LA CIUDAD DEL CENOTE SAGRADO
Transcribimos algunos textos de T.A. Willard
PRÓLOGO
Este libro intenta principalmente relatar las muchas e impresionantes experiencias de Edward Herbert Thompson durante toda su vida de investigación sobre tesoros arqueológicos en la vieja y abandonada ciudad de Chichén-Itzá, sepultada por siglos ha bajo las selvas de Yucatán.
Aún niño, Mr Thompson (o don Eduardo, como era cariñosamente llamado por los nativos de la Ciudad Sagrada) solía sentarse en su cómoda casa de Nueva Inglaterra a leer las aventuras de Stephens en Yucatán, las descripciones de la vieja civilización Maya y fas leyendas referentes al Pozo Sagrado de Chichén-Itzá. Desde entonces se formó el propósito de dedicar su vida al descubrimiento de los viejos secretos de la antigua ciudad.
Siendo muy joven fue nombrado por el Presidente primer Cónsul de los Estados Unidos en Yucatán, y su nombramiento tuvo como origen la petición urgente en este sentido, de la Sociedad Americana de Antigüedades y del Museo Peabody, de la Universidad de Harvard, instituciones que estaban deseosas de tener un investigador experimentado en la península.
Mr. Thompson emprendió entusiasman te su doble misión. Por más de veinticinco años permaneció en su puesto como Cónsul, y durante ese largo período llevó a cabo expediciones y descubrió ciudades en ruinas hasta entonces desconocidas para el resto del mundo. Encabezó algunas veces estas expediciones, otras, las realizó bajo los auspicios de instituciones americanas de arqueología y otras seguido por leales nativos, llevando a cabo asimismo investigaciones completas sobre todo lo ya descubierto con anterioridad.
Finalmente, Mr. Thompson, renunció el Consulado a fin de emprender diferentes empresas científicas que reclamaban toda su energía. Entre éstas la principal fue la busca de reliquias que por cientos de años yacían sepultadas en lodo en el fondo del Pozo Sagrado.
Muchas, muchísimas noches, bajo los plateados rayos de la luna de Yucatán, o al lado de alguna agradable chimenea en los Estados Unidos, hechizado, he oído al correr de las horas, las verídicas narraciones que don Eduardo hace de sus experiencias o de las costumbres y de las tradiciones del país.
Conozco íntimamente a este amable y soñador aventurero de ojos azules, de seis pies de estatura y el pelo cano que aún tiene el corazón de u niño. Quizá lo conozca mejor que otro hombre; por lo que, si no escribo las cosas que él me ha contado, éstas nunca serán escritas, porque Don Eduardo no lo hará. En consecuencia, he pedido y recibido su permiso para escribir este libro con lo que he conservado en la memoria de sus narraciones, con lo que he tornado de sus notas y algo mío, libro que él ha leído y corregido.
Estas es una fiel relación de los muchos y valiosos descubrimientos arqueológicos que él ha hechos; pero, aunque está escrita como s Don Eduardo en persona estuviera hablando, le faltan inevitablemente color y emoción que imprimiéranle las fases de sus propios labios. Contiene además tales descripciones de la cultura Maya y de su historia, que puede ayudar al lector comprender esta antigua civilización. El que escriba espera que su obra merezca la aprobación del lector ávido de viajes y aventuras, y también abriga la tímida esperanza de que pueda ser de algún valor educativo para el lector serio y culto, hasta el grado de que éste sienta que no ha perdido el tiempo en una «andaluzada».
T A. Willard.
Capítulo XII
EL POZO SAGRADO
La península de Yucatán tiene una estructura geológica muy peculiar. Su terreno vegetal es generalmente muy delgado y bajo este se hallan formaciones de roca caliza muy porosa. Debido a la capa tan delgada de este terreno, la vegetación es muy pequeña y los grandes árboles solamente crecen cuando la roca madre bajo estos halla rota, facilitando en esa forma que las raíces se extiendan hacia abajo.
La formación caliza está constituida por pequeñísimas conchas marinas, puesto que originalmente este territorio era un mar y por esa causa las rocas porosas están sujetas a una fácil erosión, constituyendo por lo tanto en su interior una serie de ríos subterráneos, canales y cuevas, en tanto que esparcidos en distintos puntos se encuentran grandes pozos naturales o cenotes. Algunos de éstos, como los dos grandes cenotes de Chichen-Itzá, son muy anchos y profundos; en cambio otros son más pequeños. En ninguna parte la elevación sobre el nivel del mar es muy grande y muchos de estos pozos naturales, debido a ese hecho, se alimentan por filtraciones marinas, en tanto que otros por drenajes superficiales, resultando en consecuencia un inagotable abastecimiento de agua, al grado de que, en mi opinión, no habría bomba capaz de secar el gran cenote de Chichén-Itzá.
En la mayoría de los pozos, exceptuando a aquellos continuos al mar, el agua no contiene sal o cualquier mineral perceptible, pues la piedra caliza es un filtro excelente, pero como se debe suponer, el agua, encontrándose en regiones tropicales, está repleta de animaluchos. Sin embargo, al poco tiempo de beber esa agua queda uno tan acostumbrado que se puede beber sm disgusto.
Durante la estación de secas solamente estos pozos proporcionan agua, dado que no existen lagos ni ríos superficiales y debido a la porosidad de las rocas la humedad se absorbe muy rápidamente, por lo que a los pocos minutos después de un fuerte aguacero el suelo está nuevamente seco. Tanto en la antigüedad como hoy en día todos los seres vivientes se agrupaban alrededor de estos cenotes y por esto se explica la situación de Chichén-Itzá en el lugar que ocupa. Casi todas las Haciendas se hayan cercanas a un Cenote y otro tanto ocurre con los pueblos. Aunque es cierto que los cenotes no son muy raros, no son tampoco lo bastante numerosos para poder abastecer a la población de agua abundante.
Así por ejemplo, en Mérida todos los habitantes ricos tienen cenotes en sus propiedades para proporcionarse agradables baños. Además, alrededor de estos pozos se han cavado cuevas artificiales en donde la gente encuentra agradable frescor a la temperatura tan cálida. También estos cenotes se encuentran en los bosques por los que son lugares ideales para la cacería, ocurriendo que cuando las paredes no son muy inclinadas, todas las fieras de la maleza van ahí a tomar su agua. Finalmente, algunos cenotes contienen algunas variedades de peces.
Todavía existe en la actualidad una combinación artificial usada desde tiempos anteriores consistente en un especie de tanque o cisterna llamada chultun, con el objeto de aumentar la cantidad de agua en los cenotes durante las lluvias, pero en tiempo de secas son verdaderas cuevas desprovistas de este líquido. Estas cisternas son de todos tamaños y formas. Existen muy pocas ciudades antiguas en donde no se halle algún cenote y el único medio de obtener agua es por los chultunes, cosa que ocurre, por ejemplo, en Uxmal.
Los inagotables pozos naturales fueron originalmente utilizados por los hacendados españoles, quienes para irrigar sus campos empleaban la noria, exactamente como se usa hoy en día en Yucatán, en España y en el Levante.
