El domingo 10 de septiembre nos reunimos a comer en Manjar Blanco: Sara Poot Herrera, Hernán Lara Zavala y su esposa Aída, Juan Villoro y yo. El menú era especial: papadzules de jaiba y de huevo, polkanes de pulpo, vaporcitos de camarón, mucbilpollo de relleno negro (boxkol) y mucbilpollo de pepita (sikil), merengues y dulces de pepita. No hubiera sido tan exquisita la comida sin finísimas atenciones de Miriam Peraza. Abrimos con cervezas, tequila y otras aguas fuertes. Sarita nos planteó un cambio de programa para la mesa de esa noche: tendríamos menos tiempo y yo me convertía en moderador. “¿Cuánto tiempo tenemos?”, preguntó Juan . “Cinco minutos fue la respuesta” de Sarita. “Entonces serán cinco minutos de soledad”, reviró con ingenio Juan Villoro. Por el camino de las genealogías de las obras llegamos a Shakespeare . Cité lo común: “después de Dios Shakespeare es el que ha creado más personajes”. “Pero tomó mucho de los clásicos griegos”, dije y abundando sentencié: “imitó y recreó”. Hernán Lara observó su talento para la expresión. En realidad es algo único. “Vivir o morir”, o cualquier variante, nunca hubieran tenido la misma fuerza que “to be or not to be”. Por ese rumbo llegamos a Cervantes y las reglas de la narrativa que se estrenan en El Quijote. Se especuló sobre la presencia de estas reglas en Cien Años de Soledad. Fue fácil caer en la entrada de esta obra maestra: “de la entrada depende el éxito”, dijo Villoro. Evocamos la de Cien Años de Soledad : “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. En esta entrada hay dos fechas , esto es: la creación de un espacio en el tiempo, algo que despierta el interés, que llama la atención. Estábamos en esto cuando Sarita dio un golpe en la mesa: “Necesito que se eleve el nivel de las ponencias. Estarán Dulce María Sauri , José Luis Sierra y otras personas”. Pedimos los cafés, ya se había hecho tarde. Ocurrió el pasaje del niño que le pidió una dedicatoria y una foto a Luis. Llegó Rodolfo Cobos y nos hizo ver que apenas y teníamos tiempo. Salimos con prisas, para llegar a tiempo a decir: “Muchos años después , frente al público , recordaron el día que leyeron por primera vez Pedro Páramo y Cien Años de Soledad”