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Por Camilo Aznar

Hace unos días  fui a cenar a La Mansión con el padre Marcin Czyz capellán o párroco, confieso mi ignorancia sobre el nivel del multisecular templo de Las Monjas. El padre es polaco y no lo oculta, aunque habla un muy buen español. El restaurante estaba casi vacío y fuimos sujetos de toda la atención. Se nos ofreció de entrada una ensalada César y yo le dije al mesero: “Si sabes la historia y nos  la cuentas la ordenamos” . El joven aludió a una de las versiones más conocidas: un chef, Alex Cardini, improvisó una ensalada en Tijuana, o posiblemente Ensenada, a petición de unos pilotos. En forma exacta había que decir que los pilotos pidieron una ensalada y el chef, a falta de ingredientes, creó esta obra maestra del arte culinario. Ante los hechos pedimos la ensalada que estuvo espléndida. El padre pidió una copa de vino de uva Malbec. Sugerí que se le trajeran a 14 grados para que en la ingesta subiera a 18. No creo que lo hayan hecho. Seguí con mi ánimo inquisitorio y le dije al mesero: “Si me dices quién hizo popular el daiquirí, pedimos uno”. Desde luego esto fue un exceso que me condujo a pedir uno de mango que me sentó muy bien. Nos ocupamos de Ernest Hemingway. Hablamos de “El Viejo y el Mar”, de la casa del novelista en La Habana, del Bar La Floridita y de varios cuentos legendarios del gran escritor norteamericano. La conversación nos llevó a la poesía polaca. Hablamos de Tadeusz Borowski y de Tadeusz Boy-Zelensk . Hablar de Borowsky quien estuvo en los campos de concentración nazis y sufrió tanto nos llevó a la propia condición del padre. El padre Marcin fue hijo de católicos practicantes lo que le cerró muchas puertas en los tiempos de la hegemonía de la URSS. Hablamos de Walesa, el hombre que demostró que la URSS padecía una dictadura del proletariado sin proletarios e inclusive en contra de ellos. Para entonces el padre había ordenado una carne término medio. Los términos en la carne son vagos y peligrosos, ignoro porque se siguen usando. Lo que es “término medio” para alguien no lo es para otra persona; algo peor se puede decir de “los tres cuartos”. Espero que se logre establecer una medida más objetiva , quizás basada en un índice de grados de calor con tiempo de cocción. Mientras eso no suceda habrá recelos y desencantos. Algo quedó claro esa noche: la carne estaba exquisita aunque  su término fuera hijo del arbitrio del chef. Seguimos con el vino y los daiquirís. Me sorprendió el padre: en Polonia son mejor vistos los alemanes que los rusos. Encontré razonable la explicación: el oprobio alemán era parte de un pasado y la dominación de los rusos era reciente. El padre argumentó que no era así, reconoció el drama de los nazis y el sufrimiento de sus atrocidades, pero Rusia ha sido peor.  Hablamos largo tiempo sobre este tema.  Volví a Borowsky por quien siento una gran simpatía aunque hablé de Joshep Brodsky, el poeta disidente de la Rusia totalitaria. El padre pidió de postre una fresas con helado, por algo las flamearon. Yo solo pedí una bola de helado de vainilla que no era merecedora de ninguna memoria. Por los caminos de la poesía llegamos al Cantar de los Cantares, el poema de Salomón a la Reina de Saba. “Es un poema de gran erotismo”, le dije. “Es totalmente erótico”, me respondió el padre . Le dije algunos versos : “ Corramos, méteme en tu alcoba y disfrutemos juntos y gocemos” , El padre reía y reía. Seguí con otro verso que aludía a los besos y al cuerpo mejor que cualquier vino. A mi la sonrisa se me acabó cuando llegó la cuenta . Pero en fin: bien valió la noche , tanto más cuando que la decoración del restaurante es deliciosa.