Familias yucatecas: hermanos Molina Solís

LOS HERMANOS MOLINA SOLÍS

Existen familias en las que convergen venturosos factores que dan como resultado el que los hijos desplieguen talentos distinguidos y, en consecuencia, obras trascendentes. A la distancia es difícil precisar cuáles fueron los elementos que lograron que los hermanos Molina Solís exhibieran la inteligencia y la energía que los señala. No cabe duda que don Juan Francisco Molina y Esquivel fue un hombre notable que supo sobreponerse a las adversidades y, aun cuando provenía de la región de pobladores que hoy pertenecen al estado de Campeche, logró conquistar un sitio destacado en la Mérida del siglo XIX: Baqueiro, en su Historia del antiguo Seminario, dice que Molina y Esquivel era un «hombre muy conocido en la alta sociedad yucateca». Su hijo mayor, don Ricardo, fue administrador de la Aduana de Sisal, lo que significaba una posición destacada en la vida pública; tiempo después, tras algunos cambios políticos que lo obligaron a dejar ese importante cargo, ocupó la Administración del Timbre, esto era la oficina recaudadora de impuestos. De don Ricardo provienen los Molina Hübbe, y de éstos, entre otros, los Molina García y los Molina Fitzmaurice.

Hermanos Molina Solís

Tres de los seis hermanos: D. Olegario Molina Solís, Dr. Luis Augusto Molina Solís, Juan Francisco Molina Solís

Otro hermano, don Juan Francisco, fue uno de los licenciados en jurisprudencia más acreditados de hubo en Yucatán en los albores del siglo XX, sin embargo, ha pasado a la posteridad por sus espléndidos estudios histroriográficos, básicamente por los relativos a la dominación española en Yucatán, trabajo que, tras más de cien años de haberse realizado, no ha sido superado. Desgraciadamente, la Revolución lanzó un manto oscuro sobre los Molina Solís, y al hacerlo no consideró en su justa medida la trascendencia de esta monumental obra que se realizó con las primeras consultas hechas al Archivo de Indias de Sevilla. Ciertamente, a lo largo del siglo XX la Colonia fue vista como un paréntesis en la historia de México. El país existía en tiempos prehispánicos, desaparece la Colonia, para volver a surgir en la Independencia, ésta ha sido la visión de muchos, sin embargo, quien quiera entender al Yucatán contemporáneo tiene que leer a Molina Solís. Esta magna obra la realizó don Juan Francisco con la colaboración de su hermano Audomarao, según consta, con cierto detalla, en una célebre carta pública de un hijo de éste. Se ha dicho que tres han sido los grandes historiadores de Yucatán: Eligio Ancona Castillo, Crescencio Carrillo y Ancona y Juan Francisco Molina Solís, destacando este último por la extensión y precisión de su obra. Por lo demás, don Audomaro fue un gramático respetable que también se interesó por la cultura de los antiguos mayas. Don Juan Francisco Molina contrajo nupcias con doña Rosario Font y Hübbe, de este matrimonio provienen los Molina Font, los Molina Ibarra, los Molina Montes lo Molina Duarte, entre otros.

Don José Trinidad Molina Solís, tras haber practicado la docencia, y con el natural impulso y apoyo de sus hermanos, incursionó en la actividad henequenera y presidió el consejo de administración de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, habiendo sido uno de los fundadores del célebre Banco Yucateco, junto con don Nicanor Ancona, su hermano Olegario y don Rafael de Regil Peón. Sin embargo, don José Trinidad se distinguió en un campo que era propio de la familia: la ayuda a la Iglesia Católica, el caso específico: los templos. A la generosidad de este Molina Solís se debe la reconstrucción de los templos de Espita, Calotmul, Peto, Cholul, Muna, Tizimín y en l a ciudad de Mérida el templo parroquial de San Sebastián, esto en adición a que mantuvo por largos períodos varios periódicos católicos. Don José Trinidad contrajo nupcias con doña Dolores Ávila y de este matrimonio provienen las familias Molina Castillo, Molina de Regil y Molina Castellanos, entre otras.

