La Casa del Pueblo, Mérida, Yucatán.

La Casa del Pueblo en Mérida, Yucatán, México.

En el emplazamiento en que se levanta la construcción estuvo la legendaria Terminal de San Cristóbal. Hasta la fecha pueden apreciarse sombras de una espuela de ferrocarril en la calle 48 que desemboca a la 65. Esta particularidad hacía que los comerciantes del interior del estado se establecieran por varios días en las inmediaciones para realizar sus mercaderías.

Así pues, la noción de que ese espacio es la Casa del Pueblo es antigua. Y se debe ir más lejos: desde los tiempos de la Colonia en los rumbos de La Mejorada se ubicaban los comerciantes del interior del Estado que, como las legendarias caravanas, llegaban a surtir de diversos productos a los habitantes de Mérida.

El Partido Socialista del Sureste fundado por don Salvador Alvarado, que había ocupado distintos predios de la ciudad, se traslada el 2 de junio de 1916 a “la casa de madera” marcada con el número 434 de la calle 65 en sus cruzamientos con la 48 y la 50, en el vibrante corazón de la ciudad. En este predio opera la

Liga Central del Partido. Nunca como en la época de Felipe Carrillo Puerto este nuevo domicilio de la Liga Central tuvo una intensa vida. Cierto, había días rojos y azules- esta es una figura de dicción- pues no solo se ofrecían veladas culturales sino que de ahí salieron Alma Reed, Felipe y don Luis Rosado Vega con destino a San Sebastián el día que nació “La Peregrina”.

Don Álvaro Torre Díaz, curiosamente a quien se le vinculaba con la oligarquía de aquel entonces, solicitó el 15 de abril de 1926 autorización a la Legislatura del Estado para otorgar el gasto requerido para la construcción de la sede del Partido Socialista. El mismo don Álvaro pone la primera piedra el 1 de mayo de 1926. El edificio se construyó tras la celebración de un concurso en el cual participaron 18 ponentes. Triunfó la propuesta Neo Maya de don Ángel Bacchini quien, en lógica consecuencia, se desempeñó como director de la obra. El terreno constaba de 10 800 metros cuadrados y el edificio se levantó con 5700. El costo total fue de 475 mil 173 pesos, de los de aquel entonces.

La Casa del Pueblo, Mérida Yucatán

La Casa del Pueblo a mediados del siglo XX.

Nota al Margen: Años después don Bartolomé García Correa (“Boxpato”) adquirió los terrenos aledaños, aparentemente todos los que conforman la manzana, Sin embargo, un día, algunos de ellos, dejaron de ser parte de la propiedad.

Se decía- hoy pocos lo mencionan- que Bacchini construyó la Casa del Pueblo con un conjunto de significados. Hace algunos días recorrí el edificio con mi entrañable amigo don Juan Durán y hablábamos de las cuatro serpientes que como columnas sostienen la entrada; de las estrellas al final de las serpientes de los frisos y de algunos incisos en que aparecen en la parte superior de los formas de arcos mayas de puertas y ventanas, así como otros detalles que pueden responder a viajas consejas. Fue don Álvaro Obregón, en los tiempos en que era presidente don Plutarco Elías Calles, quien inauguró el edificio “a las diez horas del día primero de mayo de mil novecientos veinte y ocho” , según se leen en el acta respectiva, cuyo original se conserva en las oficinas del histórico partido socialista. Obregón era un fiero guerrero porque era un romántico y por esto también tenía su vena poética. En el discurso original dijo el presidente que impulsó la obra de Vasconcelos que aquel soberbio edificio se erguía como un “Templo de Libertades”. Las palabras de don Álvaro Obregón, desde el pasado, apoyan la propuesta de que la Casa del Pueblo intensifique su vida como emblema de la ciudad. Me atrevo a sugerir que se conforme un patronato para la reconstrucción de ese monumento histórico y la orientación de su nuevo funcionamiento, incluido, desde luego, el Kiuic que se encuentra en la parte posterior, que puede ser bellísimo y un atractivo turístico para la ciudad. La Casa del Pueblo, por estilo arquitectónico y por historia, tienen un lugar notable en nuestra ciudad y así habremos de proclamarlo. Es cierto, la Guerra de Castas nunca terminó formalmente con la firma de un armisticio, y a ningún gobernante posterior se ocurrió se celebrar un acto simbólico de paz. Sin embargo los yucatecos podemos trascender la disputa de nuestros linajes y ver con igual cariño el Paseo de Montejo que La Casa del Pueblo, una hermosa joya histórica y arquitectónica.

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