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Tras su victoria en las inmediaciones de Halachó, frente a unas fuerzas débiles e inexpertas,el general Salvador Alvarado gobernó el estado de Yucatán.

Los desvelos de don Salvador anunciaban las grandes preocupaciones de los gobiernos revolucionarios: la educación fue una de ellas. Alvarado impulsó las escuelas rurales que ya existían en Yucatán gracias a la visión del notable don Gonzalo Cámara Zavala. El general gobernante trajo de la ciudad de México a don Gregorio Torres Quintero para apoyarlo en sus esfuerzos. Alvarado fomentó las escuelas vocacionales, las huertas escolares, las juntas de educación, las cajas de ahorro escolar e introdujo un movimiento que existe hasta nuestros días: los Boy Scouts. Durante el mandato de don Salvador se fundaron tres grandes escuelas: la de Agricultura, la Ciudad Escolar de los Mayas y la de Bellas Artes y se realizó con gran éxito el Primer Congreso Pedagógico, así como un precursor Congreso Feminista. Con gran satisfacción vería el señor Alvarado que en el expropiado Palacio Arzobispal, que el pretendió convertir en un Ateneo Peninsular, hoy habita el Macay, lo que sí le sentaría muy mal hubiera sido el uso generalizado de la bandera yucateca que él personalmente pisoteó.

Como todos los líderes confiados en su destino liberador Alvarado buscaba la justicia más allá de la legalidad. Sin embargo gustaba de cumplir ciertas formas: promulgó una novedosa Ley del Trabajo, estableció la libertad de toda deuda a los empleados domésticos; aunque él no fue quien anuló los compromisos por las chichán cuenta y nohoch cuenta, sí se ocupó con obsesión de que los campesinos comprendieran sus nuevos derechos. Sin embargo sus corajes libertarios tuvieron más éxito entre los hacendados henequeneros que se vieron “emancipados” de las casas intermediarias, lo que implicó un súbito aumento en los precios del henequén y en las fortunas de los productores, así como un escándalo en el Congreso norteamericano; otro grupo favorecido por los bríos redentores de don Salvador fueron las prostitutas: el general prohibió que vivieran más de dos en una misma casa y persiguió a quienes las explotaban con el innoble lenocinio; al Dr. Jorge Novelo Vadillo le oí estas historias, que a su vez el oyó de su padre, y hoy recuerdo la forma en que se refería las meretrices: “Mujeres de la vida”, y a las casas que combatía Alvarado las llamaba: “Casas de asignación” o, con el cariñoso nombre de “casas de niñas” . El fanatismo antirreligioso de Alvarado lo condujo a instar o tolerar actos frenéticos como el terrible y vergonzoso asalto que culminó con la destrucción parcial de la catedral de la ciudad el 24 de septiembre de 1915.

El gobierno ardoroso de Alvarado se embarcó en variadas aventuras, algunas de ellas de sonados fracasos. Los gobiernos revolucionarios fomentaron el mito en desmérito de la verdad. Esto dio lugar a que se cometieran algunas ironías con la personalidad del general que vino de fuera. Se le levantó una estatua en la cual aparece abrazando a un supuesto campesino con una penca de henequén y con el índice mostrando el camino. Realmente Alvarado fue un pésimo estratega para el henequén: sus aumentos de precio deprimieron la participación de Yucatán en el mercado mundial del henequén. En 1916 la producción henequenera de Yucatán fue de 214. 5 mil toneladas, en 1924 fue de 109. 3 mil toneladas y en 1924 de 93 mil toneladas, mientras el consumo del mundo aumentaba notablemente. Esta estatua estuvo durante años en la entrada de las oficinas de Cordemex y posteriormente fue ubicada en una pequeña glorieta que se encuentra atrás del majestuoso edificio del Tribunal Superior de Justicia, otro sarcasmo: Alvarado mandó clausurar la Escuela de Jurisprudencia del Instituto Literario de Yucatán. Siempre ha sido de admirarse cierta tolerancia que hemos tenido los meridanos para las estatuas y los nombres de plazas y calles, pero el caso del general Salvador Alvarado es algo más significativo. Es difícil que un pueblo le levante estatuas, consagre estadios públicos y rinda homenajes anuales a un gobernante que se expresó en términos soeces y despectivos (con un calificativo que equivale a poco viril) de sus gobernados. Hace unos días se le rindió el correspondiente homenaje a don Salvador y quizá uno de los rasgos a destacar en el acto pudo haber sido ése: la tolerancia es el nombre de la paz. Si éste no fue un rasgo del general sí es uno de los de los nuestros que requiere ser fomentado.

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