Nos reunimos en Manjar Blanco con el propósito de discutir sobre el comité académico del Patronato Cultural de la UADY y la FILEY. Yo había convocado a Roldán Peniche, Raúl Vela Sosa, Jorge Álvarez y desde luego a Rodolfo Cobos, director de la feria. Raúl Vela se disculpó por estar de vacaciones y Roldán no pudo llegar. En cambio Rodolfo Cobos invitó al caballeroso Dr. Carlos Chamarreta, secretario del rector, a Raulito Lara, que ahora colabora directamente con la FILEY, a Rodrigo Ordoñez, gerente del patronato y a un asistente suyo. Una multitud. Al inicio de la reunión, degustando ya un café orgánico sublime, por algún motivo nos detuvimos en Poe y Baudelaire que lo tradujo al francés. Como he dicho antes Poe engendró a la poesía francesa moderna, influyó en Baudelaire, que le rezaba todas las noches, en Verlaine y en Mallarmé. A su vez todos estos poetas francés fueron determinantes en Darío que fundó el Modernismo que le dio nueva visión a la lengua castellana. Álvarez evocó el poema de Darío sobre la tumba de Verlaine: “Qué púberes canéforas….” No sé qué tanto más que no se entiende. Yo me lancé con: “Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda…”. Jorge Álvarez recordó los caligramas de Apollinaire, y yo el verso Blanco de Octavio Paz. Por esta ruta llegamos a Whitman que introdujo el verso libre en la poesía a partir de imitar el versículo bíblico. Mallarmé estaba convencido que era la gran revolución en la historia de la poesía. Recordé que Borges decía que León Felipe había confundido el versículo bíblico con el verso del canto hondo andaluz. Le dije a Rodrigo Ordoñez que es poeta que la poesía en nuestros tiempos es un arte “marginal”. Casi todo el arte contemporáneo está sujeto al mercado y éste no tiene ni ideas ni sentimientos. En el pasado, los señores feudales y los mecenas eran sensibles, el mercado no. Pero a un tiempo la poesía es más legítima que brilla sin estar en el centro.  Hablamos algo de Arreola y de mi amistad con Pita Amor, Jorge Álvarez recordó como la había conocido en un restaurante de la ciudad de México. Pero llegamos al punto: la administración anterior de la FILEY estaba obsesionada con mantener a un lado  a la UADY y encontrar en la entrañable Sarita Poot el aval académico. El administrador quería ser  la figura sin dejar pasar a la universidad. Esto quizás con el propósito de hacer en un futuro arreglos con otras instancias, sobre la base de que pensaba que la FILEY era de su creación. Cuando se creyó con la mayoría de edad brincó a la tierna Sarita. Ya se sabe la manera que trató a los miembros del patronato en relación al premio que paga la UADY y en general a su capacidad, el mismo rector tuvo que ponerlo en su lugar. Desde entonces Álvarez Rendón , Daniel Rivas, Raulito Lara y yo hicimos actividades culturales en la UADY al margen de la FILEY: los 500 años de la muerte de Cervantes -con textos memorables-, una mesa sobre cocina y otra extraordinaria para conmemorar los 50 años de Cien Años de Soledad. Ahora, sin recursos pero con mucha entrega, estamos armando una para Pita Amor, similar a la que está armando Cobos bajo la dirección de Sarita, mujer que tiene un gran espíritu de colaboración y participa porque se le pide. Rodolfo Cobos, entre otros procederes, propósitos y despropósitos, ha heredado la cerrazón absoluta para el comité académico de la UADY. Organiza eventos y trae gente del extranjero y de otras ciudades de México, no informa y no permite que el comité opine. Tal cual ocurría en el pasado. En este desayuno dio el espectáculo más acabado de su postura: no se movió un centímetro, obstinadamente se mantuvo en su postura: yo me entiendo con Sara y nada más. Carlos Echazarreta, hombre sensato y de conciliación, dijo: “esta división no puede continuar, se trata de sumar, tenemos que lograr trabajar en grupo”. Los caminos de la intransigencia son crueles: sacrifican a sus transeúntes; en un giro desafortunado Cobos dijo: “Yo solo le hago caso al rector”, esta frase nunca la pudo haber dicho Rafael Morcillo porque él quizás  ni al rector le quería hacer caso o porque era más cuidadoso con sus expresiones, pero fue un desconocer lo que somos y hacemos los miembros del comité ecdémico. Su declaración nos pone al margen de todo. Se dejaba sentir el postulado de siempre: la UADY no puede aportar nada, tenemos que traer a gente de afuera.  Hubo algo de violencia en sus palabras. Opuse un argumento una y otra vez: la mesa de Cien Años de Soledad que se hizo en la UADY fue mucho muy superior a la costosísima mesa del Fantasio con 11 oradores- que hablaron de todo y por todo- y música, entre otras cosas porque fuimos solo 3 expositores, entre ellos una jovencita egresada de la universidad que leyó un extraordinario trabajo sobre Macondo, claro ella no puede ser invitada a eventos mayores: solo estudió en la UADY.  Quedamos en que sería el rector quien acabara con esta disputa sobre la base del viejo planteamiento: el comité académico  sugiere, asesora, revisa y aprueba, en su caso, todas las actividades académicas de la FILEY. Cobos se mantuvo en su determinación de que no interviniera nadie en su trabajo y nosotros en la postura del patronato. La biografía de un hombre se define en un gesto. Cobos y sus invitados se levantaron de la mesa esperando que yo cubriera la cuenta. Mi observación fue obvia: que pague la FILEY. Y Rodolfo, que los había invitado, en forma inicua les empezó a pedir que cubrieran sus gastos. Intervine y mi intervención me costó pagar la cuenta entera. Es viejo el rito del redentor que termina crucificado. Algunos nos quedamos varias horas conversando. El tema estuvo presente: no hay ni espacio ni dinero para los miembros de la UADY: hay que pagar boletos de avión, estancias de hotel, comida, transporte, premios carísimos y Dios sabrá que más.  Conozco al señor rector, es un hombre lucido y talentoso, con un señorío muy bien logrado para dirimir estas pequeñas miserias. El Dr. Williams es un hombre que tiene el extraño don de saber hacer bien las cosas, tanto más cuanto que parece que Rodolfo Cobos se metió en sentido contrario del periférico y dice sobre los que se cruzan con él: “¿Y estos a dónde irán?”.