Un recorrido por algunas de las estatuas de la ciudad nos exhiben algunos equívocos. El periplo incluye los siguientes puntos: las estatuas de don Justo Sierra O’Relly en el Paseo de Montejo, la del Gral. Salvador Alvarado atrás del recinto del Tribunal Superior de Justicia del Estado, la del Gral. Manuel Cepeda Peraza en el parque que comparte este nombre con el de Hidalgo; asimismo incluimos dos emplazamientos significativos: el Parque Eulogio Rosado y el de Santa Lucía, llamado en otras épocas de lo Héroes.

Los equívocos de las estatuas de Mérida: Justo Sierra O'Relly

Estatua de Don Justo Sierra O’Relly en la avenida Paseo de Montejo en Mérida Yucatán.

LA ESTATUA DE DON JUSTO SIERRA O’RELLY

De acuerdo a las imágenes de la ´poca la estatua consagrada a la personalidad de don Justo Sierra O’Relly en el Paseo de Montejo no corresponde a los rasgos físicos de don Justo. Como podrá notarse en la imagen que contiene su firma deon Justo era de pelo un tanto lacio, de acuerdo a la moda vigente, con el de un costado echado hacia delante, al mismo tiempo el líder de la «Generación de 1840» usaba lentes, bigote y una incipiente barba agajo de los labios; sin embargo, el rasgo más significativo lo podemos encontrar en la complexión: la imagen que contiene la firma autógrafa de Sierra O’Relly lo muesta robusto y la estatua del Paseo de Montejo lo presenta delgado. Las diferencias son notorias y podría decirse que se trata de dos personas distintas.

Justo-Sierra

UNA DONACIÓN

El cronista Juan Francisco Peón Ancona nos dice que el señor Eduardo Casares Martínez de Arredondo aceptó gustoso donar la estatua que se ubicaría en una glorieta al final del Paseo de Montejo. La pretensión era embellecer la noble avenida, como se estaba hermoseando toda la ciudad, ante una inminente visita del presidente de la República, don Porfirio Díaz. El personaje que se eligió para la estatua y el nombre de la glorieta fue el de don Justo Sierra O’Relly, a quien se le ha considerado padre de la literatura yucateca. No podemos dejar de considerar que el ministro de la Institución Pública y Bellas Artes del gabinete de don Porfirio era hijo del personaje elegido. A don Justo Sierra Méndez le sentó muy bien el homenaje a sus señor padre y esto pudo tener consecuencias venturosas para las relaciones del gobernador de Yucatán de aquel entonces, don Olegario Molina Solís. Lo cierto fue que don Eduardo recorrió al escultor Federico Homdedeu; y la fundición se realizó en los talleres de la «Fundación Artística Mexicana» bajo la dirección del célebre escultor Jesús Contreras. A pesar de todos estos esfuerzos y estos atributos la escultura, que representa los valores estéticos imperantes a principios del siglo XX, no corresponde a las características físicas que en vida y de carne y hueso tuvo Justo Sierra O’Relly.

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