Los orígenes pueden encontrarse en España, pero en el Nuevo Mundo tuvieron una gran importancia. Quizás en Yucatán todavía persista: dos pueblos en uno. Esto es: dos yucatanes.
Uno luminoso y abierto y el otro cerrado , oscuro y devoto de los privilegios. Los grandes disidentes en los tiempos del virreinato y de la Capitanía General fueron los clérigos. Muchos tomaron talla entre nosotros, pero a la cabeza de todos posiblemente se encuentre el obispo Gómez de Parada. Otro gran discrepante fue don Pablo Moreno Triay y con él todos los sanjuanistas. Como nunca en los tiempos de la independencia se exhibieron los dos yucatanes. La reticencia a unirnos a la independencia y nuestro obediencia al rey y a la Constitución de Cádiz y por el otro lado don Andrés Quinta Roo y don Lorenzo de Zavala, forjadores de la nueva Patria. El caso de don Justo Sierra O’Reily siempre será intrigante: hombre brillante, liberal muy bien plantado, humanista que fue a vender Yucatán a los Estados Unidos cuando la Guerra de Castas y la intervención norteamericana. Ya sabemos que los liberales tuvieron una triple negación: nuestro origen español, las raíces mayas y la religión católica. Quizás querían que fueran gringos morenitos. En algunos momentos ha habido más concordia, casi siempre entorno al ideal conservador. La ciudad lo refleja: en la Avenida Colón hicieron sus mansiones los políticos revolucionarios, los hacendados y la nueva casta de comerciante e industriales. Es sorprendente el caso del Club Campestre, descendiente de Country Club fundado por extranjeros y yucatecos aficionados al tenis no constituye una continuación de los antiguos Liceo y Lonja Meridana. En este club no ha prevalecido la ideología, como otros del siglo XIX. Todos se han dado la mano en el Campestre: los hidalgos de los tiempos de la Colonia, los porfiristas enriquecidos, los políticos revolucionarios y sus descendientes, los inmigrantes siriolibanes y otros grupos, Posiblemente el recelo contra los mayas vibre un poco, pero no en la forma en que lo hacía antaño. No hemos aceptado nunca el cambio de nombre al Paseo de Montejo que se proclamó legalmente como Nachi Cocom. No hemos develado una sola estatua para los héroes de la Guerra de Castas del lado de los indios. Celebramos el Bicentenario de la Independencia con una estatua a los Montejo, padre e hijo. Sí, existe una larga lista de pruebas de los dos yucatanes, sus enfrentamientos fugaces y la supremacía de uno sobre el otro. No hay que dejar de luchar, sin abandonar lo que somos, para que estas dos fuerzas, a veces enfrentadas, se conviertan definitivamente en una sola. España, tras la caída de la dictadura franquista acabó con esa dicotomía y encontró un camino de desarrollo social, económico y político admirable.