Ahí donde hay mujeres libres y fuertes ocurren cosas extraordinarias. Después del advenimiento de Jesús de Nazaret quizás la transformación más importante de occidente fue el invento del amor. Un grupo de poetas crearon la idea y el mecanismo del amor cortés. Esta creación portentosa fue posible porque existían mujeres libres en la sociedad donde apareció el amor. Si hay libertad las mujeres pueden elegir entre uno u otro pretendiente.  Pero he aquí que el Mayab era especial. Fray Diego de Landa ya nos lo dijo: los mayas no les pagaban a sus mujeres, de ver que los españoles lo hacían lo empezaban hacer. El hombre maya daba la dote, yendo a trabajar a la milpa de su suegro. Era la manera de pagar a la “flor que se recibe”. Hace unos días comentaba la espléndida investigación de Gerogina Rosado y Rosado sobre Hilaria Uicab, la jefa del territorio libre de los mayas en Quinta Roo e intérprete de la última cruz parlante: la de Tulum. Es cautivadora la imagen de Hilaria: una mujer de Estado, con una fuerza diga de la mejor tradición de su pueblo. No me extiendo más en ejemplo y episodios. Digo: hemos tenido dos gobernadoras y dos alcaldesas, algo no tan común como se puede pensar a la ligera. Es por eso que duela más  el atroz crimen cometido en una mujer, en una madre de familia. Este hecho desgarrador atenta contra nuestro pueblo, contra nuestra tradición. Debemos protestar con energía, porque la sangre de doña Emma es nuestra sangre, la sangre de nuestro pueblo, de nuestra sagrada tierra que tiene la tradición de respetar y dignificar a las mujeres.