Don Luis Augusto Molina Solís, fue médico, introductor de un sinnúmero de novedades en práctica de la medicina en Yucatán; fue director de Escuela de medicina y en los tiempos en que su hermano fue gobernador del estado promovió la construcción del hospital más célebre del siglo XX en el estado: el Agustín O’Horán. Con planos traídos de Francia y con la visión propia de los Molina, el hospital ha podido ser lo que es hasta nuestros días. Don Luis Augusto casó con doña Isabel Molina y Figueroa sin tener descendencia. Don Manuel Molina Solís fue abogado e hizo gran parte de su carrera en Tabasco, aunque fue gobernador provisional del estado de Yucatán. Falleció en el año de 1904 siendo diputado por Oaxaca. La única hermana de los Molina Solís, Casiana, murió célibe. Don Carlos Tello Díaz, descendiente en línea directa del Gral. Porfirio Díaz, en su libro El exilio, Un retrato de familia, se asombra ante la paradoja que presuntamente exhibían los hermanos Molina Solís, tan sensibles a la educación, a la cultura, a la salud y aciertas formas de solidaridad, siendo, a un tiempo, los más claros exponentes de un sistema que parecía transportado de la época feudal a los albores del siglo XX.

LA FIGURA DE DON OLEGARIO MOLINA

Ya lo hemos dicho: don Olegario desarrolló una personalidad renacentista. Sin embargo, de ese verdadero cúmulo de actividades política, intelectuales, profesionales y empresariales queremos destacar dos: su participación en el mercado del henequén y su desempeño en el ejecutivo del estado.

Don Eusebio Escalante Castillo fue el gran promotor del esquema que prevaleció en la industia henequenera de Yucatán. El esquma se fincaba en el financiamiento a los hacendados henequeneros, con recursos de la banca de Nuva York que se hacían llegar a través de las casas locales que exportaban el henequén. Don Olegario Molina, tras algunos éxitos económicos, logra fundar una casa exportadora que a sus vez representaba a la norteamericana Amsik, que era la que le vendía la fibra a los cordelers estadounidenses. Molina empezó a despuntar en el mercado local y Escalante trató de qu se le sumara adandonando a Amsik, pero Olegario le respondió la negativa con una carta que incluía cierto reproche para el personaje que lo invitaba a realizar una traición.

Don Eusebio, viejo y experimentado, ya había tenido oportunidad de mediar la talla de aquel competidar que se revelaba como una seria amenaza. Olegario, por su parte, era un hombre muy bien relacionado con lo círculos del poder en México, no sólo porqu en dos ocasiones fue diputado federal sino por sus estrechas relaciones con el grupo de los «científicos»; sin lugar a dudas a esta cercanía contribuyó un antiguo alumno de Olegario: joaquín D. Casasús, quien vino de Tabasco, en compaía de us hermano Carlos, para estudiar en el Instituto Literario antes de trasladarse ambos a la capital de país. Lo cieto fue qu cuano se fundó el gran trust que fuel la International Harvester, escogió a Molina Solís como su srepresentante. De tiempo atrás se sospechaba que don Eusebio y sus casa comercial, desde us posición de compradores y acreedores de los hacendados, manipulaban el precio del henequén en su beneficio. Ya se sabe: la enorme riqueza que el henequén generaba se lograba con dos principios: el endudamiento de los hacendados que hipotecaban heredades y las cosechas, y el endeudamiento de los peones de la hacienda mediante las legendarias Nohoch y Chichán Cuentas, instituciones que provenían de la Colonia que en la era henequenera se conviertieron en instrumentos legales para mantener esclavizados a los trabajadores de las haciendas. Después de todo, tanto los hacendados como los peones estaban acasillados. Salvador Alvarado liberó a los primeros no pudiendo hacer gran cosa con los segundos. Las sospechas de don Eusebio resultaron ciertas: Olegario fue un adversario muy fuerte.

Finalmente, la crisis mundial de 1907 obligó a don Eusebio y a su hijo a liquidar negocios, que por lo demás se habían diversificado más allá de lo aconsejable. De ahí que Salvador Alvarado haya hecho blanco de sus críticas a Olegario Molina Solís y su yerno, el español Avelino Montes Linaje, hombre brillante para los negocios. El general Alvarado acuñó la expresión «casta divina» precisamente en referencia a ellos, que poco o nada tenína que ver con los apellidos arraigados en Yucatán desde tiempo de la Colonia. Así pues, la familia Molina fue la que inspiró la expresión «casta divina», lo que tuvo que impactar sobre manera a las generaciones posteriores.

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