EL CULTO A LOS MUERTOS , UN CULTO A LA VIDA

 

Desde los tiempos más remotos de la humanidad el hombre ha visto algo de crueldad en su existencia: todo acaba con su muerte.  La vida es temporal pero la muerte es para siempre, se piensa como una suerte de tormento.   Así es que todas las civilizaciones han tenido la necesidad de inventar un mundo después de la vida.   Para los griegos, y posteriormente para los romanos, la memoria era el destino postrero de un hombre, era la manera de vivir en la eternidad.  Cuando Odiseo va a ver a Aquiles para invitarlo a participar en el asalto a Troya le advierte que no habrá en mucho tiempo una oportunidad de  gloria como esa.   Claro que se necesitaba de un poeta que cantara nuestra vida y un escultor que nos dejara en mármol para la posteridad.   A pesar de eso , Homero nos dice en la Ilíada que los dioses envidian al hombre porque es mortal.   Así , la muerte, a la que tanto le tememos es imprescindible para el hombre: la vida es hermosa porque tiene final.   Cuenta una leyenda que mientras Jesús caminaba al calvario con la cruz a cuestas un hombre lo empujó.   El Señor le dijo: “Tu castigo será que vivirás eternamente”.   Ese es el judío errante.   A pesar de esa necesidad de la muerte para una vida plena, le tenemos pavor.   Aunque vivimos dialogando con los muertos: los que hicieron las ciudades, las ciencias de que nos valemos, el arte que nos transforma, nuestros antepasados, en la vida hay más muertos que vivos.  Sin embargo tanto la cristiandad como los pueblos prehispánicos destinaban unos días a celebrar a los muertos.   Es curioso, pero hemos asumido que esas almas solo vienen a comer.    No vienen a bailar, ni a otras formas de entretenimiento.   Vienen a comer porque la comida, al menos para occidente, es la forma más alta de convivencia.   El Banquete Platónico y la Última Cena son muestras preclaras.   Los vivos no vamos al mundo de los muertos a ver como es y a prepararnos, son los muertos que vuelven a la vida.   Visto así se trata de  una celebración de la vida, no de la muerte.   Quizás se trate de un tiempo que contenga las dos formas de vida: la existente en este mundo y en la que habitan nuestros muertos.

Gonzalo Navarrete Muñoz