En Chichén-Itzá existen tres cenotes principales y algunos más pequeños. El cenote sagrado se llama «Chen Ku» (»Chen» significa pozo) y nunca se le llamo «Dzonot» o cenote, lo que da la impresión de que el pozo pudo haber sido artificialmente creado o en ultimo caso agrandado. Sin embargo, la creencia de que se hubieran empleado medios artificiales en la construcción de este pozo de haber surgido por el hecho de que tiene forma circular y los lados perpendiculares, cosa que puede ser completamente lógica si hubiera sido obra de la naturaleza sola o de la naturaleza ayudada por el hombre. De Sander, refiriéndose a este pozo, afirma que fue en parte hecho por el hombre, y yo personalmente creo que ésta teoría es posible pero seguramente la mayor parte es obra de la naturaleza.
«Tol-oc», que es el siguiente cenote más grande en la ciudad sagrada constituía la principal fuente de agua potable, y en la antigüedad existía una escalinata de piedra que bajaba hasta la superficie del agua.
En la actualidad, los escalones anteriores han desaparecido, pero todavía se pueden ver como unos tres escalones muy bien tallados debajo de la superficie y en seguida de estos se halla otra línea de escalones. Don Eduardo cree que la escalinata originalmente constituía una rampa que se extendía desde la superficie del pozo hacia el nivel del agua y que en su base se encontraba una plataforma de piedra. Es imposible en estos momentos determinar de que ancho era la escalinata lo mismo que afirmar acerca de la existencia de la plataforma. Sin embargo, se pudo comprobar lo anterior cuando el agua en el pozo estuvo muy baja. El hecho de que el alza y baja del nivel del agua en el cenote tenga muy poca o ninguna relación con las lluvias locales nos inclinó a creer que su principal origen está muy distante y viene a través de alguna roca permeable hasta que llegando a una falla forma el pozo tol-oc. Encima de este pozo hay árboles muy grandes y orquídeas cuyo delicado aroma desciende al pozo, encontrándose unas tan llorosas que podrían hacer la fortuna de algún florista en New York.
A primera vista, el agua parece sucia y cubierta de polvo, pero este polvo superficial no es mas que el polen de las orquídeas y lirios situados en las orillas del pozo. En consecuencia es un lugar limpio, bonito e intensamente poético y más abajo el agua es cristalina y fría como la de cualquier manantial en la Nueva Inglaterra.
El ancho cenote de «X katum», también a los alrededores de la ciudad, es muy famoso entre los nativos actuales, por la pureza de sus aguas. Este cenote no tiene historia propiamente, pero las muchas huellas dejadas en las piedras de sus bordes, producidas por las numerosas cuevas que por ahí se deslizaron para sacar agua. son un testimonio elocuente de los muchos años 1 personas que a el se acercaron.
Todos los otros cenotes en los alrededores de la ciudad contienen agua muy pura y son inagotables en apariencia. Alrededor de ellos todavía se conservan restos de piedras de antiguos edificios importantes. Por ejemplo, cerca del cenote de Yula. que se encuentra a seis millas del centro de la antigua ciudad, Don Eduardo encontró un ancho tablero de piedra conteniendo en uno de sus lados unos jeroglíficos muy bien detallados.
La Vía Sacra – antes era un camino recto y bien pavimentado que conducía al Cenote Sagrado- está en la actualidad en muy malas condiciones. Unos grandes árboles se hallan a los lados del camino y sus ramas entrelazadas formas verdaderos arcos en tanto que sus raíces han producido la ruptura del camino quitándole toda apariencia de tal y otros árboles mas pequeños han crecido sobre el camino.
El Cenote Sagrado es un gran pozo con sus bordes formados por piedras muy poco irregulares. su forma elíptica es casi circular. En el lado más cercano a la Gran Pirámide se halla un pequeño santuario en ruinas. en cuyo lugar se efectuaban las ultimas ceremonias antes de que las doncellas fueran arrojadas al cenote para convertirse en ofrendas del Dios de la Lluvia. Todos los alrededores cercanos a ese santuario estaban pavimentados con piedras.
El Cenote Sagrado, en cuyas profundidades residía Yum Chac, el Dios de la lluvia, mide más de 160 pies de ancho y cuando uno mira hacia su fondo la profundidad del agua es muy grande, cosa cierta, pues mide 70 pies de fondo.
Las paredes del cenote están muy bien laminadas y se dividen en 2000 bandas o capas de piedra caliza, variando en espesor, pues si alguna de estas bandas no aparecen más gruesas que una hoja de papel otras tienen el alto de una casa y cada capa está separada de al otra por un relleno de cal pulverizado. La apariencia estratificada es muy curiosa pues las capaz son todas negras exceptuando los lugares en donde las viñas, árboles y orquídeas o cualquiera otra planta parásita se adhieren y dan un colorido a la superficie. Por otra parte, la cal en polvo que forma la separación de las capas calizas es blanca o de color crema, y este polvo tiene una consistencia dura, pero los elementos naturales como el sol, el viento y la lluvia tienden a desintegrar esta formación, por lo que resulta que las plantas y la superficie del agua están siempre cubiertas con una pequeña cubierta de polvo. En la parte superior del Cenote se halla una hilera de árboles y una gran vegetación gracias a que han podido extender sus raíces entre las capas calizas.
La tranquila agua del pozo es de un color verdoso debido en parte a la gran profundidad y en parte también, así lo creo, a ciertas sales que se encuentran en el agua, aunque de esto último no puedo asegurar nada por no haber analizado dicha agua. En muchas ocasiones he tratado de obtener una buena fotografía del Cenote Sagrado, habiendo llegado a la conclusión de que solo con una cámara de cine o con una vista desde un aeroplano se podría obtener, pues la fotografía ordinaria, tomada desde el borde, muestra un gran trecho de pared y muy poco agua, o lo contrario. Por esta razón la fotografía que aparece en la pagina 116 no representa todo el pozo.
En cierta ocasión, estando don Eduardo y yo sentados en los bordes del cenote me relato su famosa empresa, llevada a cabo con todo éxito la que consistió en extraer los antiguos tesoros desde el fondo del cenote sagrado.
«Por muchos años estuve proyectando explorar el fondo del Cenote Sagrado; así lo pensaba durante el día y lo soñaba durante la noche, al grado en convertirse esta idea en una verdadera manía de no dejarme descansar y conquistarme la reputación de un hombre extravagante. Por infinidad de veces estuve tratando de encontrar el mejor medio de llevar a cabo este proyecto: por desagüe, por medio de una draga o recurriendo al trabajo de un buzo. Alguno de estos tres sistemas tendría que emplear. Muy pronto me convencí de que probablemente el pozo no podría ser desaguado, sobre todo con los cortos recursos de que disponía, llegando a la conclusión de que podría ser dragado con un equipo relativamente sencillo, consistente en una pequeña draga de manivela provista de una larga cadena en cuyo extremo estaba un cucharón o cubo.
«Aunque a primera vista este proyecto parecía muy sencillo fue acosado por muchas dificultades. Una vez adquirido el aparato en los Estados Unidos fue remitido hasta desembarcado en Progreso y ahí empezaron las primeras dificultades, pues tenía que ser trasladado desde 5 millas fuera de la costa y descargado en el puerto. Además se tuvo que cargar en plataformas hasta la estación de Dzitas, a 16 millas de Chichén-Itzá, cosa que constituía otra dificultad. Con solo la ayuda de los indios, sin camiones ni ningún otro vehículo, tuve que emplear meses en este penoso transporte, hasta que finalmente fue instalado aliado del Cenote Sagrado.»
