«Si mi pluma valiera tu pistola

De capitán contento moriría»

Antonio Machado

Antonio Machado

 

La calumniada Edad Media le dio a la humanidad La Escuela de Traductores de Toledo, la imprenta, la universidad y el invento más trascendente de la historia, tras el hecho histórico del nacimiento de Jesús, el amor galante o amor cortés. El Fin Amor fue un invento de un grupo de poetas llamados Provenzales y seguido por los poetas italianos Del  Dolce Stil Novo.  Poca gente los ha leído pero todos quieren amar o ser amados. Ese es uno de los misterios de la poesía: el poema es un ser vivo que camina y va dejando una estela por donde pasa. Así ha sido desde los tiempos en que la poesía era oral. Por eso los poetas son los líderes de la humanidad. Este año se conmemoran 85 del inicio de La Guerra Civil Española y se impone recordar a uno de los poetas que fue un guerrero espiritual que le dio la victoria a su pueblo. Venceréis pero no convenceréis, dijo don Miguel de Unamuno. Pero en verdad: no vencieron los generales comandados por Francisco Franco, la guerra duró décadas pero al final triunfó la democracia y la libertad. Don Antonio Machado con parte del ejército republicano, su madre, su amigo Cotpus Bargas, su hermano y su familia salieron de España a un pequeño puerto pintoresco de Francia.  Apenas podía caminar el inmenso poeta y así llevaba a su muy anciana madre, doña Ana Ruiz, que extraviada solo preguntaba: “¿A qué hora llegamos a Sevilla?”.  Machado es uno de los más grandes poetas de la lengua castellana. Su gran aportación es el uso de un lenguaje que nunca pretendió suplantar a la poesía.  El lenguaje de Machando lleva sobre sí  mismo al poema. Es el inicio de un camino de vuelta a la oralidad, fórmula con la cual empezó la poesía. El hombre cantó primero y habló después.  Los clásicos, los barrocos, los poetas del siglo XIX y hasta los modernistas pretendían arrancarle un lenguaje a Dios y a menudo destrozaban la poesía, la desplazaban: se lucía el lenguaje y no la poesía. Esto no impidió que existieran espléndidos poetas a pesar del lenguaje que emboscaba la poesía al punto de que había que descifrarla. Don Luis de Góngora y Sor Juana Inés de la Cruz son ejemplos clarísimos. Don Antonio Machado, como Moisés, ya muerto, siguió guiando a su pueblo a la tierra prometida de la libertad. A pesar de que en su poema más famoso dijera:

“Nunca perseguí la gloria

Ni dejar en la memoria

De los hombres mi  canción”