Trovadores_1928

 

SUBGÉNEROS DE LA POESÍA PROVENZAL

Repasar los subgéneros de la poesía provenzal nos permite ciertas elucidaciones:

Cansó: Es la poesía amorosa de refinada expresión. A esta corresponde la poesía de la trova yucateca.  Un caso revelador: no  se reconocen dentro de la tradición trovadoresca yucateca, no aparece en los cancioneros y ni en las antologías, la canción de Ricardo “El Vate López Méndez”, “Vendo Placer”, con música de Manuel Esperón. La canción es el tema de la legendaria película de Arcady Boytler “La Mujer del Puerto” (1933) protagonizada por Andrea Palma:

 

Vendo placer,

A los hombres que vienen del mar

Si se marchan al amanecer

Para que yo he de amar

Puerto hay en ti, la caricia extranjera y fugaz

Y es mi beso ficción que vendí

Un momento no mas

Faro de luz, que en mi noche de amor

Formo una cruz, con el mismo dolor

Vendo placer,

A los hombres que vienen del mar

Si se marchan al amanecer

  Para que me de amor la espinita

 

Esta letra está  cerca de los cantos  de Agustín Lara a las mujeres consagradas al amor más o menos mercenario y lejos de lo que se ha querido conservar de la trova yucateca. El reproche airado, la ofensa, las insinuaciones maliciosas o las francas amenazas fatales no aparecen con frecuencia en la poesía trovadoresca yucateca. Paul Ricceur dice: “El discurso del amor es, en primer lugar, un discurso de alabanza. En la alabanza, el hombre se regocija a la vista de su objeto que reina por encima de todos los demás. En esta fórmula abreviada, los tres componentes –regocijarse, ver, poner en los más alto-son igualmente importantes” (*)

(*) Ricceur Paul, “Amor y Justicia”, pág.18, Siglo XXI Editores, 2009.

Sirventés: es un poema que, con diferentes formas, aparece en distintas épocas y en distintos pueblos. Se trata de un poema satírico de ataque personal o de crítica moral. Estos versos son frecuentes en la poesía popular pero que no se desarrollaron  en la trova yucateca. Fue precisamente  Cirilo Baqueiro  García-Rejón quien compuso una guaracha para unos versos de su autoría en el año de 1912:

LAS MUJERES QUE SE PINTAN

Las mujeres que se pintan,

Tienen, como van a ver,

Parecido con las casas

Que se dan en alquiler.

Las muchachas que se pintan

Desde que a la escuela van

Y no saben de costura

Ni entienden de cocinar,

Son esas casitas nuevas

Que nadie quiere ocupar,

Pues por la parte de adentro

No acabaron de techar.

Las solteras que se pintan

Para poder conquistar

Y pintadas y compuestas

Todo el santo día están,

Son esas casas bonitas

Que nadie quiere ocupar

Por miedo a los alquileres

Que les van a hacer pagar.

Las casadas que se pintan

Y salen luego a pasear,

Sin pensar que la casada

En su casa debe estar,

Son como casada ocupada

En la puerta de la cual

Hay un letrero que dice:

“Tengo un cuarto pa´alquilar”.

Y la viuda que se pinta

Con la idea de reemplazar

El pobrecito marido

Que ya en mejor vida está,

Es la casa abandonada

Que nadie quiere ocupar

Por temor a los espantos

Que en ella puede encontrar.

Las jamonas que se pintan

Para poder conquistar

Y en afeites y pinturas

Gastan todo un capital,

Son esas casas antiguas

Que ya nadie quiere ocupar

Porque llenas de goteras

Por todos lados están.

Y las viejas que se pintan

Las arrugas sin pensar

En que llenas de pintura

Más ridículas están,

Son esas casas de adobe

Que ya cayéndose están

Por más que sus dueños digan

Que se pueden ocupar.

En estos simpáticos versos, hijos de su tiempo, hay una crítica moral, de corte conservador, pero muy definida. Este estilo de poema es más propio del Romanticismo que del Modernismo, quizás por eso ya en los años veintes no tuvieron mayor presencia; el amor galante, la ciudad y las leyendas eran los temas de interés. La crítica moral no aparece, quizás esta omisión niega uno de los poderes de la poesía: la crítica.

