El proyecto de los hospitales de Alta Especialidad pretendía dedicarse a los servicios médicos de tercer nivel : servicios muy especializados , operaciones complejas, tratamientos de alto nivel , en fin: oportunidades de vida. Por su propia naturaleza y por las resistencias partidistas solo unos cuántos se pudieron abrir en la República. El de Mérida se abrió gracias a los esfuerzos del gobierno de Patricio Patrón Laviada y a la terquedad de su primer director, el Dr. Luis Alberto Navarrate Jaimes. No hubo obstáculo que no se salvara sin reparo alguno: el Dr. Navarrete Jaimes   pagó de su peculio la renta de la casa donde empezó a operar la administración del hospital; asimismo el Dr. Navarrete cubrió los sueldos de algunos empleados antes de que las nóminas llegaran completas. Cuanto gasto fuera necesario era cubierto por el director fundador que se había empeñado en abrir el hospital. En frecuentes viajes a la ciudad de México y con  interminables gestiones lograba los pasos para abrir el hospital con todos los servicios. El Dr Navarrete Jaimes y sus colaboradores cercanos estaban realizando una de las cruzadas más significativas en la historia de la medicina en Yucatán. Ya operando el nosocomio se trabajó con energía para realizar cirugías especiales. Es  una leyenda bien conocida que los directivos  solían decir que las sonrisas de las niñas y niños pagaban todos sus esfuerzos. Las instalaciones, el equipo y los médicos eran de primera y estaban cumpliendo una labor inédita en la región. Pero en forma incalificable el gobierno estatal de aquel entonces inició un acoso perverso contra el hospital y sus directivos, a pesar de que fue uno de los pocos que se abrió en México.  Una vez más sorprendió el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa: no intervino para evitar el desgaste que puso al hospital en esa ruta que lo está conduciendo a ser un fantasma. Lamentable destino para un proyecto tan noble que se hizo realidad por mujeres y hombres que han hecho en su vida un compromiso de lucha contra el dolor y la muerte.