La idea sobre la mujer empezó a cambiar a partir del invento del amor. En el territorio del amor la mujer se vuelve la fuerte, la líder, y el hombre el vasallo.

La humanidad como especie ha cambiado poco desde el pleistoceno y siempre la mujer ha sido la débil; es el amor la primera tentativa de liberación, al menos la que por siglos prevaleció con cierta eficiencia. Si el amor es la revolución clásica que al débil lo hace fuerte y a éste lo hace débil, la cópula entre el hombre y la mujer es la perfecta armonía social. Este rasgo podrá apreciarse en esta novela que nos habla del amor entre una hija de Diego Rivera,  que representa a la izquierda, y un hijo de Gómez Morín, que es uno de los más claros emblemas de la derecha:  “el mundo cambia si dos se miran y se reconocen…amar es desnudarse de los nombres”, nos dice Paz en Piedra de Sol. Los griegos, esos protagonistas de la historia de occidente, a pesar de todos sus inventos,  venían a la mujer como un animal superior. Sin embargo Aristófanes en su legendaria comedia Lisistrata muestra el poder que las mujeres tienen y que es capaz de evitar que las guerras continúen. Es un poder sexual si, menos refinado que el del amor aunque van por el mismo rumbo los dos. Después de los poetas provenzales, siempre en la Edad Media, las novelas de caballería nos plantean que el origen y destino de las andanzas de un Caballero es su dama, sin ella es imposible lograr las cualidades que demanda la caballería. El siglo XIX es muy especial: las mujeres trasgresoras no son dignas del amor, ese es el caso de Margarita Gutierr en La Dama de las Camelias. Y las que creen en el amor ciegamente  al margen de las reglas sociales tienen destinos trágicos: Ana Karenina y Emma Bouvary. Flaubert se burla del Romanticismo, tal como Cervantes lo hace con las novelas de Caballería. Parece ser que tanto Tolstoi como Flaubert descreen del amor. A ellos puede  contestarles Jaime Sabines cuando dice: “Los amorosos buscan…su corazón les dice que nunca han de encontrar , no encuentran ,buscan(Lo buscan, lo buscan y no lo buscan)… El amor es la prorroga perpetua, siempre es el paso siguiente, el otro, el otro….se ríen de las gentes que lo saben todo, de las que aman a perpetuidad, verídicamente, de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite…”. Las cosas cambian en los años veintes con El Gran Gastby de Scott Fitzagareld : la mujer escoge entre el amante y el esposo y se queda con éste después de haber vivido el romance con el eterno enamorado . La transgresora no muere como murieron las mujeres del siglo XIX, vive feliz después de disfrutar de tanto amor. En la novela de Ángeles Mastretta “Arráncame la vida”, situada en los años treinta, se plantea por primera vez un grave problema: la mujer puede liberarse de la familia- su cuerpo no es el territorio del honor de sus padres y hermanos y ni de su marido-, se puede liberar de la sociedad pero no podrá liberarse de los hijos, estos serán sus grandes censores. Y ahora Elena Poniatowska que  es varias veces única: sus dos éxitos notables son su lucha por el denunciar el 68 y su novela-reportaje Hasta no Verte Jesús Mío, reivindica a los pioneros de las libertades en México. La Ciudad de México , herrada durante un tiempo con un nombre burocrático: Distrito Federal- es la capital más liberal del mundo, según nos observa Enrique Krauze. Las mujeres del México contemporáneo son deudoras de esas mujeres a las que Elna retrata en las Siete Cabritas. En este ameno libro, Dos Veces Única, Elena nos presenta a una cabrita muy especial: Lupe Marín, quien fuera esposa de dos de los hombres más brillantes del México del siglo XX y que fueron , también, pioneros de las libertades que ahora nos distinguen: Diego Rivera y Jorge Cuesta.  Pero Elena nos demuestra  en esta novela-reportaje, género que Poniatovska domina y frecuenta con  maestría ejemplar creando todo un estilo, la lucha de las mujeres en un México hostil . Una novela empieza a ser buena si es capaz de hacernos creer que es una historia verídica. Elena declara en el prólogo  que decidió hacer una novela para armar toda la vida de Lupe Marín. La declaración salva párrafos como este:”Lupe se equivoca al decir que se parecen poco porque una es alta y la otra chaparra, una delgada como un junco y la otra redonda”, tal pareciera que estamos ante un narrador omnisciente que todo lo ve y, lo que es más grave, todo puede juzgar. Esta novela se narra desde la tercera persona del singular, sin