En los años sesenta del siglo XIX existía en los bajos de la casa de don Darío Galera, cruce de la 60 con 63, un expendio que ofrecía “néctar soda”, éste era un refresco gaseoso con jarabes de frutas. Hasta bien entrado el siglo XX en algunas neverías del centro se ofrecía la célebre “soda”. Este negocio era de M. Díaz y Hno.  Posteriormente este negocio cerró y se abrió uno que vendía: “sodas”, dulces y sorbetes. En 1870 un señor Negrón abrió un salón de refrescos y aguas gaseosas. Este lugar resulta mágico en nuestra historia. Se abrieron varios salones semejantes, la mayoría de ellos contaban equipo Carré para la elaboración de helados y sorbetes. En los setentas del siglo pasada don José María Rusconi estableció una sorbetería en la legendaria esquina de La Tucha, cruce de las calles 57 y 66, pero después la cambió a Ciudad del Carmen para volver posteriormente ahí por 1886. Este nuevo establecimiento se ubicó en la calle 58 entre 63 y 61. La novedad de este negocio fue que se trajo una máquina de Nueva York para hacer las aguas gaseosas. El señor Pino tenía unas recetas muy especiales que aprendió de su padre que había sido marino. El señor Pino trajo una maquinaria para embotellar su célebre sidra, que no era otra que la “negra” que hasta hoy se toma en Yucatán. El señor Pino Rusconi volvió a Ciudad del Carmen y dejó al frente del negocio a su hijo José María Pino Domínguez quien abrió varios establecimientos similares por distintos rumbos de la ciudad, siendo así el primer negocio en cadena que hubo en Yucatán. En el año de 1888 abrió otra fábrica de gaseosas, la del señor Waldemaro Ponce quien trajo también maquinaria de los Estados Unidos. En 1894 abrió otra fábrica: La Meridana  del norteamericano H. Murphy. Finalmente solo sobrevivieron la negociación del señor Pino y la del señor Ponce, dos apellidos muy significativos en la industria refresquera de Yucatán.