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Cuenta una leyenda generalmente aceptada que Sir Edward Montagu, Conde de Sándwich, solía pedir que le prepararan un pan con carne para no separarse de la mesa de juego. El muy noble caballero prefería continuar con su partida de cartas que ir a una mesa con todo el protocolo. Así fue como nació el sandwich que es conocido en España como emparedado porque en medio de dos pedazos de pan se resguarda la carne, el jamón y el queso que definen a nuestro legendario sandwich. A Mérida llegaron a principios del siglo XX procedentes de La Habana a donde llegaron como una inmigración norteamericana más. Pero a mediados del siglo pasado cuando cobraron un auge inusitado, primero en los cafés del centro y después en El Impala. Con particular aplomo se instalaron los sandwiches de nuestro pan francés. En El Louvre, en plena plaza grande, se servía una exquisita variedad de la cual despuntaba el famoso Super Libre que tenía: huevo frito, pavo, jamón, pierna, queso, tomate y cebolla así como escasa mayonesa. Hace apenas unos años se instaló un Louvre en el norte de la ciudad, en las inmediaciones de la casa del capitán Leopoldo Castro Gamboa, fundador del famoso café en el centro de la ciudad, empresario taurino y jefe de la policía en época de Loret de Mola. El éxito notable de esta nueve edición se debe al respeto a las recetas originales y a una suerte de misterio: los jóvenes, que no frecuentaron El Impala y el El Louvre, también son cautivados por nuestros deliciosos sandwiches. La variedad sigue siendo la misma , pero sospecho que por ubicación y por el aumento de la población el éxito de El Louvre es mayor en esta tercera generación de la familia Castro que se distingue en este arte que incluye las papas naturales fritas y esa cebolla y zanahoria en curtido , ambos detalles mínimos pero significativos.