embargo logra ser una conciencia que se desdobla y así le da vida propia a la narración. He pensado que Dos Veces Única es una de las mejores novelas de Elena pero estoy obligado a hacer una precisión: es la novela  en la que la autora s hace el uso más eficiente de dos técnicas narrativas: el diálogo y las mudas. Si a estas dos técnicas le adherimos el extraordinario manejo del lenguaje ágil estamos ante un portento de texto, tan solo por la facilidad de su lectura. Es tan ágil la narración que a menudo va más rápido que el lector al que le queda el sabor de que terminó el pasaje sin que lo advirtiera. Hay mucho oficio en este estilo que solo puede desplegar quien lleva una vida escribiendo. Desde luego que no faltan a lo largo de la novela los disparos insólitos, rasgo típico del elenismo. “¿Pensar es una experiencia sensual?”, esta es una pregunta que va quedar de por vida en el que lee Dos Veces Única.  Hay un diálogo maravilloso en que Lupe le observa los colores de un mural a Diego. Los dos en diálogo pudieron haber descrito todo el mural ante un lector asombrado de lo que estaría viendo con los oídos, ese privilegio solo le está reservado a los grandes escritores.  Al inicio de la novela hay la pretensión de una sinestesia que influya en el lector y lo acompañe a lo largo de la travesía: la luz de los melones y las naranjas, el vello de los duraznos  y la piel de las uvas. Es un buen intento que nos permitirá disfrutar del México de los veinte y de los treinta, de esa galería maravillosa de personajes que son el rostro del país y por eso nuestro propio rostro. La autora no lo pretende pero hay un dato escondido que acompañara al lector a lo largo del periplo: ¿Qué tendría Guadalupe Marín Preciado para haberle interesado a dos hombres extraordinarios? ¿Qué características tiene que tener una mujer para atrapar entres sus besos a hombres como Diego, el panzas, y Cuesta, el alquimista de la inteligencia? Diego Rivera era un artista y los artistas son inexplicables e impredecibles, pero Cuesta , que también era poeta, era una inteligencia brillante; a la inteligencia hay que servirla más que servirse de ella, es celosa y exigente , y en el caso de Cuesta lo fue hasta arrancarle la razón. También era atractiva para Salvador Novo y para Xavier Villaurrutia que jugaban bridge con Lupe. Cada lector podrá elaborar su respuesta en relación al atractivo, en todos cabrá un punto que se discutirá poco: libertad. Las mujeres libres para ser ellas mismas atraen a todos los hombres. Lupe Marín fue una mujer tan libre que logra lo que muy pocas son capaces de lograr: se emancipó de sus tres hijos, en particular de Lucio Antonio , el hijo que tuvo con Cuesta.  Este es un valor muy apreciado en esta novela . Lupe manda por el mismo caño a todos: la familia, sus maridos, la sociedad y hasta sus hijos y termina sus días feliz, sin carencias económicas y emocionales. Este rasgo es muy polémico y consigna a  este libro como imprescindible, sobre todo para las mujeres contemporáneas.   Es un acto de monstruosa injusticia  traer un niño al mudo y repudiarlo. Es un crimen de lesa humanidad. Sin embargo este trance nos permite la reflexión: ¿Puede una mujer emanciparse de la tiranía de los hijos? ¿Debe hacerlo? ¿Son los hijos y sus juicios desde la inconsciencia censores de sus padres, en especial de sus madres? Realmente las mujeres contemporáneas que pretenden ser libres absolutamente se abstienen de la maternidad, ¿Este será una camino legítimo? Este es el gran debate que abre esta obra magnífica. Lupe Marín , las dos veces única, cobra una talla excepcional en manos de Poniatowska y nos cuestiona a todos. El asunto es de gran trascendencia y afecta las  bases de este tiempo.

Todos al escribir nos describimos. En nuestros textos estamos nosotros mismos antes que cualquier otra cosa o persona. Elena es como su estilo: sencillas, ligera pero con disparos insólitos. Juan García Ponce la llamaba “taradita” sin alcanzar a ver a donde llegaba esta mujer extraordinaria. Le debemos mucho a Elena , pero ante el compromiso que ha hecho con las libertades de México está obligada a continuar con la serie “Las Cabritas” y a ofrecernos a otra de estas pioneras de la vida actual. El hombre tiene naturaleza amnésica, necesitamos un ejercicio permanente de la memoria, de ahí que sea imprescindible continuar con las bases de nuestra libertad. Elena es la única que puede hacerlo y lo podrá hacer porque como pocas es  varias veces única.