El edificio que albergó al Hotel Mérida fue construido con cierto sabor a las construcciones coloniales: predominio de la sobriedad.  Se nota un detalle: el crucero, seguramente transitado desde décadas, contaba con un policía. Hoy, dos semáforos estorban la visión. El achaflanado de las esquinas del centro de la ciudad permanece con lealtad.

La torre levantada no tuvo pretensiones de alejarse de la concepción original del estilo. La puerta de la esquina fue restituida recientemente en concordancia con la original. La iluminación de la Universidad, el Teatro Peón Contreras y lo que fuera el Hotel hacen del pasaje una delicia nocturna, tanto más cuando hay conciertos de la sinfónica en el augusto teatro que lleva el nombre del que fuera considerado el mejor dramaturgo de México en su época.