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Muchos edificios del llamado Centro Histórico de Mérida se están viniendo abajo. Amenazan con desplomarse edificios del llamado “porfiriato” y también de La Colonia. Las Monjas y San Juan están severamente dañados, ambos coloniales. La Mejorada, templo originalmente consagrado al Tránsito de la Madre de Dios, tiene la pared sur con algunos problemas y el frontis fue violado para colocar unos barras de metal de cuales pueden colgar pendones. En general muchas iglesias coloniales no están protegidas con pintura de cal y se encuentran expuestas al deterioro. Los tres arcos coloniales de la ciudad, únicos en todo México, están estado ruinoso. Otros edificios tienen las estructuras fatigadas y en cualquier momento caerán irremediablemente. Ninguna autoridad habla, vaya ni siquiera hace un gesto. La pared de la calle 64 de Las Monjas incitaría a cerrar el paso de transeúntes por la escarpa para no poner en riesgos vidas humanas. Hace unos días en una larga plática con la Dra. Marisol Ordaz, experta en construcciones religiosas de La Colonia, estudiábamos la posibilidad de solicitar apoyo económico a instancias extranjeras. También exploramos la posibilidad de publicar una carta de urgencia al presidente de la República, al director del INAH y al director de Conaculta. Al mismo tiempo con turbación se oye a  nuestros políticos en precampañas asistir a entrevistas, con esos venteros de  chatarra verbal, de esos que deberían ser intervenidos por la Secretaría de Salud. Hablan de programas y algunos hasta se arriesgan a balbucear ideologías. El sainete es la clásica muestra de nuestra política “liliputense”.  Ninguno de los que aspiran a ocupar algún cargo de elección relacionado con Mérida demuestra interés por esta situación. Los políticos que, del PRI y el PAN,  hicieron historia nunca dieron estas bufas exhibiciones de búsqueda del poder, se ponían del lado de las causas de los ciudadanos.  Hay un siniestro cóctel de desinterés e ignorancia: en el centro histórico trabaja un alto porcentaje de los trabajadores inscritos en el IMSS, conserva la calle de mayor valor comercial de Mérida: la Ancha del Bazar-antes Paseo de las Bonitas- y con ésta algunas de sus alrededores. No hay plaza comercial alguna que le dispute esta primacía. Pero sea lo que sea la respuesta  de nuestros políticos es el desprecio más grosero. El padre rector del templo Las Monjas, Martín Czyz, dijo al agradecer a los que habían colaborado ante las urgencias del edificio del siglo XVI: “Es una muestra de cuando el gobierno dice ‘no’ el pueblo dice ‘si’”. No hay mucha creatividad en la negativa, la razón parece una: “no nos compete”. Pero no dejan de tener una vaga razón: es nuestro patrimonio, es nuestra ciudad, son nuestras calles;  ni los que tienen las escrituras de los predios ni las autoridades son los dueños: son nuestras. Elena Poniatowska dice que a estos políticos ignorantes, en doble sentido: ignoran historias e importancias y a los ciudadanos, hay que dejarlos con la mano extendida. Quizás no se pueda tener ese placer. A lo que estamos obligados es a expropiarles las causas de interés público. Tomado del Diario de Yucatán