UNA TUMBA EN DZILAM

Por Lorenzo Escudero

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Existen en el caribe mexicano posadas, restaurantes, discotecas y tiendas que llevan el nombre legendario del los Laffite. así en todos los casos se les representa de la misma manera: un parche en el ojo, camisa con rayas horizontales, sombrero de tres picos a la moda del siglo XVIII y, en algunos casos, hasta con una indiscreta arracada en la oreja. Me parece que nadie traspasa este prototipo que la leyenda atribuye a Juan Laffite o a su hermano Pedro.

En los estado de Texas y Luisiana, en la Unión Americana, la situación es distinta, existen asociaciones que se dedican a realizar investigaciones sobre las figura de aquellos hombres; se han constituido bibliotecas especializadas donde coexisten las investigaciones serias y los libros hechos para incrementar la leyenda. Existe, cuando menos, una película muy famosa sobre el tema: «Los Bucaneros». Se han realizado series de televisión que han tenido mucho éxito.

A lo largo de los siglos XIX y XX se tejieron toda clase de historias sobre los Laffite, particularmente sobre Juan. Pareciera que el mito trasciende a los personajes. No es difícil entender porqué los Laffite atraen tanto el interés en algunos estado sureños de l Unión Americana: los Laffite fueron unos célebres piratas de origen gascón que introducían mercancía de contrabando a la Luisiana desde su asiento en las islas de Baratería en las desembocadura del Mississipi; con magníficas relaciones con la legislatura, los comerciantes y, sobre todo, con los plantadores de algodón, los Laffite fueron de las más grandes introductores de esclavos negros, provenientes del África, al Sur de los Estados Unidos. Hecho éste que influyó en la historia norteamericana de los dos siglos pasados.

Nueva Orleáns, como toda la Luisiana, fue francesa antes que norteamericana, por eso su sabor y su resistencia a formar parte de un país del que se setnía ajena, también en esta circunstancia puede encontrarse la razón por la cual le brindo un clima favorable a los negocios ilícitos de los hombres de la Baratería.

Entre la gente de los Laffite se podían encontrar personajes pintorescos como el general Hubmert, héroe de la revolución francesa y cuñado de Napoleón Bonaparte, que desterrado de Francia por sus ideas republicanas, comandó gran parte del ejército de Lecrec que vino a sofocar una rebelión en Haití. La Baratería contaba con un hombre sanguinario y diestro para el combate, cuyas hazañas en los mares americanas le crearon una fama que hasta hoy perdura: Dominico You, excombatiente, también, de la revolución francesa. Gambi y Beluche fueron hombres fieros que operaban bajo el liderazgo de Juan Laffite. Quizás por eso los británicos recurrieron a la Batería para formar una alianza cuando a principios del siglo pasado invadieron a los Estados Unidos y pretendieron tomar el control del río Mississipi. Juan Laffite que, contra lo que se piensa, ara un hombre inteligente y de exquisitas maneras, aprovechó la coyuntura para demostrarle al gobernador de la Luisiana que era un patriota: se negó a aceptar las propuestas británicas.

En una histórica carta, Laffite, expone la situación al gobernante, le muestra su contricción y no deja de invocar su presunta observación de las leyes: los barcos de Laffite contaban con patente de corso de Nueva España y Nueva Granada. En efecto, el congreso mexicano que presidían Don José María Morelos y Pavón y Don Simón Bolivar, cada uno por su lado, proporcinaron patentes a los barcos de la Baratería para poder navegar por los mares. Los insurgentes mexicanos llegaron más lejos, urgidos como estaban de recursos pretendieron hipotecar la nación mexicana a los hombres de la Baratería por la suma de seis millones de pesos.

William Cole Clairborne fue el primer gobernador americano que tuvo la Luisiana. Hombre devoto de la legalidad, desplegó una tenaz campaña contra los Laffite y la Baratería a pesar de las frecuentes resistencias de la legislatura y la población. Clairborne es una figura que, en toda esta trama, sigue cautivando a los norteamericanos: representa el espíritu de justicia insobornable que animó la formación de los Estados Unidos. Desde la capital norteamericana se apoyó a Clairborne y se condenó a los Laffite.

Clairborne que había pecado de ingenuo en el pasado no creyó en las cartas que Laffite le envió anunciándole las propuesta y los planes británicos y atracó furiosamente la Baratería, incautado mercancía y haciendo prisioneros. Juan Laffite pudo salvarse, reguardando armamento y oro, pero algunos de sus hombres no. Sin embargo, ante la inminente embestida de los británicos, el general Jackson que había llegado a Nueva Orleáns para comandar la defensa tuvo que recurrir a los Laffite, sus hombres y sus pertrechos. Así es como los Laffite participaron directamente en la célebre defensa de Nueva Orleáns y se convirtieron en héroes.

El Presidente Madison y el secretario de estado Monroe enviaron cartas congraturlándose con aquellos a quienes meses antes habían calificado como bandidos y despreciables. Hasta el mismo Clariborne, durante los fastuosos festejos de la victoria, hizo públicas sus dudas sobre las verdaderas intenciones que habían inspirado las operaciones de los Laffite.

Por más que las circunstancias indujeran a las confusión la conducta de los Laffite los pintaba de cuerpo entero: después de haber estado en íntimo contacto con los movimientos insurgentes de la América española se convirtieron en espías de su majestad católica creado una red de información entre Madrid, la Habana, México y el Sur de los Estado Unidos a donde los rebeldes recurrían en busca de ayuda para su causa. Las relaciones de la Baratería y los Laffite con la provincia de Yucatán fueron estrechas al grado que en Texas fundaron un asiento para sus operaciones al que llamaron «Nuevo Campeche». Hay indicios serios que muestren los vínculos de comerciantes y terratenientes yucatecos con los Laffite.

Pedro fue atacado por el general Molas en Isla Mujeres y, herido mortalmente, llegó a Dzilam asistido por una mujer de color. Días después murió y en Dzilam se encuentra enterrado. La figura de Juan se acrecentó pues de pronto se dejó de tener noticas de él. John Stephens, uno de los primeros divulgadores de la cultura maya en el mundo, vino a Yucatán buscando datos sobre los Laffite, por lo que representaron para la historia común de Europa y América, también en el viejo continente existe interés por todo lo que se refiera a los Laffite. A pesar de que la figura de los legendarios corsarios ha probado su eficiencia como atractivo turístico, en Yucatán está olvidada en una tumba en el puerto de Dzilam.