Los Libaneses de Yucatán y sus viviendas

A menudo existe una idea equivocada: el estilo de mezquita es el que define al de la vivienda de los libaneses. Sin embargo, apenas si se tiene que decir que este estilo corresponde a los mahometanos y no a los libaneses que eran cristianos maronitas. En el Líbano las casas se hacen de piedra con la solidez necesaria para resistir las nevadas, son fundamentalmente para la familia nuclear, se adornaban con alfombras y gobelinos y en los patios se cultivaban plantas comestibles. En  Yucatán  esta última costumbre prevaleció, siendo común que en los patios de los inmigrantes libaneses se sembrara higo, parra, hierbabuena, orégano y otras especias. Si embargo, con frecuencia varias familias habitaban una sola casa; de suyo existió el llamado Hotel Moisés, en las inmediaciones de la calle 50, en donde solía acomodarse a las familias recién llegadas del Líbano. Ya hemos mencionado el extraordinario sabor que tuvo la zona con la presencia de los libaneses, a punto tal que se dice que el cine Esmeralda de San Cristóbal debe su nombre a una joven inmigrante muy bella. Abundan las anécdotas y los personajes las anécdotas y los personajes pintorescos. Alejandro Cervera Andrade en un cuento recoge algo de aquella intensa vida comunitaria.  A dos personajes nos referimos nosotros, se trata de dos mujeres libanesas que ofrecían su poder de «curación», eran doña Nellibe Gunam y doña Yamila Serrof; ambas hacían limpias y curaban el «mal de ojo» y otros padecimientos; claro está que su clientela no sólo se ajustaba a los miembros de la «colonia» sino que solían servir a yucatecos.

Era frecuente que que vivía en el interior del estado llegara a casa de algún pariente en Mérida ya fuera para hacer alguna diligencia de carácter personal o para comparar mercancía. Esta cercanía afianzó las relaciones y le dio una extraordinaria cohesión al grupo, de ahí que facilitara los casamientos hacia adentro e impidiera, con relativa facilidad, los matrimonios mixtos al punto de que cuando un joven yucateco entraba en los terrenos aquellos con pretensiones de enamoramiento fuera expulsado a trompadas. Se daban casos en que en el mismo predio se encontraba el domicilio y el negocio. A mediados de siglo la «colonia» empezó a abandonarse dejándose, en algunos casos, sólo los negocios en la zona: la prosperidad exigía residir en las mejores colonias de la ciudad.

A continuación les presentamos una muestra fotográfica de algunos libaneses que migraron a Yucatán.

También pueden ver más fotografías en la Galería de Libaneses en Yucatán

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