He recibido una amable llamada de doña Cecilia Patrón Laviada. Me informaba, personalmente, el inminente nombramiento de un nuevo cronista. Le pregunté si iba a formarse un comité para revisar los perfiles y si formaría parte. No me contestó. Tampoco me pidió mi opinión, que ahora expongo.

Cuando el rey de España entregó el nombramiento de cronista a Juan Francisco Sahagún de Arévalo dijo: “Siendo los cronistas los que con los libros de historia hacen patentes las memorias y sucesos pasados, asientan los presentes que experimentaban y dan norma para los futuros”. Este texto nos revela conceptos, todos estos de una asombrosa vitalidad. Por él podemos entender que el cronista requiere manejar los tres tiempos.

Es imprescindible admitir que la crónica no es la anécdota histórica o la simple narración de tal o cual suceso, ni su contrahechura: el chisme, y menos la devoción por la nostalgia. Es la exigencia de explicar el presente con el instrumento del pasado y anticipar lo que está por venir.

Dijo con lucidez Benjamín: “Nos hemos hecho pobres. Hemos ido entregando una porción tras otra de la herencia de la humanidad, con frecuencia teniendo que dejarla en la casa de empeño por cien veces menos de su valor para que nos adelanten la pequeña moneda de lo actual”. Evitar ese agio que nos arruina es una de las labores de la crónica. Para realizarla el cronista tiene que investigar con igual interés en las bibliotecas, las hemerotecas, los archivos y en las calles.

El esfuerzo posterior del cronista se concentrará en divulgarlo: no hay cronista sin publicaciones y sin libros, aunque la soberanía de éstos últimos haya terminado y se deba recurrir a otros medios de comunicación. Pero hay que dejar en claro que la palabra escrita nunca puede ser prescindible.

Sin palabra escrita no hay cronista. La crónica es un género literario que no acepta a Antonio Cándido cuando nos dice que la crónica “es literatura a ras del suelo” y le da la razón a Carlos Monsiváis cuando nos esclarece que la crónica es “la reconstrucción literaria de sucesos o figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”.

No es un trabajo que acepte improvisaciones. La crónica se desarrolla en un espacio, pero el tiempo es superior al espacio y es por eso que el cronista tiene que concebir una visión del tiempo. Existe la “crónica testimonial”, sin embargo no tendrá ninguna trascendencia si no se engarza en la visión de los tres tiempos, en adición a que este tipo de crónica puede resultar un tanto pobre.

El cronista no puede dejar de estar viendo lo que ocurre en el mundo y el impacto que tiene en la vida de la ciudad. Cierto, el azar es la regla segura de la vida pero aun así hay que estar muy atentos de lo que ocurre en el mundo que se ha vuelto una aldea.

También hay que tener como referente la cuenta larga de los problemas de la ciudad. Nada hay perdido en las ciudades, los perdidos somos nosotros.

Los problemas de la cuenta larga de Mérida serían:

1. La Mérida dividida que parte de la Colonia y que prevalece hasta nuestros días. La Mérida del Norte es una y la del Sur es otra. Pero a un tiempo existe un afán de negar nuestros orígenes mayas, manifestación de la Mérida dividida. A principios del siglo XIX don Benito Aznar Pérez de Valdelomar dinamitó el cerro de San Antonio en la calle 50, la calle del Imposible; a mediados del siglo pasado se puso una quebradora en el cerro de San Benito para quebrar las piedras de este mágico lugar que fue una pirámide maya, un convento franciscano y un cuartel; también a mediados del siglo pasado la Liga de Acción Social solicitó al gobierno municipal la creación de un monumento a la cultura maya en la Plaza Grande, no se hizo caso.

Hace apenas unos días se dio una versión de la misma historia: se les ocurrió hacer una remodelación a la Plaza Grande, imposible considerar algún gesto a nuestros orígenes mayas. Así como se puso la estatua a los Montejo y no se ha movido, así como se llamara Paseo Montejo a un paseo que tiene el nombre oficial de Nachi Cocom.

2. Otro tema de la cuenta larga es la desaparición de la estructura barrial. Los Estados Unidos crean The Main Street y consagraron la vida Out the Town, sin embargo volvieron de la guerra y dijeron: ustedes tenían la razón y la estructura barrial es la buena, a pesar de esto seguimos haciendo desarrollos con Main Street y fuera del pueblo y no volvemos a la estructura barrial, pagando costos por esto. Existen zonas de la ciudad en que no hay sustentabilidad y en especial escuelas y se incrementan los gastos de las familias por llevar a los niños a las escuelas.

3. A principios del siglo XX se desmontaron miles de hectáreas alrededor de Mérida para sembrar henequén. La ciudad fue creciendo y el pavimento sustituyó al henequén y la temperatura subió. Desde entonces se han hecho algunas tentativas, el problema no se va a resolver en un trienio y no solo es de la autoridad. Se tiene que realizar un trabajo permanente de reforestación en la ciudad.

4. Las calles de la ciudad se van pervirtiendo por negocios que no tienen los cajones de estacionamiento para no crear caos. Es difícil controlar a los supervisores, sin embargo se tiene que establecer un sistema que combine procedimientos electrónicos y supervisión física.

5. Los ambulantes son un problema permanente que se tiene que ir solucionando. Ya no solo están por el Centro Histórico. En el Sur han proliferado en forma impresionante. A esto contribuyó el cierre durante la pandemia de los mercados Lucas de Gálvez y San Benito que estimularon que algunos locatarios se ubicaran por otras zonas de la ciudad. Es un problema complejo que requiere encontrar una solución que prevalezca en el tiempo .

6. La ciudades se hacen para los seres humanos, no para los automóviles, pero estos se convierten en una necesidad y van creando graves problemas. Se tienen que usar fórmulas imaginativas sin prostituir las ciudades para controlar el problema del tránsito, es una necesidad permanente.

7. Los baches son un problema de la “cuenta larga” porque tras las lluvias aparecen recurrentemente.

No se cuenta con un presupuesto capaz de pavimentar las calles con materiales lo suficientemente fuertes para resistir el embate de las lluvias. De tal manera que hay que establecer fórmulas para contrarrestar ese problema. Esto no es un asunto de gente que publica fotos antiguas y menos para parlanchines. Esos que hablan y a menudo cometen errores increíbles, quizás es que al escribir se puede reflexionar más, ser más cuidadosos, la palabra hablada proporciona una dramática impunidad.

Más allá del Reglamento, los que van a decidir a quién nombrar deben tomar en cuenta los requerimientos para ser un cronista: capacidad para explicar el presente con el pasado y alumbrar el porvenir, esto exige un profundo conocimiento de la ciudad; dominio del género literario de la crónica; visión del mundo; desde luego obra publicada que lo avale y una gran pasión.

Cronista de la ciudad.