Los Estados Unidos de Norteamérica nuca hubieran desarrollado la civilización más rica y más próspera de la historia de la humanidad sino hubieran contado con escritores y pensadores notables. Los Estados Unidos han influido en el mundo entero con su literatura. Después de la Segunda Guerra Mundial Los Estados Unidos se revelaron al mundo como el gran coloso de la humanidad. Pero desde mucho antes ya habían logrado una gran influencia en la literatura universal. Si el liderazgo económico de Norteamérica es trascendente, su liderazgo en la literatura no lo es menos. En este texto veremos tres casos Walt Whitman, Edgar Allan Poe y William Faulkner.

WALT WHITMAN

Hombre notable, fue considerado a mediados del siglo XIX el poeta de su país, el poeta de la democracia norteamericana. “Él es América”, dijo Ezra Pound. También dijo que la poesía de Whitman tenía un hedor, “pero un hedor superior”. El mismo Pound en un verso dedicado a Whitman reconoce haberlo detestado, pero protesta que él había cortado la madera en la cual se labraría. Jorge Luis Borges que lo tradujo con tanto tino recibió una gran influencia del poeta del “Evangelio de América” como se le llamó. El mismo Borges le confería al Whitman poeta “una naturaleza semi divina”. Posiblemente el acierto más grande de Whitman es que la poesía vive en los hombros del lenguaje, la poesía es la que se siente. Esto se logra por la invención del verso libre o con mayor precisión: la introducción del versículo bíblico a la poesía. El gran poeta francés Mallarmé consideró esta aportación como el gran suceso de la historia de la poesía.  De esa necesidad de expresión poética nacieron sus neologismos. En Hojas de Hierba la poesía trasciende los medios de que se vale e ilumina con todo su esplendor. No se afirma que la poesía sea independiente del lenguaje o de la forma, lo que sucede es que la poesía vive por encima de las líneas del verso libre. La poesía queda libre para alcanzar su plenitud en Whitman. Por eso la poesía de Whitman es evangélica, a pesar de que no deja de ser pretensiosa.  Hay en esta poesía sorprendentes ecos de las elegías sajonas. “El Navegante”: “Puedo cantar una canción verdadera sobre mí mismo, puedo cantar mis viajes”. Algo parecido vamos a oír en The Song of Myself. Hay más: “Puedo escribir los versos más tristes”, de Pablo Neruda, tan influido por Whitman, nos trae ecos de la antigua elegía sajona, anterior a la literatura inglesa. Walt Whitman es un personaje de su propia poesía, recurriendo a este recurso con gran eficiencia: “Walt Whitman, un cosmos, hijo de Manhattan, turbulento, sensual, paternal, comiendo, bebiendo, sembrando”. Y en otro caso notable: “¿Que ves, Walt Whitman? y responde: “Veo una redonda maravilla que gira por el espacio”. Y luego: “Que oyes, Walt Whitman”. Deseando, al final del poema, felicidad de parte de él y de América. Hay algo que este gran poeta nos ha enseñado cuando dijo: “Escribí Hojas de Hierba para saber quién soy”. Es verdad, todos los escritores realizan su labor para explicarse, para entenderse en medio del universo.  Whitman es un poeta que ha influido en Rubén Darío, Wallace Stevens, León Felipe, DH Lawrence, Fernando Pessoa, Pablo de Rokha, Federico García Lorca, Hart Crane, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal y gran parte de la poesía de compromiso en América, por esto último Borges lo consideraba causante de malos poemas; otro tanto pudo haber hecho con Allen Ginsberg y con John Ashberry. Claro ha de quedar que su influencia ha sido grande en la historia de la poesía. Borges, evocando a Whitman personaje de su poesía, le dedicó un poema:

El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos

de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.

Piensa, ya sin asombro, que esa cara
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y la saqueada boca.

No está lejos el fin. Su voz declara:
casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman.

EDGAR ALLAN POE

Hemos visto la importancia de Poe en la poesía y en la novela policíaca. Nos falta un Poe no menos importante: el que engendra la literatura fantástica contemporánea. Desde luego que el término Literatura Fantástica es confuso, ambiguo y deformado: se pretende que abarque desde las mitologías de los países hasta lo místico o la ciencia ficción. Tzvetan Todorov define como literatura fantástica aquella que introduce un elemento de duda en un personaje de la ficción o en el lector. Desde luego que esto debe ser ajeno al funcionamiento racional. Se ha supuesto que la literatura fantástica se da en una cultura laica donde lo extraordinario no se asume como manifestación del absoluto. Esto no parece muy claro: en un momento de la historia un viaje a la luna fue literatura fantástica, hoy no lo es. El mismo hombre pude desbaratar lo fantástico. Los pioneros del género fuero quizás Horace Walpole con El Castillo de Otranto, en 1764; y Jacques Cazotte, El Diablo Enamorado, en 1772. Sin embargo, en términos contemporáneos los fundadores de la literatura fantástica son: E. T. A. Hoffman y Edgar Allan Poe. Algunos críticos creen que fue este último el genuino fundador moderno del género, sin embargo, parece ser que Freud leyó a Hoffman y de esa lectura robusteció o concibió su gran aportación: la existencia del subconsciente. Tanto Hoffman como Edgar Allan Poe, más éste quizás, concibieron un mundo interior dentro de sus personajes de literatura fantástica, un mundo que no se ajusta a la lógica que es un invento humano. El hombre y sus pasiones no son lógicos, no pueden serlo. Ese mundo interior fantástico que todo hombre tiene y que Poe exhibió con gran precisión, quizás mejor que nadie. En el diálogo interior con todo ese cosmos ilógico que es el hombre encontró Freud la inspiración para su gran aporte a la historia de la humanidad: el subconsciente. Esa aportación de la literatura fantástica contribuyó a una de las grandes revoluciones de la humanidad en el siglo XX.

WILLIAM FULKNER

Fulkner recurrió al monólogo interior, a la inclusión de varios narradores o puntos de vista y a los saltos en el tiempo. Estas técnicas narrativas dotaron a sus ficciones de un interés notable. Siguió a James Joyce, a Virginia Woolf, Marcel Prust y también a Franz Kafka. Su estilo literario estaba construido con largas frases, contrario al estilo ágil de Ernest Hemingway. Joyce recrea Dublín, un espacio determinado. Fulkner crea un Yoknapatawpha. Este recurso va ser de una gran eficiencia: dotara a la narración de un grado de certeza. Esta ciudad pudo inspirar dos no menos míticas y famosas: Comala y Macondo. Cierto, Fulkner influyó en García Márquez, en Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Juan Benet, Mario Vargas Llosa y Juan José Saer. Algunos han visto influencia de Fulkner en Borges, empero este último logró una economía narrativa heredada de Quevedo que acabó con la prosa desdoblada de los siglos XVIII y XIX en lengua Castellana.

La literatura no tiene nacionalidad, tiene estilos y recursos. En caso Faulkner asistimos a la transmisión de autores europeos a autores latinoamericanos. Cierto, los elementos de Cien Años de Soledad corresponden a América Latina y su vida fantástica, sin embargo, está escrita con una tinta que tiene mucho de Joyce vía William Faulkner, premio Nobel que ayudó a otros a obtener la distinción.