«La obra de montar la maquinaria fue menos larga, pero no por eso menos pesada, y hubiera dado en esos momentos algunos años de mi vida por los servicios, aunque fuera de unas horas, de un aparejador yanqui.»
«Al fin, todo estuvo listo y todos los indios a mi disposición en número de 30, tenían su tarea asignada. A los más hábiles les confié el manejo de la manivela y de girar el botalón de cuyo extremo colgaba el cubo, hasta que logramos extenderlo sobre el pozo. Di la señal y el cubo descendió hasta el fondo del agua descansando sobre el lodo. Poco a poco izamos el bote pareciéndonos interminable el cable que lentamente se iba enrollando en el rodillo. Al fin salió del agua y después de mucha espera pasó a la altura de nuestras cabezas y arrojando sobre un lugar que había elegido como muy apropiado para examinar con cuidado todos los contenidos, pues ningún tesoro se nos habría de escapar ni ninguno de ellos se habría de mutilar. Además teníamos toda clase de elementos y preservativos para componer todos aquellos objetos hechos de un material de fácil destrucción. Mis manos temblaban no obstante los esfuerzos que hacía para controlarme, pues conforme el cubo vaciaba su contenido se iba a decidir si yo era el individuo tan hábil que había recuperado los tesoros del Cenote Sagrado de Yucatán o bien el mayor idiota en todo el hemisferio occidental.
«Me acerque al cargamento registrando y examinado todas sus partículas y no encontré nada, ni el resto más insignificante. Esto era lo mismo que si hubiera sacado lodo de una zanja cualquiera».
«Nuevamente giró la manivela y el cubo con sus grandes fauces hambrientas se precipitó en el agua y el pozo sagrado reflejo una gran nube negra que pasaba en el cielo como dando a entender que estaba dispuesto a no revelar sus secretos».
«Esto fue lo que aconteció por días y días, la manivela enrolló y desenrolló el cable de acero cientos de veces. Por muchos días no encontré nada, con excepción de hojas podridas y algunas piedras que no se habían sumergido en el fango por quedarse atoradas entre las hojas. Algunas otras veces, árboles enteros fueron izados haciendo que nuestro cable de acero sonara como las cuerdas de un violín conforme esta enorme masa iba siendo extraída a la superficie para volver a caer inmediatamente en el agua produciendo el consabido chapoteo de agua».
«En otras ocasiones la draga, encontrándose cogida entre dos árboles, nos produjo grandes penalidades para libertarla y cuando toda la masa pudo ser sacada a la superficie, muchos indios ágiles con hachas y machetes se precipitaban subiéndose al cable y al cubo para desalojada de estos obstáculos. Algunas veces nos costó horas de trabajo libramos de estos obstáculos y de nuevo echábamos el cubo para no extraer más que fango».
«En otras ocasiones extrajimos los esqueletos de venados y una vez los esqueletos enredados de jaguar y una vaca, muestra evidente de una tragedia del pasado: la vaca encontrándose, probablemente tomando su alimento en la noche, cuando aparece de repente el jaguar hambriento; en seguida la huida del espantado animal perseguido por la bestia, después el salto terrible al abismo, en donde ambos indudablemente se mataron al chocar contra el agua».
«Después, ni siquiera esta clase de hallazgos aparecieron. Nada absolutamente más que lodo y hojas y alguna que otra piedra. Mis esperanzas comenzaron a desvanecerse, pues el trabajo era interminable y sin provecho. Sin embargo, con toda energía continué mi tarea dispuesto a no detenerme hasta que hubiera topado con la roca que formaba el fondo del cenote. Empleé todos los medios para no dejar ver mi desaliento a los indios, cosa que no logré y ya me imagino lo que pensarían cada día al ver a este extranjero extravagante persistiendo en la locura de pagar altos salarios por solo extraer de un pozo abandonado un lodo que ni aún siquiera serviría para abono».
«Sin embargo, la suerte nos tenía preparado un agradable sorpresa porque un día en que todo parecía más sombrío -un lluvioso día en que todo parecía rodeado de tristeza y humedad- la draga apareció trayendo una especie de huevos de avestruz, afectando un color crema en comparación con el lodo a que estaban adheridos. Estos objetos resultaron ser bolas de incienso de copal, las que hicieron renacer mis esperanzas. Ya con anterioridad habíamos sustraído fragmentos de cerámica que tenían toda la semejanza de antigüedad, pero en esos momentos no podía ilusionarme, y además, restos semejantes son muy frecuentes en la superficie de la ciudad antigua. Pudiera haber ocurrido que un muchacho…… algún muchacho……. este año……. hace diez años ……. hace 100 años o cien siglos …… pudiera haber roto una vasija y sus fragmentos haberlos arrojado al pozo. La mentalidad del niño no ha cambiado a través de los siglos y seguramente que ningún muchacho teniendo en su poder un cántaro pudo haber resistido a la tentación de arrojarlo al profundo cenote, así es que los fragmentos que recogíamos pudieran ser muy bien antiguos, pero no haber estado enterrados desde una remota antigüedad.
«Pero por otra parte, las bolas de copal o resina aromática no dejaban lugar a duda. Con toda seguridad fueron arrojadas al cenote como ofrecimiento al Dios de las Lluvias, en época remota, cuando Chichen-Itzá era una grande y sagrada ciudad, la meca de los Mayas». Con esta prueba llegué a convencerme que este largo sitio había terminado y solo era cuestión de poco tiempo para que otros tesoros más importantes pudieran salir a la luz. A mi gran satisfacción pude comprobar que este cenote había tenido un significado religioso en los antiguos tiempos y en consecuencia las leyendas referentes eran ciertas.
«Desde estos momentos, casi todos los cargamentos de la draga sacaban algo: bolas de copal o cestos que habían sido llenados de este incienso plástico. Es cierto que los cestos habían desaparecido, pero habían dejado sus huellas en las masas de copal y de incienso de goma; fragmentos de madera de varias formas, de uso desconocido pero indicando toda la habilidad de los antiguos obreros. Entre estos objetos de madera había algunos hechos en la forma de antiguas podaderas, aunque los indios decían que se trataba de machetes de madera, y a todo esto mi corazón saltaba de gozo. Ninguna espada de acero de Damasco ni ninguna hoja de Toledo puede compararse en el valor histórico a estos implementos de madera, pues representaban en su forma primitiva las extrañas armas de los antiguos mayas y sus razas vecinas ante el ojo del siglo XX que nunca las había visto sino en representaciones históricas.
«Estas armas de madera eran lanzaderas el «hulche» de los mayas o el «atlatl’ de los nahuas. Estos se hallan representados en las paredes de los antiguos templos, en donde aparecen los guerreros en varias actitudes arrojando el hul-che.
