Por siglos los norteamericanos practicaron la vida out the town, es decir: fuera del pueblo. Un programa de televisión nos la mostraba con ternura: La Familia Ingals. Pero lo cierto es que a mediados del siglo XX los mismos norteamericanos reconocieron que nuestra estructura barrial era la mejor manera de vivir.

La estructura del barrio contempla un parque alrededor del cual hay: mercado, iglesia, cine, farmacia, doctor y escuela, al menos. Es el mundo ideal de principios del siglo XXI: sin automóviles y sin el agobiante problema del transporte público.  Pero nosotros seguimos siendo devotos de la vida campirana. Sin embargo, el nuevo urbanismo plantea que son tres conceptos los que le dan valor aun terreno: la conectividad, la sustentabilidad y el nivel humano. La sustentabilidad indica que, a menos de 500 metros, se cuente con: una escuela hasta secundaria, un parque, una iglesia, un supermercado, una tienda de conveniencia, una farmacia, un cajero automático-por el pago de las nóminas- y una ruta de camiones.

Por su parte el nivel humano tiene dos dimensiones: el relativo al contar con urbanización y al que le gente camine, cierto: es difícil este punto en tanto no se reforeste la ciudad, problema este que es de los más graves que tenemos por lo que impacta en la vida y la economía familiar. Sin embargo, el parque es el eje de un rumbo, es quien convoca a toda la familia, es la base del Nivel Humano y por eso puede dar mucho.

A pesar de lo que impacta en el valor de los terrenos los grandes desarrolladores no optan por la Estructura Barrial. El gran ejemplo está a la vista: el parque de la Colonia Alemán. Verdad es que distintos ayuntamientos hay hecho esfuerzos por reanimar la vida en algunos parques, pero no menos cierto es que en la medida que haya sustentabilidad podrá darse esa fascinante vida que puede existir en una Mérida pacífica.

Los parques son el alma de la colonia, en ellos los vecinos se hacen vecinos y conviven todas las generaciones. Recuerdo que hace años había un programa municipal que todos los sábados por la tarde visitaba una colonia: ahí el Mtro. Álvarez o yo debamos unas palabras sobre el héroe del parque o de la colonia o sobre la fecha en que estábamos, después bailaba el ballet del Ayuntamiento y se daba un pedazo de pastel, para lo cual se llevaban inmensos pasteles.

Se llenaba el parque, había globos y niños corriendo, enamorados, señoras parlanchinas, personas de la tercera edad, era todo un espectáculo ver la fiesta que se hacía con tan poco. Ignoro si este programa continúa y si tuvo una suerte de programación para que no se trata de un solo día. Lo cierto es que tenemos que seguir animando los parques que le dan alma a la ciudad.