EN SENTIDO CONTRARIO DE LA HISTORIA

Quizás las dos esquinas más hermosas de la ciudad hayan sido: el cruce de las calles 57 y 60 y la de la fuente de Montejo. La de la 57 era un concierto de tiempos: la universidad colonial, reformada; el Peón Contreras tan neoclásico , el hotel Mérida y el hotel Casa del Balam. La de la Prolongación de Montejo era una exhibición del funcionalismo adaptado al paisaje urbano. La fuente de la glorieta es hasta cierto punto un alarde de cálculo, que si se le mira detenidamente produce asombro. Hay dos nombres en ese cruce que merecen respeto y admiración : Félix Mier y Terán y Mario Duarte Carrillo. La hoy calle 60 fue el primer paseo de la ciudad , construido en el siglo XVIII : una centuria de renacimiento urbano en todo toda América. La esquina de Montejo pertenece a la revolución del funcionalismo y a la idea de hacer un paisaje urbano con el diseño arquitectónico . Las dos esquinas han perdido su esplendor. Más drástico ha sido el caso de la esquina de la Prolongación de Montejo: Las casas que la circundaban, sin bardas, eran una sonrisa generosa de la ciudad. Había otra causa de asombro: a pesar del aforo no habían semáforos y pasaba quien primero llegara a la glorieta y en términos generales con el respeto de los demás. Cuando todavía se mantenían las grandes casas había tiempo para admirarlas: eran humanas, no evocaciones de campos de concentración. Luego se hizo lo que se ha dado en llamar “el paso deprimido” que terminó de acribillar el cruce. Las ciudades que se hicieron para los seres humanos se han puesto al servicio de los automóviles: Ni siquiera para el autotransporte sino para la multitud de vehículos. Este drama urbano, y humano, me hace pensar en el terror que algunos poetas de los años veintes le tenían a los automóviles : García Lorca, que caminaba en forma muy particular y no podía correr, les tenía pánico; Rafael Alberti que vivió más de noventa años nunca les perdió el miedo. El gran poeta de Marinero en Tierra escribió un libro: “Roma , terror del caminante”, evocando su vida en la “ciudad eterna” durante su largo exilio de España. Pablo Neruda creo que tampoco pudo superar sus recelos sobre los autos. Es curioso: los automóviles lastiman a las ciudad pero ésta no recibe un solo beneficio de los autos que la transitan: así como se paga un impuesto predial se debería pagar un impuesto de tránsito. La tendencia en el mundo es eliminar los segundos y terceros pisos y darle a las ciudades un nivel más humano. Es lo que nos distingue: eliminamos los que nos es propio para sustituirlo con lo que está en todas partes. Eso si que es meterse en sentido contrario de la historia.