El hul-che o lanzadera de los mayas es en su forma primitiva una arma más elemental que el arco y la flecha, aún más elemental que el «yun-tun» u honda para lanzar piedras. Las primeras que se recuperaron del Cenote se semejaban a la flecha para cazar pájaros pues habían sido cortadas de las ramas del árbol sin ningún arreglo posterior. Sin duda algún hombre salvaje del pasado faltándole su mazo y necesitando una arma tiró de un retoño adherido a una rama secundaria. Como le diera a este retoño un movimiento hacia abajo la rama se desprendió derecha como una flecha resultando con esto el probable invento del «hui-che».
«No deja de ser interesante el hecho de que el «huiche», tan universalmente usado por los mayas y sus vecinos, halle su paralelo en la lanzadera del hueso o marfil de los esquimales, en tanto que no hay absolutamente restos de su uso entre los aztecas o las tribus del Norte de México. En esas épocas tan vagas para nosotros en sustancia y realidad como las nubes que flotan en el cielo, el «hui-che» y no el arco era el arma más común para la guerra y la cacería. Entonces ocurrió, así podemos suponerlos, algún gran cataclismo que se tragó a toda la humanidad de regiones enteras dejando una ruptura étnica entre los dos extremos. Gradualmente esta ruptura fue llenada por razas intrusas que no tenían ninguna noticia de las artes y los extremos, el ártico y el trópico, con sus descendientes humanos y sus artes.
«Mas tarde se me proporcionó el placer de encontrar algunas ejemplares ceremoniales del «hul-che» representando sus más alto desarrollo artístico. Probablemente son los que sirvieron de modelo para la representación de los sacerdotes y otras figuras que se encuentran en las paredes y en las columnas cuadradas de piedra de mi Ciudad Sagrada.
«Si por una parte, los mayas nunca parece que usaran el arco y la flecha, sus vecinos del Norte sí lo hicieron. Posiblemente los mayas prefirieron esta arma más primitiva y también quizá más poderosa a cuyo uso ya estaban muy acostumbrados, cogiéndola en la mano con la porción en forma de gancho hacia abajo, y sobre éste descansando la parte del dardo que lleva plumas. El cuerpo del dardo descansa entre los dedos que sostienen el «hui-che» y con la flecha en la misma posición que el puño. Por medio de un movimiento poderoso del brazo salía el dardo por los aires con tal fuerza, aseguran algunas leyendas, que este dardo, cuando arrojado por un hombre fuerte, podría atravesar el cuerpo de un venado».
«Cuando estas armas de madera se extrajeron del Cenote Sagrado estaban en tan buen estado como el día en que fueron arrojadas al agua, pero al ser expuestas al aire empezaron a descomponerse inmediatamente, consiguiendo, gracias a los preservativos de que disponían, poderlas conservar.
«Mezclado con bolas de copal, con los cestos y objetos de madera recuperamos grandes cantidades de incienso de goma y objetos de ese material. Los primeros pobladores legendarios que se establecieron en Yucatán eran denominados hulmecas, que literalmente quiere decir «gente de goma», derivándose este nombre del uso tan grande que hacían de la goma en sus ritos religiosos y públicos, en la misma forma que los zapotecas o gente de «zapote» son llamados hasta nuestros días, debido al uso que hacen del árbol del zapote y de sus frutos. Así lo asegura el historiador Torquemada razonando como otros escritores, pues afirma que el nombre de la tribu llamada olmeca fue derivado del nombre genérico de su señor o gran jefe.
«Cualquiera que sea la respuesta a estas cuestiones de etimología, es un hecho evidente, tomado en cuenta los hallazgos del Cenote Sagrado, que los mayas usaron la goma en varias formas ingeniosas. Muchas masas del copal extraídas del pozo traían pegados en su superficie núcleos de pequeños cilindros de goma y en algunos casos astillas de madera todavía adheridas a la goma. Sin duda, tanto las astillas como la goma fueron usadas como muchas para el copal y esto queda comprobado por la afirmación de Torquemada: «encendían por medio de goma los fuegos de las vasijas que contenían copal, usado en las ceremonias de sacrificio.
«Sobre varias bolas de copal encontradas en sus cestos originales o en los vasos o sin ningún recipiente, aparecieron pequeñas figuras de goma colocadas alrededor de unas astillas de madera y en pos. ‘m vertical. Algunas veces las piernas de estas pequeñas figuritas de goma estaban medio enterradas en el copal, comprobando una vez más que eran formas elaboradas de mechas o encendedores.
«En cierto día que la draga apareció con su cargamento de hojas podridas y lodo y que uno de los indios había alargado el brazo dentro de esta masa lodosa, saltó dando gritos de terror. Todos nos acercamos para averiguar su miedo. Silenciosamente señaló hacia la cabeza de una serpiente de color oscuro con una banda blanca en el cuello, la que nos miraba en forma amenazadora. Esta era precisamente de la forma y tamaño de una pequeña víbora ponzoñosa de Yucatán. Se pasaron algunos segundos antes de convencemos de que solo se trataba de una víbora de goma. No obstante haber sido hecha probablemente antes de J. C. tenía toda la elasticidad de la goma vulcanizada, una sustancia vuelta a inventar por Goodyear en los tiempos modernos, después de tantos siglos, así es que sin dilación la arrojé dentro de un líquido preparado para preservar goma.
«Se encontraron algunas muñecas hechas de madera adornadas con copal plástico y goma. Están perfectamente formadas y su color y decoración hechos con mucho arte, teniendo algunas piernas y brazos giratorios por medio de uniones hechas de goma.
«Ahora había una prueba evidente de que la naturaleza humana no ha cambiado y que siempre han existido tramposos y charlatanes, pues algunas de las bolas de copal en lugar de ser claras, pesadas y puras, como era la gran mayoría, tenían una apariencia exterior muy perfecta, pero su interior estaba formado por hojas, palos y deshechos. Indudablemente algún antiguo falsificador se enriqueció con estas falsificaciones.
«Teniendo en cuenta el peso, yo creo que acumulamos diez veces más vasijas de barro que todos los otros ejemplares de otro material reunido. En algunas ocasiones una gran cantidad del barro sacado por la draga estaba formado de barro que fueron arrojadas al pozo. Probablemente por muchos siglos prevaleció la costumbre de arrojar al pozo estas vasijas llenas de copa! o incienso ardiendo. Muy posible es que algunas vasijas calentadas, cuando tocaron el agua fría se deshicieron y que también otras, no pudiendo resistir el tiempo, se convirtieran en polvo. Así es que el número de vasijas y jarras representadas por este lodo rojizo y esta tierra quemada debe ser considerable. Felizmente no todas fueron destruidas, muchas que no se pudieron reparar y una buena cantidad que fue recuperada, contándose algunas muy curiosas e interesantes.
«La variedad de dibujos y calidad de las vasijas es muy amplia. Las grandes vasijas o fragmentos de ellas -urnas cinerarias o zahumadores- eran generalmente de un material áspero y viscoso, pero bien modelado aunque quemado irregularmente. Sin embargo, son capaces de resistir una alta temperatura de calor. Entre esta clase y una variedad dura y de apariencia de pizarra tan delgada y fina como la porcelana, hay numerosas e interesantes formas tales como cabezas humanas muy bien modeladas. Muñecos, animales, reptiles -especialmente cocodrilos-, figuras de atlantes y vasijas con soportes usadas en las ceremonias de sacrificios destinadas a contener ofrecimientos votivos o manjares».
