Algunos organismos oficiales, en contubernio con asociaciones privadas, les ha dado por certificar asesores inmobiliarios supuestamente para combatir la improvisación. Hay una falta de ética en esta pretensión. Pretenden avalar a gente que ignora los estilos arquitectónicos de una ciudad, la conectividad de una zona, la sustentabilidad, el nivel humano y la conciliación con el medio ambiente. En Mérida este punto ha sido dramático. Desde siempre la casa pretende proteger del medio ambiente, en esta ciudad el calor es inclemente y por eso las casas requieren tres condiciones: techos mayores a tres metros, ventanas cruzadas a más de un metro veinte centímetros y un forro de poliuretano. Ni lo mínimo observan a sus clientes los presuntos certificadores, que están en busca de poder, no del bien de la población, ni de las ciudades. En la mayoría de los casos solo se pretende capacitar a la gente en el negocio inmobiliario sin reparar en la responsabilidad social. El que compra a casa compra un terreno, y el que compra un terreno compra un  pedazo de la ciudad, solo a los municipios les compete certificar asesores inmobiliarios, otras certificaciones son absolutamente improcedentes y dañinas para las ciudades. Es tan grotesco como pretender que la federación otorgue los certificados de Peritos en Construcción de Mérida.