Las dos colonias a las que hacemos referencia tienen una estupenda conectividad, una magnífica sustentabilidad y un muy apreciable nivel humano. Las dos tienen una característica adicional: engendran dos genealogías de la ciudad de Mérida. La García Ginerés fue parte de una quinta de recreo de los capitanes generales de la provincia: Dátil y Limón. Posteriormente se convirtió en San Cosme hasta arribar a su actual nombre. Los estilos arquitectónicos que encontramos en ella son variadísimos. Desde el neoclásico francés hasta el funcionalismo más puro. Esto constituye otro gran atractivo. No se puede obviar la amplitud de sus calles y las arboledas que aparecen aquí y allá. Las cuatro manzanas del Parque de las Américas carecen de una iluminación que pudiera darle más vida a los espacios, aunque logran una alianza valiosa con la iglesia que convoca a los vecinos. Finalmente , la García Ginerés posee una estructura barrial lo que facilita el nivel humano que enriquece los espacios y le da mayor valor a los terrenos. Por todo esto la García Ginerés es una gran privada en la ciudad y un museo al mismo tiempos.  La colonia México es un caso muy especial: constituyó la manifestación más acabada del funcionalismo con sentido orgánico. Esto ya es una certeza de belleza. Fue la última colonia hermosa de esta ciudad. Con la apertura de la colonia Buenavista y el Circuito Colonias la conectividad se logró con ventura y más dichosa fue con la calle que atraviesa el parque y lleva hasta el periférico por el oriente. La colonia México cuenta con un parque y estructura barrial pero carece de iglesia , acudiendo la gente a Itzimná , lo que es un golpe al nivel humano. De cualquier manera es una joya de la ciudad, a pesar de todo lo que estamos haciendo por destruirla. Lo notable del caso es que en ambos casos: el precio está por debajo del valor. Este fenómeno las pone en una suerte de oferta que no ha de durar mucho y que por ahora muestra nuestro desprecio al valor y nuestro privilegio por l publicidad que nos victimiza.