Bistrot

Visité con mi hijo Gonzalo el restaurante francés Le Bristot en su antiguo espacio, en una plaza de la Prolongación del Paseo de Montejo. Me sentí complacido de que volviera haber en Mérida un restaurante francés.

La industria restaurantera como la conocemos hoy en el mundo nació en Francia, por mucho tiempo el concepto de “restaurante” era el de la cocina francesa. Pedimos un legítimo paté de foi gras que con pan Melba se deslizaba al ritmo de un vino tinto Merlot a 14 grados. Siempre me ha sorprendido el espíritu intelectual y la sensualidad del pueblo francés, combinación fascinante que nadie la tiene como Francia. Si pienso en Gran Bretaña puedo hablar de Shakespeare como el escritor emblemático. Si decimos España nadie lo dudaría: Cervantes. Pero eso es imposible en Francia. Evoqué a Moliere y Descartes, nos fuimos con los hombres de La Ilustración: Rousseau, Voltaire, Diderot, DÁlambert y llegué a Víctor Hugo y Nerval. Fueron Montesquieu y Toqueville los que nos remitieron a Grecia. Dije que los griegos habían inventado la filosofía y en tal sentido el pensamiento racional en occidente. Gonzalo me hizo una lúcida observación: También la idea del Estado.

Observé que el pan pita , que es la base del pan de la pizza, y ésta misma, es de origen griego. Pero no podemos hablar más de la cocina griega. Pasamos a Roma y su gran aportación a la cultura occidental: el derecho, eso nos hizo pensar en la dualidad que nos ocupaba: contemplación y sensualidad que habitaba en Italia y su variedad de sus cocinas. Gonzalo me hablaba de los principios del Derecho Romano que prevalecían en la actualidad y por algo llegamos a los títulos de Julio César: “Hijo de Venus, Conquistador de las Galias y Cónsul de Roma”, dijo al mismo tiempo que arribábamos a la exquisita Sopa de Cebolla. Este manjar de la cocina francesa tiene su gracia: lograr que la cebolla suelte su sabor dulce. Cubierta con el requerido pan la sopa resultaba deliciosa. Mirabeau y su influencia en los políticos contemporáneos nos llevó a los platos fuertes: cierto filete al vino tinto y un Canard al Orange que estaba decorosamente logrado. Hablé de la influencia de los liberales ingleses en los hombres de la Ilustración y de Edgar Allan Poe en Baudelaire y de éste en toda la poesía francesa moderna. Dije que algo semejante sucedía con la cocina: Francia sabía tomar lo mejor del mundo , transformarlo y regresarlo mejorado.

Gonzalo me habló de París y su fama de ser la ciudad más bella del mundo. “Las ciudades modernas están inspiradas en París”, le dije. Finalmente le hice una confesión: visitaba París cuando tenía un vigor digno de memoria y no encontré en las mujeres francesas la sensualidad que tanto se pregonaba . Esto fue una decepción. No pudimos llegar a las crepas y al café, tampoco a Mallarmé, Sartre , Breton y otros tantos. Pero volveremos a Le Bristot , que es una manera de volver a Francia.