Finalmente, el 2 de mayo de 1953 se puso la primera piedra para edificar el Colegio Montejo de Itzimná, que clausuraba el peregrinar y que le daba un sitio al colegio. A este acto protocolario asistieron don Fernando Ruiz Solórzano, arzobispo de Yucatán, don Juan Arjona Correa, rector del Seminario y cercano amigo de la obra desde sus prometas horas, el Pbro. Luis Maldonado, cura párroco de Itzimná, los doctores Jorge Muñoz Rubio, Cloridiano González y Eduardo Gómez, y los señores Joaquín Peón Aznar y Víctor Vales Guerra. Era director del colegio don Vicente Victoria. El licenciado Víctor Correa Rachó dirigió las palabras, quien, entre otras cosas, dijo: «Excmo. y Revdmo. Sr. arzobispo: es fervor deseo del cuerpo docente del Colegio Montejo dedicar a V.E. estas obras en ocasión de vuestras bodas de plata sacerdotales, colocarla bajo vuestro paternal amparo». La obra fue encargada al ingeniero José Ulises González Torres y al arquitecto Álvaro Ponce Peón. El Colegio de Itzimná se construyó con 16 aulas de 6.50 x 8, con capacidad cada una para 50 alumnos; se dejaron los jardines que todavía hoy nos cautivan y las grandes áreas para deportes. En la parte oriente del terreno se levantó un edificio de tres pisos para la residencia de los hermanos, con cuartos y baños individuales. El Colegio de Itzimná se volvió un emblema de la ciudad de Mérida. Tiempo después, los primeros tres años de primaria se establecerían en el edificio que hoy ocupa Office Depot, llamándose Colegio Montejo Colonias. Posteriormente, se construiría el Centro Universitario Montejo de Cordemex para la secundaria y la preparatoria.

La Universidad Marista se creó con un objetivo noble y visionario: Ser para Servir. Esa institución, obra cumbre de los hermanos maristas en Yucatán, pues cierra el círculo de formación primaria, secundaria, bachillerato y ahora profesional, es vanguardista por varios conceptos: es un proyecto con la nueva óptica religiosa marista, que incluye en tareas fundamentales a los laicos; se hizo con el esfuerzo de muchos- costó sangre, sudor y lágrimas- y no de unos cuantos, para confirmarse así como un proyecto incluyente y popular, y se ha consolidado con una a abundante y plural población escolar y magisterial que busca conservase como un proyecto educativo con ambiente de familia, sencillo pero trascendente. Sus accesibles colegiaturas, instalaciones modernas y el sello marista que le han impreso sus rectores, directores, maestros y personal general han cautivado no sólo a don Luis sino a muchas familias que siguen viendo en la tarea educativa fundada por San Marcelino Champagnat, un buen aliado en la formación de muchos yucatecos.

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