Dejó de latir el corazón de un viejo luchador social que nunca se irá: deja su arduo ejemplo. Con pasión se entregó a la causa de la democracia. Soportó agresiones y venganzas, lo hizo con orgullo, con honor. Tras la gesta de don Víctor Correa Racho, cuando salieron muchos en tropel don Benito se mantuvo firme y fuerte recibiendo bofetadas de los adversarios y amplios sectores de la sociedad. Se creía en la pureza revolucionaria y en el presunto contagio que venía de saludar a hombres como Benito Rosel. Fue un puente firme para la alternancia. Hombre noble y generoso al que México le debe la entrega de su vida. Es un ejemplo en estos tiempos de tan miserables traiciones. En el último infierno de Dante están los traidores. En un lugar de honra están los hombres leales y que vivirán en la eternidad. Don Benito no necesita de nosotros, somos nosotros los que sentimos su partida. Jesús lloro la muerte de Lázaro aun sabiendo que lo resucitaría. Hoy nos podemos sentir igual, aunque sepamos que don Benito vivirá eternamente.