Soy un asiduo lector de Dulce María Sauri, encuentro en ella una venturosa combinación de información , lucidez, sensatez y elegancia. Es la gran señora de la tinta inteligente. Leí su artículo sobre el legado de Cervera Pacheco. Comprendo que el espacio le obligó a elegir lo más destacado. Por eso tengo la oportunidad te mencionar dos aspectos de la herencia cerveriana. El primero es la pavimentación del sur de Mérida que en los años setenta empezaba en la iglesia de San Francisco y hoy en Los Cocos. El sur de Mérida nació como el lirio acuático: por generación espontánea. No se vinculó a ninguno de nuestros barrios coloniales y por eso ha dependido , hasta el día de hoy , del centro histórico. La gran obra de pavimientación del sur la realizó el alcalde Cervera Pacheco. Don Víctor era, quizás sin proponérselo , un estadista: no pensaba en la siguiente elección sino en la siguiente generación. La pavimentación de Mérida y el Puerto de Altura son dos pruebas inobjetables. Ambas trasformaron a Mérida y a Yucatán. La otra herencia alude a su relación con la gente. Intuía que las masas ni son lógicas ni fieles. Postulados que creyeron tercamente muchos socialistas del siglo XX, olvidándose que un día las masas vitorearon a Jesús y que el domingo siguiente pidieron que lo crucificaran. Quizás don Víctor usaba las masas como se usan a los extras en las películas de cine, pero no confiaba en ellas. Cervera se relacionó con los líderes intermedios, supo atraerlos y servirlos. Tanto la pavimentación del sur como el Puerto de Altura fueron proyectos de la sociedad civil que él acaudilló . Cervera no dejaba pasar la oportunidad de hablar con empresarios, líderes sindicales, estudiantiles y de las organizaciones intermedias, de los colegios profesionales y de la Iglesia, mantuvo una entrañable amistad con don Manuel Castro Ruiz. Con todos establecía una relación, dialogaba, negociaba y con algunos hasta se echaba sus muy buenos tragos. No leyó a Maquiavelo pero lo aplicaba con un instinto asombro. Hoy en día los políticos priistas viven con miedo, no quieren hablar con nadie, no sé si temen a que se les pidan favores o Dios sabrá a qué. Solo se rodean de sus aplaudidores o incondicionales. Vi a Cervera Pacheco no esperar a que le vinieran a pedir un servicio sino adelantarse y ofrecer su intervención. ¿Cómo quieren ser líderes de una comunidad sino están en contacto con la gente? Este último punto me parece digno de destacarse en la herencia de Cervera Pacheco. Ha prevalecido la imagen del último Cervera: antidemocrático, intolerante, gruñón, pero ni este puede opacar al estadista que fue aquel hombre notable.
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