Los enfrentamientos entre hermanos suelen ser feroces y nunca tener solución. Tanto la mitología grecolatina como la Biblia nos ofrecen ejemplos sobrecogedores. Quizás el más emblemático sea el de Esaú y Jacob , hijos de Isaac , que a su vez fue hijo del patriarca Abraham.  Los dos eran hermanos gemelos , pero Esaú había nacido antes por lo tanto era el primogénito . Un día Esaú llegó muerto de hambre a la tienda de la familia , su hermano Jacob estaba comiendo un plato de lentejas . Esaú hambriento le pidió comida a su hermano y éste le dijo: “te doy el plato de lentejas por tu primogenitura”. Esaú, poseído por el hambre, acepto la oferta leonina. Lo que advertimos es que con frecuencia lo pequeño se mezcla con lo grande entre los hermanos y de ahí nace el enfrentamiento insalvable . Pasado algún tiempo Esaú , como era de esperarse , recapacitó y reconvino a su hermano. Fue inútil: el primogénito de los descendientes del pueblo de Abraham era Jacob. Esaú inició una persecución implacable contra su hermano. Solo la muerte podría devolverle la herencia. Esaú era diestro con la flecha y el arco y conjuntó a otros para perseguir a su hermano. Jacob hizo una escalera y subió al cielo , cuenta la leyenda, para pelear con Dios y lograr que evitara que su hermano cumpliera su aspiración. Venció Jacob y el Dios de Abraham y de Isaac detuvieron para siempre a Esaú. Desde ese día Jacob se empezó a llamar Israel, que es como decir : el que peleó o el que le ganó a Dios. A eso hay que llegar si se quiere acabar con el enfrentamiento de dos hermanos sin que lo acabe la muerte de uno o de los dos, sino es que de más seres humanos. Solo Dios puede acabar con un enfrentamiento fraticida. Los padres a menudo son descuidados con este tema y lo provocan y sin intuir el alcance que puede tener. Solo el amor es capaz de resolver estos problemas , pero el amor es la solución más difícil: implica la ausencia de egoísmo de todas las partes. En una familia donde hay enfrentamientos de hermanos ninguno puede entrar a la empresa porque la pueden destruir. La imparcialidad no es humana, por eso es tan difícil, pero los padres están obligados a practicarla: es un paleativo para que el odio no crezca.