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Francisco de Montejo y León nació en Sevilla en el año del Señor de 1508. Fue hijo natural de don Francisco de Montejo y de doña Ana de León. Esto no debe ofender o escandalizar. Se sabe que Adam tuvo como primera mujer a Lilith, y con ella tuvo hijos “rubios y hermosos”. Posteriormente se unió a Eva mientras vivía su primera mujer. Así pues, todos descendemos del “segundo frente”.

Montejo Padre volvió a España en 1523 a culminar una encomienda de Cortés. De vuelta a la Nueva España Montejo trajo a su hijo y lo colocó como paje de don Hernando de Cortés. El 6 de abril de 1527 «El Mozo» fue legitimado por cédula del emperador Carlos V. El hijo colaboró con su padre en la segunda entrada a las tierras mayas.

Francisco de Montejo Padre se casó con doña Beatriz de Herrera y tuvo una hija, doña Catalina, quien recibió el título del «Adelantado» siendo que su descendencia se vinculó con casas nobles españolas: los Duques de Montellano y Ferrán Núñez. El Adelantado se adelantó y tuvo que ir primero a México y después a España para responder por algunas imputaciones en su contra. Se quedó al frente del gobierno su hijo. Es necesario realizar un estudio más detallado de la personalidad de don Francisco de Montejo , El Mozo, para juzgar su talento político. Logró establecer una suerte de pacto con su adversario más virulento: Nachi Cocom: se bautizó y se le dejó su cacicazgo de Sotuta. Algo similar hizo con los que lo traicionaron justo en el último embate de Cocom. Tiempo después recibió en su casa , la casa solariega de los Montejo, a los franciscanos. También en su casa estuvo el primer casino de Mérida. Ahí fue donde Diego Lucero el dijo a Montejo El Sobrino, que gozaba de gran fortuna: “Juro a Dios que puede vuestra merced ir al infierno a jugar con el diablo”. Asimismo, Juan Vela, inquieto ante la fortuna de Montejo, terció: “Conmigo puede jugar, que soy el diablo; e ya no sé qué hacer , que llamo a Dios , e rediablo, e no puedo ganar”. Estas palabras tan tremendas el valieron a Vela se ser procesado por El Santo Oficio. Hoy han proliferado los casinos , pero por ventura, a ninguno se le ha ocurrido ponerle el nombre de Montejo.