Pastorela: es un verso que aparecerá con mucha frecuencia: el amor de un caballero con una pastora o en su caso amores campiranos. Extraña que este tipo de verso no haya existido en la trova yucateca. Durante las primeras décadas del siglo XX Yucatán estaba fuertemente vinculado al campo: la actividad henequenera polarizaba muchos esfuerzos. Más aun, las haciendas a finales del siglo XIX se transformaron y vivieron días de gran intensidad. Sin embargo nada de eso se refleja en el amor galante de la trova yucateca. En cambio es común encontrar alusiones a enamoramientos en las playas, emplazamientos de verano y, desde luego, apropiados también para el amor. Ejemplo: Playas de Telchac (1921) de Ermilo Padrón López:

Cuando en la playa pienso en tu amor

Parece que las olas van diciendo:

No pienses en esa mujer

Que ya no te sigue queriendo.

Parece que van diciendo:

No pienses en esa mujer.

Pero yo les digo que nunca podré olvidarte;

Que en ti mi dicha cifrada por siempre está.

Que yo te  quiero, que yo te adoro,

Y que pueda que algún día me has de amar.

 

Planh : es un verso que es un lamento por una persona o una desgracia. Es una elegía .  Composición poética del género lírico, en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro caso o acontecimiento digno de ser llorado, y la cual en español se escribe generalmente en tercetos o en verso libre. Entre los griegos y latinos, se componía de hexámetros y pentámetros,

No siendo frecuente en la lírica trovadoresca yucateca comentamos algunos  casos: Flor (1926) con letra de Juan Pérez Bonalde y Diego Córdoba y música de Guty Cárdenas.

 

FLOR

Flor se llamaba, flor era ella,

Flor de los montes en una palma,

Flor de los cielos en una estrella,

Flor de mi vida, flor de mi alma

Murió de pronto mi flor querida,

Erré el sendero, perdí la calma,

Y para siempre quedó mi vida

Sin una estrella, sin una palma.

 

Juan Pérez Bonalde (1846-1892) es un poeta venezolano exponente claro del Romanticismo y precursor del Modernismo. El escribió el poema Flor que dio lugar al musicalizado por Guty Cárdenas. Las tentativas modernistas del poeta se pueden  apreciar en el poema Flor:

 

FLOR

Flor se llamaba, flor era ella,

flor de los valles en una palma,

flor de los cielos en una estrella,

flor de mi vida, flor de mi alma.

Era más suave que blanda arena,

era más pura que albor de luna,

y más amante que una paloma,

y más querida que la fortuna.

Eran sus ojos luz de mi idea,

su frente lecho de mis amores,

sus besos eran dulzura hiblea,

y sus abrazos collar de flores.

Era al dormirse tarde serena,

al despertarse rayo del alba,

cuando lloraba limbo de pena,

cuando reía cielo que salva.

La de los héroes ansiada palma,

de los que sufren el bien no visto,

la gloria misma que sueña el alma

de los que esperan en Jesucristo;

Era a mis ojos condena odiosa

si comparada con la alegría,

de ser el vaso de aquella rosa,

de ser el padre de la hija mía.

Cuando en la tarde tornaba al nido

de mis amores, cansado y triste,

con el inquieto cerebro herido

por esta duda de cuanto existe.

Su madre tierna me recibía

con ella en brazos –yo la besaba…

y entonces … todo lo comprendía

y al Dios sentido todo lo fiaba!…

¿Qué el mal existe? — ¡Delirio craso!

¿Qué hay hechos ruines? — ¡Error profundo!

¿No estaba en ella mirando acaso

la ley suprema que rige al mundo?

¡Ah! cómo ciega la dicha al hombre,

cómo se olvida que es rey el duelo,

que hay desventuras sin fin ni nombre

que hacen los puños alzar al cielo.

¡Señor! ¿existes? ¿Es cierto que eres

consuelo y premio de los que gimen,

que en tu justicia tan sólo hieres

al seno impuro y al torvo crimen?.

Responde, entonces: ¿por qué la heriste?

¿cuál fue la mancha de su inocencia,

cuál fue la culpa de su alma triste?

