y rica. Después de La Edad Media  el cuerpo humano para los hombres del Renacimiento se torna un hallazgo, quizás por eso se justifique su transcripción. Sin embargo cuando la pintura sale al exterior nace el Impresionismo y todo lo que nos revela. Esa presencia de la luz que cambia nuestra mirada nos dice tanto de nosotros mismos. Nos dice tanto sobre la verdad. Es la exposición de las teorías de Shopenhauer sobre la realidad. Muchos años después apareció el Cubismo. Entre ambos movimientos hay una relación íntima. Son resultado de la luz. En el Cubismo quizás aparece la luz eléctrica y su efecto prismático. Cierto, cada movimiento tuvo sus aportaciones adicionales. El Cubismo acabó con lo último que sobrevivía de la pintura del Renacimiento: la perspectiva. Quizás se den cambios más profundos en los patrones estéticos que exijan dar un testimonio especial, pero quizás ni así se pueda captar algo que no existe. Hasta en las esculturas griegas había algo de aspiración más que de realidad, lo mismo podemos decir de las pinturas renacentistas, son producto de lo que captaban los ojos del artista.