Por Camilo Aznar 

Mérida tiene variados encantos: La Casa de Montejo, las bóvedas de la catedral, las historias de las esquinas, la arquitectura neo-maya, la arquitectura del siglo XIX , la trova , el español que hablamos , entre ellos  un lugar notorio lo tiene la Sorbetera Colón. El primer acierto es  el nombre: cuando el helado se toma con cuchara se sorbe. Al sorber se paladea la sublime delicia de los helados del Colón. Los hechizos de los helados de coco, mantecado, crema morisca, zapote, mamey y otras frutas,  llegan a  la memoria sensual. Quien prueba los helados del Colón queda atrapado , no encontrará similitud alguna. El frío y el calor pueden subyugar un sabor o lo puede potenciar, esto último sobreviene con los sabores del Colón. Una tarde en el Paseo de Montejo con un helado del Colón es conseguir una metáfora del paraíso . Pero no solo son los sorbetes, están los dulces y a la cabeza de estos: los merengues y los conos envinados, únicos , casi exclusivos. Hay una población en Suiza que se llama merengue,  pero los del Colón son únicos. No se puede encontrar algo tan terso, tan cariñoso , como los merengues del Colón. Algo similar se percibe en los conos envinados tan húmedos y con un sabor tan elegante.  El Colón es , como el Palacio Cantón, la Casa del Aguacil, la Casa del Pueblo, la Mejorada, San Cristóbal, La Ermita, San Juan , San Sebastián , Santa Anna, la Universidad de Yucatán, el Peón Contreras , la sinfónica y otra tantas cosas, patrimonio del pueblo de Yucatán.