»No siempre tuvimos tan buena fortuna en nuestro dragado, pues en algunas ocasiones las capas superiores del lodo suave se precipitaban dentro de los hoyos que habíamos excavado, así es que teníamos que emplear varias semanas extrayendo este lodo antes de llegar al nivel de los tesoros».
«Un buen día la draga extrajo un cráneo perfecto, blanqueado y pulido, el que sujeto a un examen resultó ser de un joven; más tarde salieron otros y después otros cientos. La mayoría de los esqueletos eran de jóvenes doncellas, pero de pronto aparecían algunos cuyo ancho de hombros, cráneo espeso y constitución fuerte acusaban ser de un hombre, sin duda algún poderoso guerrero sacrificado en la flor de su juventud y enviado a la corte del Dios de la Lluvia».
«Todavía recuerdo, como si se tratara de ayer, el hallazgo. entre el lodo de la draga, de un par de pequeñas sandalias que indudablemente pertenecieron a alguna graciosa doncella. Estos objetos, más elocuentes que los cráneos y los huesos y más que cualquier otro hallazgo, me representaron el dolor y la tragedia de esos antiguos y crueles aunque bien intencionados sacrificios».
Frecuentemente se recuperaron restos de tela de algodón muy bien conservados, pero carbonizados. Mi propia teoría, con respecto a esto, consiste en que el incienso de copa!, cayendo sobre el vestido de la víctima y mezclado con la sustancia que se untaba en el cuerpo del sacrificado, producía un aceite que penetraba dentro de la tela y que al mismo tiempo que la carbonizara permitía se conservaran estos ejemplares de tela, conteniendo algunos bonitos dibujos. Son las únicas reliquias que se conservan hoy en día.
«Se descubrieron hasta unos noventa esqueletos y ante su vista mi corazón se conmovió de piedad, por ser esas jóvenes criaturas cuya vida había sido arrancada cuando ésta era tan dulce. Nuestros hallazgos probaron concluyentemente, que las afirmaciones hechas a Landa en 1565 eran ciertas: que tanto las doncellas como los guerrero eran sacrificados al Dios del Cenote».
«Los esqueletos femeninos pertenecían a muchachas cuya edad fluctuaba entre los quince y los veinte años. lo primero que recuperamos y juntamos tenia un cráneo de paredes muy delgadas y casi separadas. Este cráneo era de formas muy delicadas con pequeños dientes perfectos. La imaginación complaciente puede sin ningún esfuerzo revestir el esqueleto desnudo con carne y sustancia, de manera de representarse instantáneamente la graciosa y bonita doncella en el último acto solemne en que el pobre cuerpo juvenil, arropado con finas telas era arrojado al fondo de este terrible pozo».
«Gracias a comparaciones de estos cráneos femeninos con los de los mayas modernos obtenidos en los cementerios de los pueblos, llegué a la conclusión de que no había variación con diferencia apreciable, y tanto es así que estos cráneos, datando de hace muchos siglos, pueden pasar como cráneos típicos de una india maya moderna de pura raza».
«Los esqueletos masculinos forman un contraste con el de las mujeres, pues algunos son relativamente anchos de paredes gruesas, superficies protuberantes, frentes inclinadas y mandíbulas proñatas. Evidentemente sus poseedores eran muy primitivos y feroces y no eran de la misma raza a que pertenecían las prometidas del Dios de la Lluvia. Nuevamente las leyendas de que los guerreros sacrificados eran cautivos guerreros de alto renombre, a quienes después de haber emborrachado con el bal-che (sagrado licor de los mayas) eran arrojados al cenote como ofrenda a la deidad».
«Algunos años antes de la época a que me estoy refiriendo tuve la buena fortuna de descubrir en una tumba, sellada por una pared de piedra, el famoso cráneo Sabua. Tuve que trabajar durante días con un atomizador y agua de goma porque el cráneo, aunque perfecto en forma, tenía la consistencia de polvo y se desbarataba al más ligero contacto. Gracias a este procedimiento lo pude salvar y actualmente es un valioso ejemplar de museo que se guarda bajo cristales. En vista de lo anterior parecía extraño, casi inverosímil, ver estos cráneos y huesos perfectos saliendo del agua y tan bien conservados que no necesitaban otro tratamiento que limpieza y una frotación con una débil solución de formalina para que estuvieran listos para empacarse y expedirse. En el Cenote Sagrado, tan tenebroso y grande como es, no se hallan reptiles, ni saureos, ni ningún otro pez que pudiera destruir o roer los huesos. Yo sé que esto es cierto a pesar de las tradiciones locales que hablan de serpientes gigantescas y animales extraordinarios que se encuentran en los alrededores del pozo, al grado de que sería uno muy loco si rondara por sus alrededores a media noche. Yo he sido ese loco muchas veces y nunca me ha pasado nada, antes al contrario, durante las magníficas noches de luna en Yucatán este gran cenote tiene mucho mayor atractivo que a la luz de sol».
«Conforme las excavaciones iban avanzado en profundidad, pronto pasamos de la capa de lodo a una de cal en polvo, la cual se hacía más compacta al llegar a una formación tan dura como el mármol y sobre la cual el bote de la draga no hacía ningún efecto.
«En consecuencia, llegamos a la conclusión de que si todavía no habíamos acabado de dragar el pozo, sí habíamos llegado al extremo en que el cable de la draga no podía alcanzar el fondo del cenote y no sernos de utilidad. Sin embargo; estaba convencido de que continuando nuestro trabajo llegaríamos a encontrar más objetos, aunque me suponía que éstos no serían de un tipo muy distinto al de los que ya habíamos encontrado.
«En realidad no podía estar disgustado con mi buena suerte, considerándome como bien retribuido aún en el caso de no encontrar nada más, por todos mis esfuerzos, gastos y penalidades y haber justificado ampliamente mi aventura especulativa. Ya había terminado la reconstrucción de la historia del Cenote Sagrado, pero, gracias a los trabajos de la draga y otros sondeos hechos en diferentes lugares, llegamos a comprender que el fondo del pozo no era muy regular sino que estaba cubierto de eminencia, una especie de sierra de montañas en miniatura. En consecuencia ¿no era posible que hubiera entre esas grietas algunos tesoros más valiosos?, objetos más pesados y más pequeños que los que habíamos descubierto, objetos que por su peso tenían que haberse enterrado más en el fango hasta alcanzar el verdadero fondo del cenote?
«Nunca me hubiera sido posible alejarme de ese lugar ni antes haber recurrido a algún otro medio para descubrir ese secreto.»
«Algunas de las vasijas abiertas y con pies estaban de un bruñido rojo en su interior y exterior; otras tienen una línea azul y algunas eran rojas en su superficie exterior, dejándoles su interior con el color natural del barro. Los pies son redondos y huecos conteniendo cascabeles o bien eran delgados y macizos. Muy a menudo adaptaban la forma de cabezas de cocodrilo o figuras humanas grotescas. Se encontraron igualmente muchas vasijas anchas y planas y algunos platos circulares de unas nueve pulgadas de diámetro, en todo semejantes a las que descubrí en Labná y otras antiguas ciudades mayas.
