Luz María Zetina fue una reina de belleza de México. Siguiendo un presunta ruta natural se convirtió en actriz y en conductora de TV. Se casó con Eduardo Clemesha, alto ejecutivo de Televisa que vivió varios años en Mérida. De su matrimonio nacieron tres lindas niñas, lo que ya constituye una nota especial en una época que encuentra en la esterilidad una virtud, así nos lo anuncia José Vasconcelos al decir de su amante María Elena Arizmendi: tenía la virtud de ser estéril. Pero he aquí que la guapa mujer estaba en busca de algo más y, trascendiendo el nicho ecológico de la frivolidad del espectáculo, se interna en el mundo complejo y amorfo del yoga y la concepción del cuerpo como una parte del universo. Desde luego que esta es una postura mística como lo fue la de Plotino o la de Santa Teresa de Avila. Cierto, Luz María es hija de la tradición occidental, su camino de perfección era el cristianismo, al menos el natural. El cristianismo redujo el cuerpo a una zona inferior, a diferencia de la visión oriental. Este es uno de los motivos por los cuales, a pesar de su solvencia teórica, el cristianismo no seduce a muchos hombres y mujeres en la actualidad. Más allá de la discusión sobre la pertinencia de la visión del absoluto y de la moral ya es notable que una mujer de la farándula opte por la contemplación y no por el hedonismo más vulgar. Luz María tiene una sonrisa que es un canto a la vida: al verla uno se reconcilia con la naturaleza. A un tiempo tiene el secreto más refinado de la feminidad. A pesar de esto no se logra la descripción competente. Habría que decir que encarna a la Suave Patria de Ramón López Velarde: es la imagen sonriente de México. Nos revela le rostro de la Virgen de Guadalupe y el de Sor Juan Inés de la Cruz, a un tiempo traza a Dolores del Río y a Columba Domínguez. Hay mujeres que son el Valle de Anáhuac, la alegría de las aguas de Guerrero y el canto del Golfo de México, a esas mujeres pertenece Luz María Zetina. Se puede recelar de la ortodoxia de la psicomística pero no se puede dudar que es estilo que reviste la forma de Luz María. Hay toda una estética en las poses, en las miradas, en el cuello erguido, en cada movimiento de una mujer extraordinariamente bien hecha. Es también una suerte de invitación a la vida que es vida y no pasatiempo, morralla de la vida. Es la negación del placer con que pretendemos olvidar nuestra condición de caídos y es la aceptación de que la humanidad está en un camino de ronda: va tomando distintas posiciones en la naturaleza, en el cosmos al que pertenece; algún día fue parte de una estrella, después fue hombre y quizás después sea flor. Es posible que ahí esté la luz de Luz, la misión que se ha trazado en la vida.
LA LUZ DE LUZ
