Por Sara Poot Herrera
Aprendió a hablar antes de aprender a caminar y dio sus primeras voces en Santa María de los Remedios. ¿En Carolina? Sí, en Ichkansihó que, en monosílabo maya suena como un apodo de cariño: T’Ho.
Todos los nombres en uno: Mérida, la por siempre entrañable a quien Gonzalo Navarrete Muñoz le es fiel, su blanca ciudad mestiza –prehispánica, colonial, decimonónica, moderna, contemporánea–, que, aunque variopinta, sigue siendo blanca por los cielos de colores que llueven sobre ella. De esta ciudad es cronista don Gonzalo, quien esta noche revisita, y nosotros con él, los principios del siglo XIX mexicano y seguramente yucateco también.
Cuando nuestro heredero de Bernal habla de Mérida, le escribe cartas de amor públicas, pone sus crónicas a la luz de la mirada de todos y se interesa por la Mérida de todos los tiempos y por su protector y protegido Yucatán, y hoy nos lleva a 1810 y nos hace pensar en lo que estaría pasando en Mérida, Yucatán, en aquellos años cuando se inicia la época independiente.
Si hay niños que los prestan para estar en el altar, a este niño lo prestaban desde muy chico para que, con su palabra, diera la bienvenida, la despedida, los agradecimientos de la familia, la escuela, el trabajo, de nuestra ciudad, capital del Mayab. ¿Y será verdad lo que este cronista nos dice acerca que Mayab, viene del maya “ma”, que es no, y “ayab”, que quiere decir muchos? Mayab, “no muchos”. ¿Cuántos seremos ahora y para seguir siéndolo, cómo cuidar más aquello que tan generosamente se nos da en una tierra rociada de polvos de magia?
Pensándolo bien, es posible que Gonzalito haya nacido hablando y, cuando no lo hacía, era porque estaba leyendo y escribiendo y guardando desde aquella época las crónicas que pareciera ahora sacar de las mangas.
Don Gonzalo es oriundo (como dicen) de Mérida, Yucatán.
Y de acá es su familia, su mamá y su papá.
Sólo que la familia, su papá antes, vivió en Miami y por eso hubo una migración de ida y vuelta de la familia Navarrete Muñoz. En ese ir y venir, en la gua gua aérea como llama Luis Rafael Sánchez a la nave que va de Nueva York a Puerto Rico y del país boricua a la capital de los rascacielos, y en este caso de Mérida a Miami y de Miami a Mérida, nacieron seis hijos y, en medio de ellos, Gonzalito, Gonzalo Navarrete Muñoz, quien dio de pataletas en el centro de esta familia digamos binacional para nacer en nuestra ciudad de la que tal vez por tomar intermitentemente distancia tuvo desde entonces una visión crítica al mismo tiempo que nostálgica y, bilingüe (luego aprendería francés), se afianzó a su idioma, a su español yucateco, al que se ha metido hasta sus raíces.
Ésa fue su primera familia. La otra, la de los maristas, ya que en el Colegio Montejo estudió la primaria, la secundaria y la prepa. Antes de hacerse de la suya propia, y en plena etapa de formación profesional, pasó por la Universidad Autónoma de Yucatán y se hizo contador público, tal vez como resultado de aquellos días cuando en el centro de Mérida, a unos pasos donde ubica el kilómetro cero –entre la calle 60 y la 61–, con su hermano mayor pregonaba: “Tienda chica vende barato”, hechos cargo de la tienda familiar. Como Sor Juana, es contador y, como Margo Glantz, era abonero en el propio centro de su ciudad.
No dejó la UADY y allí, y a través de la UNAM, sacó una maestría en administración y también se hizo de tres especialidades: en mercadotecnia, en finanzas y en docencia para luego en el IPADE tomar cursos de Alta Dirección: AD1, AD2, AD3 AD4, que han de entender quienes saben de estas siglas y menesteres.
Mientras tanto, conoció a su China, su esposa de toda la vida (“Ay, Chinita, que sí”) y con ella se hizo padre de dos hijos y de una hija: de apellidos Navarrete Castilla. Supo muy pronto de los dolores que rasgan el alma pero nunca ha dejado de aprender, de enseñar, de leer, de escribir, de cuestionar.
Ya es menos viajero que antes y todos lo hemos visto y todos lo hemos oído: en la radio, en la televisión, en conferencias varias y con temas variadísimos. Se dice que es historiador de la ciudad de Mérida, escritor, locutor, conductor de televisión, y lo es; que aparece en programas de radio, y aparece; que inventa academias de la lengua, y esto lo ha hecho partir del paladeo del maya, del español yucateco, de los otros idiomas de que es gran sabedor. Y también es poeta este marista, cronista, feminista, también emailero, facebookero y tuitero, entre la larga lista de sus atributos. Es prehispánico, medieval barroco, colonial, decimonónico, revolucionario y revolucionado.
