Margarita_Diaz_Rubio

Margarita Díaz Rubio

Sarah-Poot-Herrera

Sara Poot Herrera

 

La pasada edición de la FILEY ha lanzado suficiente luz sobre el pobre desempeño de los promotores culturales de los órganos públicos. Sin contar ni remotamente con la estructura y los presupuestos de la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida y la Secretaría de Cultura del Estado, Rafael Morcillo puso a Yucatán en el mapa cultural del país. Escritores de renombre internacional se han sentido interesados en la FILEY y han hecho acto de presencia. La ciudad se volcó sobre el Siglo XXI y prontó esta feria maravillosa se extenderá a otras artes. No se trata de una novedad, los grandes logros culturales de Yucatán han provenido en las últimas décadas de la sociedad civil: la Sinfónica y la Enciclopedia Yucatán en el Tiempo son los ejemplos más claros. La vitalidad intelectual del Estado no se encuentra vinculada a los señores de la cultura oficial. No podría estarlo porque si algún logro han tenido los oficialistas ha sido en el campo del espectáculo o en eventos notables como la Noche Blanca. Pero en materia de impulsar la cultura como lo ha hecho la FILEY no han podido hacer nada, absolutamente nada. Algún día nuestros políticos comprenderán que el modelo viable es el que inspiró la creación de Conaculta. También podrían ser más cuidadosos con la elección de los directores de cultura. Hay un perfil para el de obras públicas, otro para el de desarrollo urbano, otro para el del departamento jurídico y en cultura se pone a quien pueda lograr una buena recomendación. Hay promotores culturales permanentes como Olga Moguel, Margarita Díaz Rubio, Silvia Káter, Adolfo Patrón, los hermanos Herrera Casares, el mismo Rafael Morcillo, Sara Poot y tantos otros que nunca han sido tomados en cuenta para ocupar la jefatura de uno de esos departamentos. Ni falta que les ha hecho: siguen realizando una labor de entrega y pasión. Tristemente en no pocas ocasiones realizan su labor en contra de las autoridades culturales que con frecuencia los atacan movidos por el sentimiento de los tontos: la envidia y porque sienten que los gobernantes también desprecian a estos hombres y mujeres valiosos. Caso muy especial fue el segundo período de Roger Metri. Aquejado de un frenesí destructor abandonó todo: personas, instalaciones, programas. Instituciones como la serenata de Santa Lucía también fueron abandonas hasta la vergüenza. La omnipotencia de algunos de estos personajes los ha conducido a reírse de los promotores culturales privados y para usar los recursos públicos en beneficio de sus pasiones más íntimas. Dos enseñas se deben tomar: los cargos públicos de cultura solo se deben ocupar de los espectáculos populares y se debe crear un Consejo para la Cultura y las Artes de Yucatán con la participación de todos aquellos que desinteresadamente trabajan durante todo el año promoviendo la cultura entre nosotros.