En 1901 funcionaban en el estado 203 escuelas de varones y 131 de niñas, haciendo un total de 334 establecimientos primarios. El 1°. de Febrero de 1902 se hizo cargo del gobierno del estado el Lic. Olegario Molina Solís y desde su mensaje de toma de posesión dejó en claro que la educación sería una de las prioridades de su gestión. Don Olegario comprendió que eran muchas las necesidades en materia de instalaciones y mobiliario y que era necesario para elevar la calidad tratar de solucionar este añejo problema. Ciertamente el gobierno de don Olegario le dio un impulso notable a la educación. Conocía e problema, lo había visto desde su puesto de director del Instituto Literario del Estado. Don Olegario pudo capitalizar todos los esfuerzos anteriores y los logros obtenidos, sobre todo en materia de formación de maestros, de ahí que en su período puedan notarse con mayor nitidez la obtención de objetivos. Desde luego que se aumentó el presupuesto en materia de educación y así en 1903 se incrementó en once el número de escuelas con 1500 alumnos más. Se fortificó el Consejo de Instrucción Pública que presidía el Lic. Agustín Vadillo Cicero y que existía, ciertamente, desde 1867. Se elevaron los sueldos de los maestros y se estableció la ley de pensiones para los maestros que hubiesen servido diez, veinte, treinta o más años. Los padres de familia ya buscaban los colegios que se identificaban como sobresalientes y ya no se conformaban con los modestos establecimientos, públicos o privados, que servían para impartir clases.
Merecerá siempre la pena, cuando se habla de estos años, mencionar al Lic. Gonzalo Cámara Zavala, presidente de la Liga de Acción Social, y el proyecto presentado al ejecutivo para la fundación de las escuelas rurales en el estado. El proyecto, notable en más de un sentido, mostraba la importancia de educar a los niños indígenas; planteaba la urgencia de establecer escuelas en las haciendas de campo y rancherías del estado y perseguía que estas proporcionaran una «enseñanza esencialmente práctica …. más educativa que instructiva». Don Gonzalo Cámara Zavala fue un yucateco de excepción que con este proyecto, en pleno «porfiriato», se anticipa al pensamiento y los afanes de la Revolución Mexicana en materia de educación.
La elaboración de este insigne proyecto contó con la colaboración de un gran pedagogo: don Rodolfo Menéndez de la Peña. La Liga de Acción Social fue más allá y en pleno aniversario de la Independencia, en el año de 191 O, funda la Escuela Modelo, una institución de primer orden en la historia del estado, que desde el primer momento cumplió el objetivo que animó su fundación: ser un modelo. Sus primeros directores fueron: don Luis A. Bauregard, don Gonzalo Gómez, don José, de la Luz Mena, don Max Vadillo Acosta, don Manuel Alcalá Martín, hasta que, en 1916, tomó la dirección don José G. Novelo Ramírez; a fmales de los años sesenta del siglo pasado falleció don Pepe Novelo y ocupó la dirección don Juan N. Cuevas y a él lo sucedió el actual director, don Luis Brito. Muchos fueron los nombres de los maestros que contribuyeron a la fama de la Escuela Modelo; a parte de don Pepe y don Juan N. Cuevas, tendrá que mencionarse a Lucrecia Vadillo Rivas, a don Antonio Rivero, a don Remigio Aguilar Sosa, otro gran maestro yucateco, que entre otros hicieron de la Modelo la escuela que la sociedad ha reconocido desde su fundación.
Otro caso especial lo constituyó el Colegio Consuelo Zavala fundado el 4 de septiembre de 1905 como laico y mixto. El colegio de Consuelito Zavala puede llenar varias páginas de la historia del estado, baste decir que a lo largo de casi cien años ha prestado un servicio de gran valía a la niñez y la juventud yucateca, incluida la escuela Normal que tuvo en un tiempo. Cabe a el Colegio Consuelo Zavala el haber introducido en Yucatán el método de Froebel para los alumnos de párvulos. Tanto la escuela Modelo como el Colegio Consuelo Zavala nacieron con el espíritu liberal del siglo XIX, y con lo mejor de su solidez moral, y así han prevalecido a lo largo de su dilatada vida. Esto a pesar de que Alvarado, años después y en pleno ejercicio del poder, se refirió en los siguientes términos al Colegio de Consuelo Zavala: «El liberalismo de color de rosa de la señorita Zavala resulta muy pálido comparado con el rojo vivo de nuestro radicalismo revolucionario».
La Revolución llega a Yucatán con el Gral. Salvador Alvarado, hombre convencido del poder transformador de la educación, él mismo un hombre con cierto nivel cultural por encima del de los caudillos revolucionarios; sin embargo su radicalismo lo llevaba a estar convencido de que la educación era deber, y función exclusiva, del Estado y «no una industria para enriquecerse», que en Yucatán había que acabar con el localismo, que la formación católica era la forma de pervertir a la niñez y la juventud y que la educación tenía que ser llevada a toda costa a las masas. Convencido, obró en consecuencia: pretendió cerrar todos los colegios privados, siendo que los permanecieron tuvieron que sujetarse a unas normas muy severas; la lucha contra el «localismo» yucateco dio lugar a que a las escuelas públicas se les cambiaran los nombres por los de héroes y personajes con «carácter nacional»: Hidalgo, Morelos, Nicolás Bravo, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Ana Maria Gallaga, y otros que hasta hoy existen. Ciertamente antes de Alvarado no era común que las escuelas llevaran nombres de héroes nacionales. Alvarado cerró todos los colegios católicos y expulsó del estado a los religiosos y religiosas que se dedicaban a la educación e impulsó la creación de escuelas rurales. Alvarado era un hombre que creía en la existencia de una «moral revolucionaria»;así pudo entenderse con los lideres de la educación en Yucatán: don Manuel Alcalá Martín, don David Vivas Romero, don Artemio Alpizar, don Agustín Franco, don José de la Luz Mena y otros, que con una dedicación asombrosa trabajaban en la educación de la juventud yucateca persiguiendo, realmente, transformar a la sociedad. Son legendarios los debates públicos de estos hombres, sobre todo el del Congreso Pedagógico, sobre la importancia de tal corriente sobre otra o de un método de enseñanza sobre otro, o sobre la coeducación de los sexos, a punto tal que el Gral. Alvarado llegó a decir: «Que se den de palos si no se entienden, pero que trabajen». En esos tiempos se impulsaron varios proyectos educativos que merecen reconocimiento: la escuela racionalista de don José de la Luz Mena, en Chuminópolis; la Casa dei Bambini, con el sistema Montessori, que funcionó en Itzimná, bajo la dirección de la feminista Elena Torres; el reordenamiento de la Escuela de Artes y Oficios que habían fundado los hermanos maristas y la escuela especial para indios Ciudad Escolar Maya.
En los años siguientes se impulsó la educación masiva, como sucedió en todo México. La educación empezó, naturalmente, a convertirse en un problema burocrático para los gobiernos, con todos los trastornos que esto implicaba. Sin ningún concierto, la concepción burocrática de la educación, fue creando otro gran problema: el político. El primer ejemplo lo podemos encontrar, quizás, en «La liga de Profesores del Estado», creada en 1918 y que funcionó hasta 1936.
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