¡Señor, respóndeme en la conciencia!

Alta la lleva siempre y abierta,

que en ella nada negro se esconde;

la mano firme llevo a su puerta,

inquiero … y nada, nada responde.

Sólo del alma sale un gemido

de angustia y rabia, y el pecho, en tanto

por mano oculta de muerte herido

se baña en sangre, se ahoga en llanto.

Y en torno sigue la impía calma

de este misterio que llaman vida,

y en tierra yace la flor de mi alma,

y al lado suyo mi fe vencida.

¡Allí está! Blanca, blanca

como la nieve virgen que el potente

viento del Norte de la cumbre arranca;

como el lirio que troncha mano impía

orillas de la fuente

que en reflejar su albura se engreía.

¡Allí está! … La suave

primavera   pasó; pasó el verano

y la estación poética en que el ave

y las hojas se van; retornó el cano,

pálido invierno con su alegre arreo

de fiesta y de niños, y aún la veo

y la veré por siempre …¡Allí está!… fría

entre rosas tendida, como ella

blancas y puras y en botón cortadas

al despertar el día.

¡Ay! En la hora aquella,

¿dónde estaban las hadas

protectoras del niño?,

que no vinieron con la clara estrella

de su vara de armiño

a tocar en la frente a la hija mía,

a devolver la luz a aquellos ojos,

y a arrancar de mi pecho los abrojos

de esta inmensa agonía,

de este dolor eterno, de esta angustia

infinita, fatal, inmensurable,

de este mal implacable

que deja el alma mustia

para siempre jamás – que nada alcanza

a mitigar en este mundo incierto.

¡Nada! Ni la esperanza

ni la fe del creyente

en la ribera nueva,

en el divino puerto

donde la barca que las almas lleva

habrá de anclar un día;

ni el bálsamo clemente

de la grave, inmortal filosofía;

ni tú misma divina Poesía

que esta arpa de las lágrimas me entregas

para entonar el salmo de mi duelo…

Tú misma, no, no llegas

A calmar mi dolor…

¡Ábrase el cielo!

¡desgájese la gloria en rayos de oro

sobre mi frente … y desdeñosa, altiva

de su mal sin consuelo

al celestial tesoro

el alma mía cerrará su puerta:

que ni aquí, ni allá arriba

en la región abierta

de la infinita bóveda estrellada,

nada hay más grande, nada!

Más grande que el amor de mi hija viva,

Más grande que el dolor de mi hija muerta

 

Pérez Bonalde contrajo matrimonio con una norteamericana, Amanda Schoonmaker, con quien tendría una hija, Flor. El matrimonio no fue venturoso y adicionalmente la hija murió. A ella consagra Pérez Bonalde este  poema que está en carne viva. Cuenta una leyenda trovadoresca meridana que se adaptaron estos versos a un drama que vivía Guty Cárdenas: el rechazo de doña Flor Manzanilla. La versión yucateca  es también un canto de lamento pero que carece de cierta fuerza y no alude a la muerte sino algo parecido:   los amores desdichados. Edgar Allan Poe dijo que no había nada más melancólico que la muerte de una mujer joven. Quizás si haya algo más triste, la muerte de un niño o una niña. En 1923 se hizo canción un poema de Luis Rosado Vega: Flores de Mayo, con música del gran Ricardo Palmerín:

Flores de mayo pidió la niña

Para ofrecerlas ante el altar,

Iba vestida toda de blanco,

De lino blanco como el azahar.

Flores de mayo llevó la niña

Que cortó a punto de amanecer,

Flores cuajadas aún de rocío

Y que a la Virgen le fue a ofrecer

Yo quiero flores, flores de mayo,

Dijo la niña cuando enfermó

Y entre esas flores pusieron luego

Su lindo cuerpo cuando murió.

Por eso tiene la Flor de Mayo

Tan suave aroma, tan suave olor,

Y es porque el alma de aquella niña

Quedó volando de flor en flor.

El mismo Rosado Vega , en consorcio con Ricardo Palmerín, creo El Crucifijo en 1923:

 

Qué mustia estaba su frente,

Qué pálido su semblante

Y qué trabajosamente

Pudo hablarme en ese instante.

