el afrancesamiento
Palacio Cantón, Mérida, Yucatán.

EL AFRANCESAMIENTO

La prosperidad económica de las ultimas décadas del siglo XIX fue realmente desmesurada, no sólo por cuantiosa sino por súbita. La previsible consecuencia no tardo en manifestarse: la población criolla que había vivido con la decepción de la pobreza de las tierras y que había conocido ya la crueldad de una guerra como la de «castas» encontró la oportunidad de una compensación. Las clases medias urbanas también conocieron los beneficios de la nueva era y los peones acasillados vivieron mejor económicamente, con un nivel que la revolución nunca pudo darles, sin embargo, a costa de su libertad. La ciudad empezó a transformarse, las austeras fachadas comenzaron a demostrar lo que estaba sucediendo en Yucatán. Francia captaba las miradas del mundo y de ahí llegaban planos arquitectónicos, materiales de construcción y muebles y enseres domésticos que eran una novedad en la sociedad meridana. La industria de la construcción entra en una actividad sin precedentes. Se construían mansiones desprendidas de los antiguos barrios coloniales, se levantaban edificios comerciales de dos y tres pisos, el antiguo «Paseo de las Bonitas» y el centro de la ciudad empieza a convertirse en una inmensa zona comercial; se construyen palacios y castillos como casas principales de las haciendas y edificios para las plantas desfibradoras; se levantan majestuosas construcciones para los bancos, las sociedades anónimas y las casas exportadoras; la incipiente industria, la Cervecería Yucateca, la Sidra Pino y La Constancia, también requiere edificios propios para su eficiente funcionamiento; se construye el Palacio de Gobierno en 1883 y nueve años después se remodela; se construye la Penitenciaría Juárez, la Casa Escuela Municipal (en Santiago); La Junta Superior de Sanidad en la avenida Reforma; el Hospital O’Horán, el Asilo Ayala y el flamante Parque del Centenario; se introducen los tranvías, el alumbrado público y se crea la nueva planta de luz en el barrio de La Mejorada; se inicia el proceso de pavimentación y embanquetado que le transformó el rostro a la ciudad; se remodela la calle 59. Finalmente la trascendencia de esa época detiene el proceso de sustituciones con la creación del soberbio Paseo de Montejo, en cerca de cien años ninguna otra avenida le ha disputado la primacía. En las últimas décadas del siglo XX México ha vivido dos momentos espectaculares e ilusorios e la vez, pero que dejaron una huella significativa en las ciudades del país: el desorbitarte incremento de los precios del petróleo en la década de los setentas y la alucinación del neoliberalismo en la década de los noventas, ni en un caso ni en el otro se le ha pretendido disputar la posición al Paseo de Montejo, que puede algún día extenderse, y con algunos retoques, llegar hasta la terminal remota del muelle de Progreso.

En este período se notan las tendencias neoclásicas: entablados con frontones, cornisas simples con dentículo y frisos con triglifos y otros ornamentos; vamos enmarcados con jambas sobresalientes; abundantes almohadillas, ménsulas y escudos, guirnaldas y pebeteros que al principio sorprendieron y después cautivaron como lo siguen haciendo. La Casa Peón de Regil del Paseo de Montejo y el Ateneo Peninsular son ejemplos preclaros de esta tendencia. También se presentó el estilo del Renacimiento Francés con su techumbre tipo mansarda, sus ventanas lucarnas rematadas con frontoncillos, sus espectaculares tableros con trofeos, las guirnaldas, las conchas y los medallones ovales y la herrería muy trabajada que ya había venido a suplir a los coloniales y sobrios barrotes de madera, ejemplos son las Casas Cámara, el edificio de Correos, «El Pinar», la casa Torre Díaz en la avenida Colón y el local de Rotarios. Era imposible que no apareciera el estilo Manierista-Barroquizante que proviene del afán de adicionar más elementos buscando así una significación especial . Ejemplos de este estilo son el Palacio Cantón, el Edificio Ritter y Bock, una casa de la 59 por 54 y otra en la misma calle 60 y 62, así como el edificio de La Unión. Hubo espacios para una tendencia neogótica con sus fachadas verticales, sus torres esbeltas, sus arcos ojivales en puertas y ventanas y sus vitrales; ejemplos de esta tendencia son la capilla del Carmen y la capilla de San José en Chuminópolis. Después de siglos planos, moderados y austeros el rostro de la ciudad y de la población cambió, existía más de una casa por familia y todos buscaban mostrar la nueva era en sus viviendas así como la ciudad la exhibía en los edificios públicos y en las calles. Apenas si se tiene que decir que Mérida nunca volvió a ser la misma después de esta era.

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El afrancesamiento: palacio Cantón en construcción.

Palacio Cantón en construcción

El afrancesamiento: Residencia de Alvaro Medina Ayora. Casa del minarete.

El afrancesamiento: La casa del Minarete

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La casa del minarete en el pasado

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Villa Aurora

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Villa Aurora en el pasado

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Quinta Montes Molina

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Quinta Montes Molina en el pasado

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Las casas Cámara

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Las casas Cámara a principios de siglo XX

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