Paz para una Guerra
Por: Gonzalo Navarrete Muñoz.
Ha declarado el presidente López Obrador que pedirá perdón al pueblo maya por La Guerra de Castas.
Con este acto de contrición el Presidente pretende conmemorar los dizque 120 años del fin de la guerra.
En primer lugar conviene recordar una carta, escrita por líderes mayas, con ocasión de un encuentro para conmemorar los 150 años del inicio de la guerra.
Destacamos solo algunos puntos: “La historia oficial ha ocultado los verdaderos hechos históricos y ha opacado la valentía de nuestros pueblos, además han implantado su visión de la historia según sus intereses a través de los libros de Historia; nos hablan de la guerra en una forma romántica, que los mayas no pudieron ganar porque tenían que sembrar sus milpas, del triunfo del general Bravo en la ciudad santa cuando no hubo enfrentamiento…”.
Cierto es que los mayas tenían sitiada a Mérida y su triunfo parecía inminente. Los blancos estaban saliendo por todos los puertos y embarcaderos posibles: aterrados y presurosos. Quizás siga siendo un misterio este pasaje. No menos cierto es que nunca hubo un fin de la guerra y una ciudad que caiga. En tal sentido nunca hubo un tratado de paz. Al calce de este histórico documento hay una frase estremecedora : “¡Nos siguen guerrerando!”.
Ahora, el cronista de Santa Cruz, señor Carlos Chablé Mendoza, le escribe una carta al señor López Obrador. Le dice: “Le indico que existe inexactitud, o intención deliberada tal vez de sus asesores, al ordenar conceptos y equivocar fechas. El sitio que escogieron para hacer el evento fue una ciudad colonial — Tihosuco— y no el lugar donde comenzó la guerra, ésta inició en Tepich, población vecina. El gran levantamiento maya, conocido como Guerra de Castas, se inició en julio de 1847, o sea, hace 174 años y nunca hubo armisticio, ni acuerdo de paz efectivo”.
Esto es muy serio: no hay que pedir perdón, no tiene sentido: hay que hacer las paces, lo que implica hacer concesiones y restauraciones al pueblo maya.
Abunda el texto: “Los últimos enfrentamientos registrados y documentados, entre mayas y ejército mexicano, sucedieron en abril de 1933 en Dzulá y 1979 en Chemax. Los detonadores fueron esencialmente los mismos que motivaron el levantamiento maya en 1847: invasión e intento de despojo de su territorio al pueblo maya que se defendió e intentó frenar estas agresiones de extraños que eran apoyados por las fuerzas militares y de seguridad pública”.
La guerra ha seguido, ha tenido otras batallas que se tienen que considerar y que se repiten en la actualidad: “De ahí que resulte incomprensible que haya usted tomado la decisión de que los últimos tramos del tren que pasará por territorio maya sean construidos por el Ejército, que lo administrará al igual que el aeropuerto que se hará en Tulum y que las ganancias que se obtengan con su funcionamiento se destinarán también al Ejército, todo esto antes de querer resarcir los daños sufridos por el pueblo maya durante la conquista, colonización y la Guerra de Castas”.
No se puede hablar de un perdón cuando a los mayas los atropella un tren que en nada los beneficia, porque nada es para los mayas sino es por los mayas mismos.
Y termina : “Así que señor Presidente, no basta con hacer una ceremonia para pedir perdón por lo ocurrido si se deja sin respuestas y solución los problemas señalados, se trataría de un evento demagógico más y de una nueva afrenta al pueblo maya masewal. Weyanone’, aquí estamos .Jach maayaon, somos mayas. Kuxaanon, estamos vivos”.