Cuando yo muera, me dijo,

Cubre de flores mi lecho

Y pon aquel crucifijo

De marfil sobre mi pecho.

Desde eso vivo llorando

En la sombra en que me pierdo,

Como huérfano, llevando

A cuestas aquel recuerdo.

Y aunque la pena resisto,

Voy por mi ruta desierta

Con mi dolor y aquel Cristo

Y aquellas flores ya muertas.

 Otro caso notable en más de un sentido es el poema “Corazón Baldío” de José Antonio Ceballos Rivas:

 

 Por qué soltar mi corazón si está prendido

A tu recuerdo, y mi razón a tu vestido,

Si vibran frescos aún tus besos en mi alma

Y sigue intacto tu sabor en mis sentidos.

Me ven callado y creen que soy todo de olvido,

Como si hubiera de reir para estar vivo,

Como si hubiera de lanzarme a una aventura

A fin de hallar dónde arrumbar mi ayer.

A ratos, sin hablar, sin escuchar a nadie ,

Me siento a ver pasar la vida por mi calle,

A recorrer contigo aquel ayer y tantas cosas,

Aunque ninguno sea capaz de oler tus rosas

Se me olvida rezar, sin darme cuenta se hace tarde,

La soledad no está esperándome en ninguna parte;

Donde esté y como sea , voy a estar contigo,

Pues tengo lleno el corazón que ven baldío.

La gente piensa que debo hallar otra pareja,

Como si cama en sociedad fuera la meta.

Qué caso tiene explicarle a tanta gente

Que aun me llenas, con tu amor, desde tu ausencia.

¿Qué cosa de mi andar podría yo contarte?

Si sabes que de amar, amor, siempre he de amarte

Donde esté y como sea, voy a estar contigo,

Pues tengo lleno el corazón que ven baldío.

 

Es un canto a la amada asunte. Es la proclamación del amor después de la muerte o la ausencia definitiva. Otro detalle destacado: hay melancolía pero no dolor. La memoria es el hermoso espacio  para revivir el amor que se ha ido. Habría que decir más: hay un lugar en los hombres para sentir la presencia del amor aun cuando esté ausente. Quevedo nos plantea la idea muy clara: el amor es inmune a la murete. Con el último verso de  de “Amor constante más allá de la muerte”: “Polvo serán, más polvo enamorados”, se satisface una de las angustias de los amantes: la irreversible temporalidad. Llama la atención la infrecuencia de este tema en toda la poesía trovadoresca de Yucatán, pero en especial en la hecha en los años veintes. Tras la Primera Guerra Mundial pudo darse en occidente una unión entre Eros y Tánatos. Las sombras dinámicas de la muerte  surgieron tras la guerra y estimularon el sentirse vivos en el erotismo; también se impulsó la creación de la década más hermosa del siglo XX, de ahí que la infrecuencia del amor vinculado con la muerte sea notable. Por el contrario en los poetas de Contemporáneos , de la misma generación que los poetas de la época de oro de la trova yucateca, la muerte es una presencia: Nostalgia de la Muerte, de Xavier Villaurrutia; y Muerte Sin Fin de José Gorostiza pueden ser un ejemplo.

 

Otro ejemplo de Planh o de Elegía de significación en más de un sentido:

 

EL CAMINATE DEL MAYAB

Caminante, caminante

Que vas por los caminos,

Por los viejos caminos

Del Mayab,

Que ves arder la tarde

Las alas del x takay,

Que ves brillar de noche

Los ojos del cocay.

Caminante, caminante

Que oyes el canto triste

De la paloma azul

Y el grito tembloroso

Del pájaro pujuy

Caminante, caminante

Me has de decir si viste aparecer

Como una nube blanca

Que vino y que se fue

Y si escuchaste el canto

Como voz de mujer.

Caminante, caminante…

También en mi camino

La nube blanca vi,

También escuché el canto,

Pobrecito de mi.

Caminante, caminante….

Quizás no fuera necesario destacar el poema en este apartado sino fuera por el último verso que le da un sentido a todos los signos que aparecen en las estrofas:

1-El caminante.