Los antiguos creyentes no parecen haber tenido especial predilección hacia ciertos vasos cilíndricos de seis pulgadas de diámetro por nueve de alto. Estos muy a menudo comprendían paredes muy delgadas y tenían en su superficie bosquejos de figuras de alguna deidad rodeada de los símbolos convencionales de sus artículos.
Una ancha vasija circular de siete pulgadas de diámetro y con una asa larga y gruesa la que muy a menudo terminaba en una cabeza esculpida, era usada comúnmente como incensario. Esta última vasija no estaba hecha con el mejor barro y evidentemente solo servía para un corto uso. Encontramos muchos utensilios fragmentado de este estilo, pero solo un ejemplar perfecto, el que es excepcional por estar hecho con mayor material y de un acabado artístico. Su forma graciosa está adornada por medio de espacios libres necesarios para quemar el copal en su fondo. Caso todos los incensarios de ésta clase tienen pies huecos encerrando bolitas de barro quemado, las ‘que servían indudablemente para producir el ruido de un cascabel durante los bailes religiosos y los ritos.
«Las urnas mortuorias comprenden anchas vasijas adornadas con figuras humanas rodeadas de un dibujo convencional. Esta figura generalmente lleva en su espalda un receptáculo en forma de vaso, el que indudablemente estaba destinado para recibir y guardar las cenizas de los difuntos, pero puedo afirmar si estas vasijas ya estaban vacías al . ser arrojadas al Cenote o si aún contenían cenizas humanas, cosa que espero será solucionada al hacerse un análisis químico.
El hallazgo del copal en relación íntima con las vasijas no deja lugar a duda con respecto al uso y objeto de ambos. El empleo de resina con respecto al uso y objeto de ambos. El empleo de resina de copal como medicamento y como ofrenda sagrada ocurrió casi simultáneamente a la aparición del hombre en la península yucateca. En las esculturas primitivas talladas en la roca de la famosa Cueva de Loltun aparecen representaciones de ofrecimientos de copal como rito religioso, en tanto que las vasijas de barro entradas en la cueva contienen residuos ennegrecidos de copal quemado, residuo que a pesar de su antigüedad aún da el característico olor de esta resina cuando se le quema y que no es confundible con cualquiera otra. El árbol de copa! antiguamente conocido como «psom». Todavía crece en casi todas partes de Yucatán y en tiempos antiguos era cuidadosamente cultivado y su recolecta se efectuaba como si se tratara de una ceremonia religiosa. Uno de los antiguos cronistas españoles dice a este respecto:
«Psom, es el nombre de un árbol del cual los nativos sacan una especie de incienso de resino el que queman delante de sus ídolos y en sus casas. Nosotros los españoles aprovechamos esta resina para curar muchas enfermedades y lo llamamos copal, que es una palabra mexicana.»
«La primera pieza de copal que encontramos era casi redonda y da un tamaño semejante al de una pelota de base ball. Cuando está fresca la resina es muy ligera de peso y casi transparente, pero con el tiempo y por la presión del agua ejercida sobre el fondo del cenote, hicieron que los ejemplares del copal aparecieron con una patina semejante a la de los objetos encontrados en los depósitos lacustrinos de Suiza. Muchos cientos de estos ejemplares de copal aparecieron en forma redonda u ovalada y muchos de ellos tenían todavía la marca de los cestos en que habían sido guardados. Uno de estos ejemplares, que pesaba varias libras, todavía contenía porciones del cesto adherido a su exterior, lo que demuestra que el copal estaba todavía en un estado plástico cuando fue colocado en la canasta. Alguno de los núcleos de copal habían sido envueltos en hojas pues la impresión de la textura de las hojas en su superficie es tan clara que le sería factible a un botanista identificar la clase de árbol a que pertenecieron.
«Se encontraron algunas cantidades de corteza de árbol conteniendo en su superficie interior pelotillas de copal colocadas en tal forma que representaban símbolos convencionales u oraciones para la lluvia. Algunas de las masas de copal están modeladas en forma de figuras o caras humanas, algunas de ellas fantásticas o grotescas, otras en la forma de ranas conteniendo algunas de estas últimas pequeñas bolitas de goma en sus bocas.
«También se encontraron ollas de todas clases figurando entre ellas tres pequeñas que se rompieron al más ligero contacto y que a duras penas se pudieron conservar; «leks» o grandes ollas, algunas de un pié de diámetro y con capacidad para dos galones; ollas fragmentadas y remendadas con lazos de corteza en la misma forma como la actualidad las reparan los mayas modernos; ollas recubiertas con el mismo marfil blanco que se usaba en las vasijas de barro y pintadas con jeroglíficos. Estas ollas seguramente que no eran solo usadas para guardar líquido sino también para la conservación de maíz y fríjol como todavía se usa entre los mayas actuales. Ninguna de estas ollas fue encontrada con tapa pero si se encontraron por separado algunas de estas cubiertas. Algunas todavía conservan restos de un tallo que se empleaba como asa y también servía de cubierta o tapón, lo que hace suponer que probablemente algunas de estas ollas ya llenas eran selladas antes de arrojarlas al Cenote.
«Entre los objetos de madera, el más interesante de todos es el «hul-che» que ya descrito con anterioridad, y gracias a los descubrimientos efectuados en el Cenote hemos podido representamos la historia completa de esta arma desde su forma más primitiva hasta constituir un objeto de ceremonia y adorno.
«Las etapas más elevadas de desarrollo del «hulche» están representadas por dos ejemplares del Cenote. Uno de ellos representa una serpiente enroscada cuyos colmillos forman el gancho del arma y el espacio ocupado por los ojos, actualmente hueco, en su estado original, probablemente estaba relleno de jade. El cuerpo del segundo está formado por figuras humanas y su parte delantera recubierta de un fino mosaico o de una máscara de oro bruñido. Esta arma es tan perfecta y su tallado tan fino como el mejor ejemplar japonés. Igualmente encontramos los dardos de piedra que se usaban con el «hul-che». Claramente se hallan representadas en las paredes de los templos, pero hasta la fecha no se había encontrado ninguno y cualquiera los puede examinar en el Museo de Peabody de la Universidad de Harvard, aunque desprovistas de su extremidad de piedra pero todavía mostrando la perforación en el cuerpo de la madera en donde esta piedra se ajustaba. También existen algunos dardos hechos de piedra ordinaria y pedernal; otros están fabricados con calcedonia transparente, jaspe, y aún de jade. Estos ejemplares representan el más alto desarrollo de estos antiguos dardos del continente americano y probablemente del mundo entero.
«Igualmente se encontraron pedazos de lanza y puntas de las mismas. Algunas de éstas, como los bonitos dardos, todavía conservan rastros del betún negro -probablemente copal endurecido que originalmente ajustaban la punta de piedra al cuerpo de madera.
«Se encontraron unos objetos de madera en forma de incisivos de jaguar, teniendo fragmentos de un hermoso mosaico incrustado, lo que parece representar restos de una máscara de jaguar y otros objetos semejantes recubiertos de una lámina de oro, parecen también representar porciones de máscara de jaguar de oro. Además se encontraron unos armazones de madera que indudablemente son restos de escudos. La madera propia de Yucatán es el cedro, muy ligero y fácil de trabajar, y al mismo tiempo resistente a la temperatura y a los insectos, así es que todos los objetos de madera necesitaban una rápida y hábil aplicación de preservativos, pues si por una parte tenían la consistencia de la yesca húmeda, cuando se· sacaban del agua y eran expuestas al aire era suficiente para que se deshicieran en polvo. Afortunadamente yo ya estaba preparado para esta contingencia y gracias a eso ninguno de los objetos de madera se perdió o quedó maltratado por falta de un tratamiento apropiado.
