Por Gonzalo Navarrete Muñoz | Texto tomado del Diario de Yucatánbaile010-2cFotografías: Diario de Yucatán

Casi todas las civilizaciones de la tierra, desde tiempos remotos, tienen un ritual para celebrar la llegada de las niñas a cierta edad. En sus orígenes se trataba de una fiesta de la fertilidad. Para los mayas era el inicio de un camino que concluía con el matrimonio. Si la presentación es una fiesta de la fertilidad el matrimonio lo es de la vida. Todos los pueblos han temido el fin del tiempo, de la vida; mientras hayan matrimonios hay la esperanza de que la vida continúe y por eso se trata de un motivo de fiesta para la comunidad. Desde luego que el matrimonio es festejado también como una alianza económica y política. La situación cambió desde los tiempos en que se inventó la idea del amor cortés, del amor galante. Las muchachitas dejan de estar a disposición de la familia y pasan a estar a disposición de la sociedad para ser cortejadas; antes no había esta posibilidad: las muchachas se casaban por indicaciones de la familia y no había elección. Una medida de la salud de una sociedad es la libertad de sus mujeres. Solo donde hay mujeres libres puede darse el amor y también una sólida prosperidad política y social. No deja de llamar la atención que por muchos años, y con frecuencia hasta nuestros días, el modelo de las celebraciones de quince años y presentaciones en sociedad sea el del Romanticismo. Los vestidos y la música corresponden al Romanticismo del siglo XIX. El Romanticismo nació en los pueblos disidentes de occidente: los alemanes y los británicos. Fue un movimiento político que en las artes implicó una rebeldía contra el clasicismo. El vals, el baile imprescindible de las presentaciones en sociedad, también nació en el mundo germano por la misma época y se extendió por todo el mundo. De suyo la voz vals proviene de una palabra alemana que equivale a “rodar”. Nada hay de extraño en esas mutaciones: el Romanticismo nació como una protesta pero hoy algunas de sus consecuencias se han vuelto clásicas. Ciertamente ya se ha perdido la hegemonía del vals: algunas quinceañeras bailan música contemporánea con todo y su violencia rítmica. Nuestras abuelas no tuvieron esa alternativa, no pudieron bailar Charleston, Mazurcas, Polcas o Lanceros. Otro condición interesante es el color de los vestidos, hoy el más usado es el blanco. En la Edad Media el blanco era el color de la maldad, no de la pureza. Inspirado en esta idea Melville concibió su obra maestra: Moby Dick, la ballena blanca y malvada. Con cambios y apropiaciones esta añeja tradición prevale hasta nuestros días y guarda en mucho la naturaleza por la cual emergió en los pueblos de la tierra.

 

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María de Lourdes Cámara Díaz

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