2-Los viejos caminos del Mayab.

3-La tarde ardiendo y las alas del pájaro x takay.

4-La noche y los ojos del cocay (luciérnaga).

5-El canto triste de la paloma azul.

6-El grito del pájaro xpuujuy.

7-La nube blanca que vino y se fue.

8-El canto de una mujer (La Llorona,La Xtabay en maya).

 

Todos estos símbolos cobran una dimensión triste ante el último verso: “Pobrecito de mi”. El poema se vuelve un canto de dolor, de autocompasión. Es, no cabe duda, un poema críptico que remite a la leyenda de cada uno de sus símbolos. Sin embargo  Guty Cárdenas logró una música , “Evocación Maya”, sumamente triste y nostálgica, que deja la sensación de  una hermosa melancolía. Se ha escrito mucho sobre la imagen que deja este poema del pueblo maya y su cultura: algo pasado, perdido. De esa ruina proviene el desconsuelo de los versos y en especial del último. Se sostiene con frecuencia que es ésta una visión deformada del pueblo maya, empero estéticamente el versoes valiosísimo.  Otro caso  es la canción  tanto de Mediz Bolio como Guty Cárdenas  “Yucalpetén”(1931):

Yukalpetén, Yukalpetén,

Todo se fue, todo acabó;

Ya se fue Chicén,

Ya se fue Zakí,

Y también Ichcansihó.

El indio llora llanto de hiel;

El indio llora, Yukalpetén;

Corre su llanto por los cenotes,

Corre su llanto y no se ve,

Porque ya vino el tiempo malo,

El tiempo negro de maltun Tzec.

Se acaba la abeja e Cuzamil,

Se fue el venado de Mutulmut;

Se fue en el viento que la deshizo

La flor quemada del xtabentún.

Luna de sangre muerde la tierra,

La santa tierra de Itzamatul,

Itzamatul , Itzamatul,

La santa tierra de Itzamatul.

Yukalpetén, Yukalpetén,

Todo se fue..todo pasó.

Los dos poemas hacen un díptico. Ambos aluden a leyendas mayas , tema propio del Romanticismo. En ambos se canta la destrucción de la cultura maya, de las antiguas ciudades, incluida Ichcanzihó, hoy Mérida. Mediz Bolio es un poeta de amplio espectro: fue romántico, fue modernista y fue vanguardista como se nos revela en “Mi Tierra es Mía”, poema imprescindible en la historia de Yucatán; sus cantos a España como a la raza maya no son menos sorprendentes. Mediz Bolio fue un hombre de gran talento que sirvió al arte no a idea alguna. Apenas si se tiene que acentuar que tanto estos dos versos como el anterior son ajenos al amor galante y solo cantan a la tristeza.

Mención especial ha de merecer el poema “En mangas de camisa”, de Fernando Espejo Méndez, musicalizado por Maricarmen Pérez:

Me siento, regresando de lo amargo

Como si fuera a repartir tus bienes…

Mas nunca me dijiste, sin embargo,

Que bienes y qué cosas, para quienes

¿Tus huellas en la arena, a quién encargo?

¿Y el patio de tu infancia..? ¿A quién le tienes

Dejado el viento y destinado el cargo

De poeta mayor? ¿Tu risa ….a quiénes?

Con mi tristeza en mangas de camisa

Solo habré de quedarme con tu pena.

Yo también, una noche de ceniza

Tendré que celebrar mi última cena

Y compartir como en la santa misa

El olor funeral de la azucena.

 

Se ha dicho que al conocer la muerte de su primo Alberto Cervera Espejo, que murió sin tomarlo en cuenta, Fernando se sentó y escribió este y otros sonetos consagrados con tristeza a la memoria de su pariente y amigo.

Tensó: es el debate, a menudo irónico, entre dos poetas por un tema determinado, frecuentemente amoroso. Este tipo de versos parecen no tener ninguna presencia en la trova yucateca.

Alba: es el canto de la separación de los amantes al amanecer, tras una noche de amor. No aparece en la trova yucateca . Si la consumación del amor no es tema de la poesía trovadoresca yucateca menos lo ha de ser la separación de los amantes tras la complicidad de la noche.

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