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Hubo bajo los soportales del Palacio del Ejecutivo desde los primeros años del presente siglo (XX), un ilustrador de calzado muy conocido de propios y extraños, con el mote de Timbilla. Negro de raza y originario de Cuba, de donde había venido muy joven entre un grupo de emigrantes. Era su nombre José Godínez Crespo, padecía una invalidez congénita en la piernas que no le permitía caminar normalmente, necesitaba de un bastón. Eran sus extremidades inferiores tan deformes, que había hecho de su persona un lisiado.

Lo único que el Negro Timbilla pudo hacer para procurarse el sustento honradamente fue limpieza zapatos. Se había instalado con su equipo y silla cerca de la puerta del Palacio. Eran el año de 1914 en plena efervescencia revolucionaria, gobernaba el Estado el Tte. Coronel de Ingenieros Eleuterio Avila. Desde su sitio de trabajo Timbilla fue testigo de candentes manifestaciones, salidas y entradas de tropas, etc.

El impedimento que el Negrito sufría llegó a crearle profundos complejos. De su boca bembona solían brotar temerarias blasfemias. Atribuía al Creador la obra de su infortunio y así lo manifestaba con frases de filosofía vulgar y barata a sus clientes y amigos. Llegó a ser muy conocido y popular. Por su silla pasaba lo mejor de la juventud de antaño. Lo negro de su piel y su cuerpo contrahecho lo cubría el gracejo natural de todo cubano. Era alburero y decidor y amigo de todos. Con el devenir del tiempo y ya habiendo traspuesto los umbrales de la juventud, se fue aficionando a tomar aguardiente con lo que, según decía, trataba dee ahogar sus penas. Trabajaba desde hora temprana, pero llegado el medio día, comenzaban sus trabajosas incursiones a la cantina “El Regalo” a ingerir “el elixir del olvido” como él llamaba al alcohol. No cabe duda que al Negrito era un resentido e inconforme y aún más, siempre en abierta rebeldía contra su sino.

Su único competidor en el oficio bajo los soportales era Juan Palomino, otro lisiado que se instalaba diariamente en la puerta del Café Ambos Mundos con su equipo y su silla de ruedas. En Marzo de 1915, por una disposición municipal, Timbilla es retirado de su sitio habitual de las puertas del Palacio y se instala provisionalmente ea las puertas de la Dulcería y Sorbetería Colón, S.A. y más tarde frente a la cantina “Las Dos Naciones”, salida de los soportales a la calle 62, donde estuvo por muchos años.

Hacía algunos meses que el Gral. Alvarado había entrado a Mérida (Marzo 19 de 1915). el medio ambiente en la ciudad era tenso e inseguro, Todos estaban a la expectativa. Los corrillos y mentiras públicos llenos de rumores, etc.

Una noche otoñal, precisamente el 24 de Septiembre de 1915, se había anunciado un gran concentración de trabajadores en nuestra Plaza Principal, la que muchos curiosos esperaban por los contornos, ansioso de acontecimientos. Se decía que aquella manifestación sería hostil y violenta. La concentración partió al fin de la Casa del Obrero Mundial, sede de los trabajadores organizados en aquella época. La inmensa masa humana irrumpió a la Plaza a los ocho y minutos de la noche, se detienen frente a Catedral y comienzan los discurso de protesta contra la opresión, el capitalismo, los ricos, etc. Dichas arengas eran coreadas a gritos. Desfilan dos o tres agitadores más que oradores y el último arremete con furia contra el clero y la Iglesia, señalándolos como los baluartes del capitalismo y la burguesía, enemigos de los trabajadores.

El inmenso gentío ya enardecido convertido en una horda de vándalos echa abajo la puerta principal de nuestro máximo templo y alumbrados con teas penetran al interior y comienzan la obra destructor e incendiaria. Los depredadores prenden fuego a bellos retablos de valiosísimos cuadros, muebles, candelabros, ornamentos sagrados, el órgano y por último el Cristo de las Ampollas, fue sacado y tirado en medio de la calle, trataron de destruirlo a golpes de mazo, viendo que no ardía la magnífica obra tallada en rica madera desde tiempos remotos. Por último, el Santo Cristo fue arrastrado y atravesando nuestra Plaza Principal es llevado a la Inspección de Policía, donde queda “Preso”.

Testigos presenciales de aquel infame saqueo e incendio a nuestra Catedral, reconocen entre los asaltantes y depredadores al negro Timbilla, quien con sus piernas inválidas ayudado de su bastón baila sobre el Cristo profiriendo soeces imprecaciones y escupiendo. Allí explotaron del negrito, su oculto resentimiento y su complejo de inferioridad, reprimidos quien sabe desde cuanto tiempo, ambos, producto fatal de su congénita invalidez.

Consumada la obra nefasta y sacrílega, los vándalos se retiran y entre ellos el Negro Timbilla jadeante y sudoroso con la satisfacción de haber desahogado sus bajas pasiones de hereje e iconoclasta. Se pierde entre las sombras de aquella noche de tristes recuerdos para la sociedad emeritense y el pueblo católico en general.

Al siguiente día, como si nada hubiera sucedido, el Negro Timbilla estaba de nuevo lustrando calzado en su sitio acostumbrado frente a la cantina “Las Dos Naciones”.

No obstante su participación en actos tan llenos de oprobio y de ruindad, Timbilla continuó gozando de popularidad callejera, la cual se enmarcaba o para mejor decir, se limitaba únicamente a nuestra Plaza de la Independencia y sus contornos. Tenía un reducido grupo de amigos adictos como él a las bebidas espirituosas.

Al iniciarse la década de los años que rememoramos, el Negro Timbilla era un hombre como de 70 años de edad, tenía mujer y varios hijos.

Armando Cameo, simpático actor cómico yucateco de aquellos tiempos, en el escenario del Teatro Independencia caracterizó al Negrito con tanto realismo y propiedad que el público premió tan perfecta imitación con una ensordecedora ovación.

La vida del blasfemo e iconoclasta lustrador de calzado de los soportales terminó a fines d ella década de los veintes a los 77 años de edad aproximadamente. Falleció en su humilde domicilio de la muy antigua esquina “La Cruz” (calle 56 x 45). Nada sabemos de sus últimos momentos, pero deseamos sinceramente que su alma atormentada haya llegado profundamente a un remanso de paz y arrepentimiento y aún más, que haya obtenido el perdón del Supremo Hacedor.

Determinó su fallecimiento el deterioro orgánico derivado de la dipsomanía de la que era presa en sus últimos años. Así terminaron los días de José Godínez Crespo, el Negro Timbilla, muy conocido en Mérida por los que fuimos jóvenes en los años veintes.

Montejo, Baqueiro, Francisco D.. Mérida en los años veinte. Maldonado Editores. 1981.