Víctor Cervera Pacheco fue el gran personaje de la política en la segunda mitad del siglo XX en Yucatán. De líder estudiantil a secretario en el gabinete de Carlos Salinas de Gortari, su carrera se sumaba a las más exitosas de la historia de México. Sin embargo se reservaba una sorpresa más: ocupar por segunda vez la gubernatura de Yucatán. Nadie puede citar un discurso o una idea memorable de Cervera Pacheco, pero se convirtió en una figura mítica por su extraordinaria capacidad para el trabajo, su audacia , su fuerza interior y una sensibilidad política asombrosa. Varios teóricos de la política concuerdan en que un gobernante es apreciado por su pueblo por tres razones: realizar grandes empresas, cultivar alguna virtud extraordinaria y exhibir su asentimiento o disgusto frente a alguien o algo. Posiblemente Cervera Pacheco nunca leyó a algún teórico pero observó estos puntos con exactitud: el Puerto de Altura de Progreso y la imagen de hombre infatigable son los ejemplos más visibles. En calidad de interino sustituyó al Gral. Graciliano Alpuche Pinzón. El ser “interino” no impide el postularse para ser “electo” y cumplir un mandato constitucional, que es el que solo se puede cumplir una vez. Controvertida la interpretación del precepto la oposición legitimó el triunfo de Cervera Pacheco: participó en los comicios. Reclamarle posteriormente una ilegalidad era un despropósito que se alejaba de una lucha legítima y se acercaba al oportunismo. Para algunos en este segundo período de Cervera se le ve víctima de sus propios triunfos y así alejado de la ciudadanía que siempre lo había apoyado. La vida pública de Víctor Cervera Pacheco se ajustó a una paradoja no extraña: tomó talla en las luchas democráticas: recuperó para su partido la alcaldía de la ciudad de Mérida tras el gobierno del carismático panista Víctor Correa Rachó, sin embargo la percepción que quedó de sus últimos años en el poder era la de un autócrata consumado. Al final de su segundo período se decía de él, entre risas, lo mismo que de Joaquín Balaguer en la República Dominicana: “Que nadie aspire mientras Cervera respire”. Está pendiente una biografía sobre Cervera y, quizás, un estudio sobre su obra, cuando éste se realice podrán notarse sus logros y sus fracasos en este segundo período transcurrido en los tiempos de la peor crisis que ha tenido México desde la Revolución. No menos significativo es el que haya sido quizás quien concluye el reparto de tierras reclamado por la lucha de Emiliano Zapata. Sin embargo no cabe duda: Cervera Pacheco ingresó a la selecta galería de los mejores gobernantes en la historia de Yucatán. Lo cierto es que al final de su segundo gobierno se propicia una agitada crisis. La mayoría priista en el Congreso del Estado constituye, sin total apego a los preceptos legales como se vería posteriormente, un Consejo Electoral que se presumía dócil a los intereses del gobernador. Los partidos de oposición impugnaron el hecho ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, quien ordena al Congreso estatal reponer el procedimiento. Se acata la disposición del tribunal pero se incurren en nuevas anomalías al no atender las propuestas hechas por la oposición e instituciones de la sociedad civil. Nuevamente la oposición impugnó la designación y el 15 noviembre de 2000 la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación mandó revertir la nueva integración del Consejo Electoral. Un mes después los paridos Acción Nacional y de la Revolución Democrática interponen un recurso aduciendo que no se había cumplido con la sentencia de la Sala Superior. Finalmente el Tribunal presenta al Congreso local una lista de 47 candidatos para conformar el Consejo Electoral, aclarando que debe lograrse esta integración con cuatro quintas partes del Congreso y que ,en caso de no lograrse esta mayoría, se procediera a la insaculación. Los catorce diputados priistas del Congreso Local persistieron en su actitud de ignorar al Tribunal que en consecuencia procedió a insacular a los integrantes del Consejo Electoral del Estado de Yucatán. Un grupo a fin al gobierno del Estado tomó la calle 57, donde se encuentran las oficinas del Consejo Electoral, para impedir que los consejeros llamados legítimos ocuparan las instalaciones que estaban en manos del llamado consejo “espurio”. El gobernador Cervera encabezaba mítines multitudinarios en los que se aludía al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación como la “Santa Inquisición”, y a sus integrantes se les motejaba de “perfumados”. Desde las oficinas públicas se inició una extravagante campaña de regionalismo que llegó hasta exaltar la antigua bandera de Yucatán, enarbolada en los tiempos del separatismo. Los poderes ejecutivo y legislativo de Yucatán desacataban los ordenamientos del poder judicial de la Federación, la situación era caótica.
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