¿Larga su trayectoria como intelectual y académico? Pues más largo el camino que le falta recorrer a este hombre multifacético.
El que habla del origen de la cerveza sin tomar ninguna.
El de la pluma fácil.
El de la conversación informada y apasionada.
El controversial, rotundo, furibundo y tierno.
Quien concibe a Carrillo Puerto como un héroe del amor.
El que espera que las piedras mayas tomen la palabra y hablen en la Plaza Principal.
El que nos recuerda que el callejón del Congreso se llamaba Callejón del Cabo Piña.
El que nos informa que los mayas no comían tortilla (que había que ir a comerlas a Izamal).
El que hurga en la etimología de las palabras (así que Celestún quiere decir “espanto de piedra”).
Quien aclara en la revista Letras Libres que no es anónimo sino que es Gonzalo Navarrete Muñoz.
A quien leíamos los martes en el Diario de Yucatán y hemos leído en muchas de sus revistas.
El que habla de las palabras y discurre sobre las malas palabras.
El que nos saca de dudas con el Diccionario del español que se habla en Yucatán.
El que, como esponja, absorbe conocimientos y discurre sobre las varias cosas de la historia urbana, desde la Alianza de Camioneros de Yucatán hasta el Monifato, esa escultura dedicada a Fernando VII, y GGM la explica como explica la casi infinitud de temas de todos los colores, sabores y sinsabores también. Uno de los reconocimientos que ha recibido es la Medalla Leopoldo Osorio Rivero que otorga el Club Rotario Mérida Montejo, y él la recibió cuando el club, fundado en 1979 cumplió 35 años.
Es Gonzalo quien habla de las calles de la ciudad, como si en todas ellas hubiera vivido o hecho algún alto en las esquinas. De allí que sepa cómo se llamaban e incluso qué había pasado en algunas de ellas.
Quien escribe sobre Octavio Paz y sobre Jorge Luis Borges
Quien conoce la Biblia y la cita.
Quien como conferencista habla por ejemplo de la fundación de Mérida
Además de los “ademases” es presentador de libros ajenos que hace propios y es autor de libros de autoría personal. Entre ellos anoto doce títulos:
En primer lugar, su pasión crítica: su ensayo, Octavio Paz, Visiones de un lector (1998).
Luego vendrán Yucatán entre siglos y una novela histórica El pájaro atardecido, seguidos de El siglo XX en Yucatán, un recorrido comercial (2004). Luego decide poner en un libro el ensayo y la fotografía y lo hace en su Álbum de familia I, para continuar con Cien años de la Cámara de Comercio de Mérida. Dos años después se asume como cronista en sus Crónicas 2009, para más adelante llevarnos por los Rincones mágicos de Mérida, hacer la memoria de 50 años de la Coparmex en Mérida (2011) y reunir un recetario en su tomo de Cocina maya o en el de Sopas de 2013, tomadas de las cocinas yucatecas.
Como es un adelantado, en sus Tuits de 2014 comparte con nosotros 300 aforismos que se ha inventado.
Son sus doce títulos sus signos de rotación, las horas de su memoria, una página de la historia de un hombre culto. Y hablando de páginas (reales y virtuales), hay una invitación abierta para ingresar a su revista MéridadeYucatán.com Crónicas de la Ciudad Blanca. Allí nos enteramos de que también es poeta y lo leemos como tal:
En algún aciago día, en un reino milagroso,/ te inventó la vida. Hoy sé que ese día prodigioso nací con luces encendidas. Pero me consumo confundido,/ no sé si el día que te fuiste me fui contigo”.
Gonzalo sabe de brillos y de sombras. De lo contrario, no sería el hombre de letras tan sólidas como líquidas de su vida.
Son tres las tareas que tiene como Cronista e integrante del Consejo de Cronistas de la Ciudad de Mérida, y lo es desde el 28 de abril de 2005. Gonzalo Navarrete Muñoz cumple con creces: escribe en “periódicos, revistas, folletos, guiones y libros”, tiene publicaciones anuales de más de “cincuenta cuartillas sobre temas de interés para la sociedad meridana” y uno de sus compromisos es (y cito) “participar como orador o expositor en aquellas ceremonias u actos a los cuales el Ayuntamiento lo invite a participar ya sea sugiriéndole el tema a tratar o dejando a su libre elección el mismo”. Esta noche lo hace cumpliendo con lo que el lunes 18 de agosto votó el cabildo en pleno: que fuera el orador oficial que hoy lunes 15 de septiembre nos lleva a 1810. Él, Gonzalo, guerrero y aguerrido, Gonzalo Navarrete Muñoz.