«En seguida del «hul-che», el «caluac» es uno de los tesoros de madera más preciados, el cual representa un cetro o bastón simbólico de los grandes sacerdotes o de los nobles. En muchos casos se halla representado este objeto en las paredes de los templos, llevado su cetro o un obispo su cayado. Es muy significativo el hecho de que ninguna figura representada con el «caluac» lleve el «hul-che», lo que quiere decir que quizá el uno sea substituto del otro como arma simbólica. Cualquiera que sea su uso, tenemos varios ejemplares, algunos en casi perfecto estado y de diversos tamaños. El más común de todos mide media pulgada de espesor por tres pulgadas de ancho y veinticuatro de largo.
«Además de las muñecas de madera y otras figuras que ya indiqué anteriormente, obtuve un curioso cascabel ritual recubierto de mosaicos y algunas espátulas parecidas a los palillos japoneses destinados a la oración. Estas espátulas son delgadas y de tres pulgadas de ancho por siete de largo; en ambos lados conservan restos del mismo esmalte blanco que se encontró en las ollas y vasijas de barro. Los caracteres o dibujos que aparecen en las espátulas de madera son tan semejantes a los del Códice Dresden que pudiéramos creer que fueron obra del mismo artista.
«Los ritos fálicos fueron practicados en algunos, si no es que todas las regiones de la península, y aquí lo encontramos representado por un falo de madera bien tallada procedente del pozo. Como fue extraído de las capas inferiores del Cenote descartada toda duda de que haya sido arrojado en épocas recientes. A alguna distancia al Sur del Castillo se encuentra una línea de anchos falos de piedra los que indudablemente fueron tomados de alguna parte de la ciudad en ruinas por los primeros colonizadores españoles y luego abandonados en la carretera. Además, la casa del «Falo» en el viejo Chichen-Itzá afirma la existencia de este culto, como acontece otro tanto en las antiguas ruinas de Uxmal.
«Muchos de los adornos del labio o mejilla de madera están fabricados con «ciricote» o ébano. La parte frontal de estos implementos está sumida y sobre ella se tallaba generalmente la figura de un guerrero emplumado. El tallado en la mayoría de los casos es tan fino como un camafeo y sus rasgos se hallan acentuados por un pigmento rojo aunque también se encuentran restos de uno verde. Este trabajo se ejecutaba siguiendo los mismos principios como en las esculturas de las paredes de los templos en donde los colores verde y amarillo servían para indicar respectivamente objetos u ornamentos de jade y oro. Es verdaderamente admirable el hecho de que estos collares hayan resistido siglos bajo el agua y dudo mucho que algunos de nuestros colores modernos tengan estas cualidades de duración.
«Ahora voy a hablar del último y quizá más importante hallazgo de todos los objetos de jade. De la parte más baja del pozo extrajimos siete placas de jade ya fragmentadas pero que después pudimos reponer sin que les faltara casi ninguna parte. Aproximadamente miden 3×4 pulgadas y tienen esculpidas varias deidades mayas. Además se encontraron otras nueve placas, de dibujo y longitud semejante a las anteriores, pero de solo dos pulgadas de ancho.
«Con respecto a los ornamentos personales de jade recuperamos 160 cuentas anchas y bien talladas y unos pendientes de diversos tamaños, casi todos en perfecto estado; se encontraron 70 aretes de jade, adornos de nariz de 2 pulgadas de diámetro hasta de una pulgada y todos están muy bien cortados y pulidos. Entre los ejemplares más bonitos se encuentran 14 globos o bolas de jade de una pulgada y media de diámetro. Todos están muy bien pulidos y algunos tienen figuras humanas talladas, igualmente que otros dibujos.
«El objeto de jade más valioso es una figurita de 4 pulgadas de ancho por otras tantas de altura. Representa una figura sentada, de tipo palencano, con un tocado muy elaborado y es probablemente la figura más bonita que se ha encontrado en toda la región maya. Está hecha con un jade liso, perfectamente tallada y pulida y se halla muy bien conservada a pesar de su larga permanencia en el fondo del pozo. Este solo ejemplar recompensa mil veces los muchos años de mi vida ocupados en resolver los misterios del Cenote, de donde proviene.
«Con todo propósito he dejado al final la descripción de los objetos de jade, pues constituyen el triunfo mayor de nuestro descubrimiento, y son tesoros que en lugar de rasgar el velo de nuestra ignorancia, solo sirven para añadir una nueva duda y otro enigma misterioso.
«Estas placas y ornamentos, verdes, grises o amarillos son de jade auténtico, pero el jade no es nativo de América. A pesar de todas las pesquizas y de todas las investigaciones, ninguna vena de jade se ha encontrado en el continente americano, ni siquiera la más pequeña partícula o cristal. La nefrita y serpentina suave son muy comunes en el Norte de Sud América, pero el jade procedente de las antiguas ciudades mayas es auténtico y tan fácil de distinguirlo de la nefrita como el verdadero diamante se distingue del vidrio ordinario. Por otra parte, nunca he encontrado ni tampoco he visto· ningún objeto semejante procedente de alguna ciudad maya que sea de nefrita aunque los indios actuales particularmente en el Norte de México nos venden objetos de serpentina haciéndolos pasar como de «chalchiuitl».
La palabra nahua «chalchiuitl», que originalmente significaba nefrita o jade americano, desde antes de la llegada de los españoles esta palabra se había corrompido y se aplicaba a cualquiera piedra verde.
«Para los antiguos mayas el jade era muy apreciado, más aún que el oro (metal solar) del que tenían gran abundancia, como ocurre aún en China hoy día en que se pagan miles de dólares por un sartal de cuentas de jade.
«La siguiente narración es auténtica concerniente a Cortés y Moctezuma ilustra este punto y la historia fue recogida por uno de los andantes de Moctezuma y en consecuencia presenta visos de verdad.
«Aunque Moctezuma era casi el prisinero de Cortés no fue por mucho tiempo considerado como tal, sino más bien como un huésped de honor. Cortés y Moctezuma acostumbraban jugar todos los días un juego nativo que en mucho se parece al ajedrez, interesándose mucho en éste, teniendo por costumbre, al finalizar el juego de cada día, hacerse muchos regalos.
«Al terminar uno de estos juegos el monarca azteca regaló a cortés varios anchos discos de plata y oro primorosamente terminados a lo que cortés quedó muy admirado y agradecido. Moctezuma sonriendo dijo: el regalo de mañana será de tal valor en comparación con éste como una piedra comparada con todo un camino.
«Como debemos suponer, el poderoso Cortés paso una noche de insomnio en la expectativa de ese regalo. Al fin vino la mañana y el juego se llevó a cabo. El regalo de Cortés a Moctezuma no nos importa mucho. En cambio el tesorero real de Moctezuma trajo en una bandeja de oro el regalo real consistente de cuatro pequeñas cuentas de jade. La desilusión de Cortés fue tan grande que no la pudo ocultar, pero Moctezuma había obrado de buena fe, pues el jade tenía entre los aztecas un valor intrínseco mucho mayor que el oro y la plata.
