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Muy pocos hombres son raíz, casi todos somos invención de algo o de alguien. Luis Alberto Navarrete Ruiz del Hoyo ha sido un árbol que ha dado una generosa sombra, más noble la que ha cobijado a tanto médico. A la ligera podrá decirse que Navarrete Ruiz del Hoyo fue una invención de don Arturo Ponce G Cantón pero no sería afortunado.  Antes de que estos dos hombres notables se unieran en un proyecto el joven médico Navarrete ya había hecho estudios brillantes y había logrado irse a los Estados Unidos, tras una estancia en Cuba, a estudiar las técnicas más avanzadas de cirugía general. Para obtener recursos para la construcción de la Clínica de Mérida tocó todas las puertas que se podían tocar. Desplegada su energía inagotable, no sólo puso al servicio de la comunidad los conocimientos y habilidades más modernas del mundo, sino que levantó la mejor Clínica del sureste de la República. Sin ningún reparo se puede afirmar que en las últimas décadas no ha habido en Yucatán un hombre más trabajador que Luis Alberto Navarrete Ruiz del Hoyo: dispuesto 24 horas, 30 días al año, a atender cuanta emergencia se presentase, lo mismo en la administración que en la atención de enfermos. Se le recuerda entrar una madrugada a operar una emergencia cuando apenas horas antes se había retirado a descansar tras resolver un problema de la caldera. Llevo a los Estados Unidos, sin costo alguno, a todo aquel que se lo pidió. José Trinidad Molina Casares lo definió con una frase: “es el rostro humano de la medicina en Yucatán”. Así es: lo mismo llevaba ricos a Estados Unidos que operaba sin costo a gente pobre o negociaba las cuentas, en todos los casos ponía su . Nadie tocó su puerta sin recibir satisfacción a su problema. Quizás esto se deba a la  formación que le dio su querido maestro: Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez, que siempre se sintió muy orgulloso de su alumno Nava . En cualquier caso que atendía empleaba su bien reconocida terquedad para luchar contra el dolor y la muerte. Por años realizó la labor administrativa que tendría que haber realizado un equipo. Al terminar una operación en el hospital O’Horan, cuando era un proyecto la Clínica de Mérida, exponiendo con entusiasmo sus sueños fue interrumpido por el DR Jorge Herrera: “si logras eso te hago una estatua en este jardín”, dijo viendo un área verde . La estatua más notable es la prosperidad que obtienen los médicos que trabajan en la Clínica de Mérida. Como todos los hombres soñadores ha confiado en el destino: hasta hace poco se le veía manejar un pequeño auto y no posee fortuna alguna. Su situación económica está por debajo de la mayoría de los médicos de la clínica: el dinero nunca ha sido un estímulo para este hombre que ha amasado vida en los años que tiene Convencido de la importancia de la actualidad en la medicina logró algo excepcional: la medicina de Yucatán es contemporánea de la del mundo mediante los convenios con hospitales de Houston. No se ha de esperar que se escriba la biografía de este hombre excepción para reconocerlo como uno de los protagonistas de la historia del Yucatán del siglo xx.