El Diccionario de la Real Academia Española define la bomba, en su vigésima primera acepción, como: “versos que se improvisan en algunas fiestas populares”. Primera observación: la bomba no es patrimonio exclusivo de Yucatán, es frecuente en otros pueblos de habla hispana. Entre nosotros se acostumbran las bombas en medio de la jarana, como una suerte de estallido de alegría en pleno baile.
Un verso se compone de sílabas que logran un ritmo dado por la acentuación. Un poema es un conjunto de versos que pueden ser rimados. La poesía puede prescindir de la rima pero no del ritmo. Una teoría generalmente aceptada establece que existen versos de “arte menor” y de “arte mayor”, los primeros son los que se componen de dos hasta ocho sílabas y para todos aconseja un solo acento: en la penúltima sílaba.
Cuando el verso se hace en cuartetos, con rima consonante en la primera y en la cuarta y en la segunda y la tercera, se le llama redondilla o copla española. Esta es la métrica de la bomba yucateca clásica. Turba leer que a cualquier diálogo picaresco se le llama bomba. La bomba se ha simplificado hasta destruirse y por supuesto ha abandonado la llamada “copla castellana” que desde el siglo XV se hizo tan popular. Se trata de dos estrofas de octosílabos que permiten mayor expresividad. Un ejemplo de Baltasar de Alcázar:
Tus cabellos, estimados
Por oro contra razón,
Ya se sabes Inés , que son
De plata sobredorados.
Pues querrás que celebre
Por verdad lo que no es,
Dar plata por oro, Inés,
Es vender gato por liebre.
Estos son versos de “arte menor” aunque tengan acentos diferentes componiendo un ritmo más elaborado. Si a cualquier majadería, con aspiración salerosa, se le llama bomba desde luego que también han desaparecido las variedades de “coplas castellanas” con “pie quebrado”, esto es con un verso final de menor número de sílabas, así como las “coplas reales” de distintos metros y las “seguidillas”. En definitiva se puede aceptar que la bomba tradicional es una cuarteto de octosílabos rimados con tendencia a la picardía o al diálogo ingenioso.
En esta bien lograda bomba de Humberto Lara y Lara se nota el acierto de la métrica:
Busco ansioso en tu mirada
De amor los dulces destellos,
Pero tan crueles son ellos
Que a mí no me dicen nada.
He aquí otros ejemplos afortunados:
Me gusta tu zapateado
Cuando bailas la jarana
Y aunque me gusta tu hermana
Prefiero ser su cuñado.
La mujer del panadero
Está buscando un socio
Porque dicen que el marido
Ya no le atiende el negocio
Quisiera ser el bejuco
De tu leña, mi lucero,
Para estar junto a tu tuuch
Y calentar tu puchero.
Óyeme bien, huira hermosa,
Conmigo no vas a jugar,
Pues si te quieres casar
Me tienes que dar tu rosa.
La Vanguardia, salvo algunas excepciones, ha abjurado de las ancestrales teorías del ritmo y de la rima. Nadie se atrevería a negar que se han escrito grandes versos vanguardistas. Pero el abuso del desdén es peligroso. Se pueden violar las normas pero para hacerlo bien hay que conocerlas mejor. A menudo los poetas amontonan líneas desconociendo los enunciados multiseculares de la poesía en español. Cuando esto se hace con la poesía popular el deterioro es más grave. La bomba requiere ser concisa y musical, no puede prescindir de esta última condición: se encuentra en las inmediaciones de un baile. De ahí que resulte grotesco que se llame bomba a la combinación arbitraria de improperios y palabras fuertes buscando con eso el buen humor. Hemos sido tan respetuosos del verso al punto que se exigía que toda canción popular se construyera con uno, de ahí que profanar nuestra bomba con caballadas sin ton ni son es lamentable.