Durante parte del siglo XIX y hasta los albores  del siglo XX la ciudad encontraba sus demarcaciones en las siguientes calles: al oriente , la 50; al sur , la 75; al norte , la 47; al poniente, la 72. Esto no quiere decir que no hubiera edificaciones detrás de estas fronteras virtuales. La capilla de Lurdes es un ejemplo de la expansión hacia el oriente. Las avenidas Montejo y Reforma extendieron los límites hacia el norte. Otro tanto hizo la hoy llamada avenida Itzaes, que movió los límites de la ciudad en el poniente. En tiempos de Alvarado se trazó la avenida Colón que también presionó al poniente.  La apertura de la avenida Pérez Ponce , para que don Porfirio pudiera tomar un tren que lo llevara al centro tras la inauguración de la estatua de Justo Sierra, amplió las posibilidades del oriente . En igual sentido colaboró la Jesús Carranza que promoviera Alvarado y que tendía a alcanzar a Chuminopolis que nació fuera de la ciudad . Otro tanto hizo la construcción de la bella Estación Central de Ferrocarriles. Los límites de Mérida han cambiado. Para algunos la ciudad empieza en Santa Anna  y termina en la carretera a Progreso. Sin embargo una de las esquinas más hermosas de la ciudad, sobre todo en las noches, es la que se da en el cruce de la calle 57 y 60. La Universidad, el Peón Contreras, la Casa del Balam y el vendido Hotel Mérida crean un espacio urbano encantador. De ahí para  la Plaza Principal hay una vida que parece salida de un cuadro impresionista. La fiesta sigue en los bajos del Palacio de Gobierno y en la Casa del Aguacil. Sin embargo si se cruza la plaza se advertirá que la cale 63, a pesar de la iluminación a la Casa de Montejo, es un territorio peligroso. Sin movimiento, oscurecido y propicio para los facinerosos. La calle 63 marca un límite , no solo al sur, también al oriente y al poniente. Cierto, en San Sebastián y la Ermita hay movimiento, lo mismo se puede decir del beatísimo  Santiago. La Mejorada se ve más adormecida , aunque San Cristóbal es uno de los rumbos más sabrosos de la ciudad. La rescatada Estación de Ferrocarriles no le devuelve la alegría ancestral a la zona pero la reviste. Hacia el norte la cosa cambia pero ya en lo que se llamó “Prolongación del Paseo de Montejo”, el resto ya no es paseo , es un pasillo oscuro y un tanto entristecido. De la avenida Cámara de Comercio hacia el norte parece una calle norteamericana. El sur sigue sin infraestructura urbana, tal parece que es otra ciudad. El norte presuroso se aleja de la urbe en busca de nuevos territorios. Sorprende el caso de Altabrisa: su avenida, sin nombre todavía, es la única que en más de cien años le ha disputado el sitio a Montejo , sin embargo no cumple su destino. Por los cuatro puntos cardinales hemos rebasado el periférico construido en tiempos de don Carlos Loret de Mola. Ahora las fronteras de la ciudad no marcan sus fines, marcan a las distintas Méridas que existen.