Este era el nombre con que Eva Duarte y Juan Domingo Perón nombraban sus grandes concentraciones públicas, esas que hoy son toda una leyenda. El nombre es afortunado y más aun para una sesión pública en la que tomaron posesión los nuevos regidores. A esta augusta ceremonia llegué sin prisas el domingo pasado. En la calle, frente al Palacio Municipal de estilo Regional Yucateco, se dispusieron, como suele hacerse desde hace años, las sillas para los invitados. Me encontré con el flamante regidor por el PRI Luis Vela Sosa a quien le pregunté “¿Listo para juramentar?.” Tuve el gusto de saludar a don Rafael Vázquez Ávila y a Gustavo Ricalde Puerto. El día anterior habíamos comido Gustavo padre y yo con amigos comunes, Gustavo hijo también estuvo invitado a la reunión pero no pudo asistir. En la comida encontré a Gustavo estupendo, ataviado de mezclilla, con el pelo corto , dadas sus circunstancias, pero muy a tono con la moda; con su lucidez habitual hizo un análisis de la transformación política del mapa yucateco. La tarde se hizo larga y al despedirnos me dijo que si asistiría a la sesión del nuevo Cabildo, sin embargo optó quizás por un sano descanso. A don Rafael le pregunté sobre la salud de su hermano, el padre Joaquín , quien ha estado algo embromado. Por ahí pasó el Dr. César Briceño en compañía de su esposa y Rafael Castilla Peniche dijo : “Este César quiso ser Alcalde”. “Hombre, no lo creo”, contesté. Pero el Rafael lo aseguró, y en la conversación me dijo: “Tras los resultados de la última elección he propuesto que la directiva del PAN haga un examen de conciencia y presente su renuncia”,“pero esto debilitaría al partido”, le argumenté , para recibir la contundencia de una repuesta: “Por el contrario”. Mario Ancona Teigell me comentó que ya es el cónsul honorario de Francia en Mérida, nombramiento afortunado ya que Mario vivió varios años en París estudiando un doctorado. Vimos pasar a doña Sarita Mena Peniche de Correa quien se detuvo a saludar a su nieto político, Sergio Rosado Trujeque, actual presidente de Coparmex Mérida. En esta ocasión en representación del señor Arzobispo acudió el padre Jorge Menéndez Moguer, el “Manito” de otros tiempos. Empezaron a ocupar sus lugares los nuevos funcionarios , crucé unas breves palabras con Rommel Uribe Capetillo y de lejos vi a Mario Correa Ponce, pero no estaba, ni entre los invitados especiales, Yamily Calderón Sabido, sin embargo, la tarde anterior, alguien había comentado que el PAN la reserva para otro destino. En representación de don Jorge Carlos Berlín Montero acudió la diputada Elsa Sarabia Cruz, mujer joven y guapa con un rostro que le hubiera encantado a Emilio “El Indio” Fernández para alguna de sus películas. En las primeras filas del centro estaban muy bien representados los constructores, situación comprensible si consideramos la participación que tienen en la edificación de la ciudad. Al subir a la tarima el nuevo Alcalde se persignó y al concluir su mensaje envío una sorprendente bendición a “todos”. Ambos gestos despertarán la crítica de los jacobinos trasnochados, pero no dejará de decirse: el Estado tiene que ser laico pero los gobernantes tienen el derecho de abrazar libremente la fe a la que se quieran consagrar. La breve intervención del alcalde Bojórquez Zapata no nos dio una noción de cómo enfrentaría los grandes retos que desafían a la ciudad. Pero hizo tres afirmaciones que me parecen palpitaron entre el público: Según publicaciones recientes Mérida es la segunda ciudad de México en calidad de vida- alusión que implicó un reconocimiento al Ayuntamiento anterior-, “”saldría a la calle” y la promesa de que no defraudaría a la ciudadanía. No debe evadirse otra sentencia de don César: la que se refería a que él había entendido el mensaje dado por la ciudadanía en las pasadas elecciones. Es reconfortante esta certeza dado que ha sido frecuente percibir entre algunos líderes panistas un desconcierto total ante lo ocurrido el pasado veinte de mayo. En los tiempos que corren le asistiría la razón a cualquier Alcalde el solicitar a todos los habitantes de la ciudad el cumplimiento de la función de un regidor, sobre una sola base: el privilegio de vivir en Mérida exige el compromiso de sus habitantes. De ahí que el éxito o fracaso de cualquier administración municipal sea el de los ciudadanos.