«Por lo que he podido comprobar hasta ahora, los mayas le asignaban muy poco valor a la plata y estimaban el oro más bien por su adaptabilidad y maleabilidad y su supuesto origen sagrado más que por su valor monetario. El oro constituía un objeto de trueque solo por el hecho de ser útil como adorno y como un metal para el templo y probablemente el cobre tendría casi el mismo valor para estos antiguos habitantes.
«De todos los objetos de jade recuperados, solamente la quinta parte está intacta y los que están fragmentados fueron rotos intencionalmente y por una mano hábil. Las fracturas no son el resultado de un golpe casual o accidental sino que fueron debidas al golpe de un instrumento agudo y por una mano diestra, pues el jade quedó roto y no pulverizado. Como la gran mayoría de las reliquias procedentes del barro, fueron perforadas en sus bases, y las armas fueron rotas a fin de que almas de quienes morían pudieran ser acompañadas de las de los objetos materiales que tanto habían querido o usado durante su vida terrestre, así que cuando estas almas completaran su largo viaje y se prosternaran ante el todopoderoso Hunal Ku, el supremo Dios de los Cielos, cada llevara sus almas y sus joyas terrestres y tuviera a mano las almas de sus implementos.
«Aunque casi todos los antiguos ritos y creencias les son desconocidos a los mayas modernos, esta sola creencia ha persistido en una forma esotérica. Hace muchos años asistí al funeral de una joven maya cuyo marido le había sido muy devoto. Su atavío funeral era de los más costosos que pudo proporcionar la familia, el «huipile» y pie hermosamente bordados de xoc bui chui (bordado de los hilos contados), y sus chinelas de seda rosa también estaban muy bien bordadas. Grandes tablas habían sido cortadas tanto en el «pie» como en el «huipile» de manera que no se podían observar y las suelas de las chinelas tenían cada una tres hendiduras longitudinales.
«Cuando pregunté al abuelo de la joven por qué había hecho esto me aseguró no saberlo y que sólo era la costumbre entre sus gentes; pero cuando pregunté al viejo «H’men» de Ebtum lo que había visto y mi convicción acerca de esto, admitió que estaba en lo cierto y que la antigua creencia y costumbre había venido de generación en generación, pero por supuesto que este asunto nunca lo discuten con el clero católico.
«Siempre desde aquella época, y cuando encontré los objetos de jade en el gran Cenote, pienso de estas hermosas piedras como si fueran «almas de joyas» aunque de acuerdo con la creencia maya, sus almas las han abandonado.
«Desgraciadamente algunos de estos objetos han sido robados, no sé qué cantidad, por tampoco creo que sean muchos. Como estos objetos son de mucho valor es causa por la que muchos de ellos no llegan a un lugar seguro para exhibirse. Uno de los nativos extrajo algo de oro de nuestros hallazgos y ya lo había convertido en una cadena antes de que lo hubiéramos descubierto. Más tarde descubrí que uno de mis capataces había sido sobornado por otro arqueólogo para que por cualquier precio le consiguiera todos los hallazgos que pudiera. Si por una parte nunca sabré el total de estas pérdidas, si puedo asegurar que no debe ser muy grande, pues ningún hallazgo fue extraído que no viera y cada uno fue catalogado.
LISTA DE LOS OBJETOS MÁS IMPORTANTES DE ORO Y JADE ENCONTRADOS EN EL CENOTE SAGRADO DE CHICHÉN-ITZÁ
- Una vasija de oro puro, de doce pulgadas de diámetro, de fondo redondo y de una libra de peso
- Cuatro vasijas, copas o tasas, de tamaño más pequeño, sin labrar, pero de un material sólido y acabado artístico. Ninguna de las vasijas anteriores fue aplastada o deteriorada.
- Ocho discos de oro, grabados en realce, de diez pulgadas de diámetro.
- Ocho discos de oro, grabados en realce, de ocho pulgadas de diámetro.
- Diecisiete discos de oro, grabados en realce, de seis pulgadas de diámetro.
- Diez discos de oro, grabados en realce, tamaño pequeño a $50.00 $500.00
- Un hermoso penacho, banda frontal, o tiara, de ocho pulgadas de largo por cuatro de ancho de un bonito trabajo comprendiendo serpientes entrelazadas con tocados de plumas. Este magnifico objeto de oro es el mejor que se ha encontrado en la región maya.
- Once figuras de animales y reptiles, probablemente broches o adornos de semejantes, todos de oro maciso y bien acabados. Ranas, figuras en monos, casi todos fundidos, macizos y de oro puro.
- Catorce objetos pequeños en forma de candeleros, de oro puro.
- Diez figuras de oro en forma humana o de mono.
- Veinte argollas de oro, casi todas muy delgadas, pero de oro puro.
- Sesenta objetos de uso desconocido, pero de material de oro.
- Cien cascabeles de varios tamaños, todos los ejemplares de oro igualmente que los badajos.
- Cuarenta objetos sin clasificación, de oro puro, o de oro mezclado con bronce; sandalias, discos, objetos en forma de regatón, piezas completas y fragmentos formando parte de los escudos y otros adornos.
- Cuatro platillos o bandejas, de pulgada y media de diámetro, con perforaciones en el centro.
- Una máscara de oro macizo de siete pulgadas de diámetro con los ojos cerrados, representando una persona dormida o muerta y teniendo sobre el párpado derecho de la misma figura en cruz semejante la llamada trompa de elefante.
- Un «Hul-che» de oro (lanzadera o atl-atl) en forma· de serpientes entrelazadas.
- Siete placas o tabletas de jade, rotas y reparadas después, de tres por cuatro pulgadas.
- Nueve placas de jade, de dos pulgadas por cuatro por_ de grueso. Sin duda estas placas fueron rotas intencionalmente antes de ser arrojadas al cenote.
- Ciento sesenta grandes cuentas de jade muy bien talladas y pendientes de gran tamaño, casi todos en perfecto estado.
- Setenta objetos de jade representando aretes, adornos de nariz y de labio, desde dos pulgadas de diámetro hasta media pulgada y todos muy bien cortados y pulidos.
- Catorce esferas de jade, de una pulgada y media de diámetro, todos muy bien pulidos y algunos de ellos muy bien esculpidos con figuras y otros dibujos.
- Una figurita pequeña de jade muy bien esculpida de cuatro pulgadas de ancho por cuatro de alto, representando una figura sentada del tipo palencano y con un bonito tocado. Es un ejemplar perfecto y se le puede considerar como el mejor de la región maya.
- Muchos cientos de pequeñas cuentas de jade, de todos tamaños u formas, y todas pulidas, especialmente algunas, cuyo tallado es perfecto.
- Un cuchillo para sacrificios con su hoja de pedernal y su puño de oro representando serpientes entrelazadas. Este es el único ejemplar perfecto sacado del Cenote Sagrado y probablemente el único cuchillo auténtico y perfecto que se encuentra en cualquier museo americano. Por lo menos este es el único ejemplar existente en el Museo Peabody.
- Otros miles de artículos de gran valor para la arqueología.